En clase de Tutoría explico brevemente a los alumnos que pedir perdón dignifica a quien lo hace y ennoblece a quien lo concede y que desaprovechar la oportunidad de ser dignos y magnánimos es una verdadera lástima. Además, añado, la capacidad de pedir perdón implica reconocer el error con la consiguiente posibilidad de aprender y reparar. Quien no pide perdón se pierde una de las cosas más hermosas de la vida: la experiencia de la reconciliación. El incapaz de pedir perdón se encierra en sí mismo y atribuye todas las culpas a los demás.
A acabar la clase, Sandra, una alumna brillantísima de 2º de Bachillerato C se acerca a mi mesa con el siguiente planteamiento:
A acabar la clase, Sandra, una alumna brillantísima de 2º de Bachillerato C se acerca a mi mesa con el siguiente planteamiento:
“Todo eso es muy bonito, pero teórico, porque a mí no me da resultado alguno. No sé si es virtud, valor ético o ninguna de las dos cosas. Lo cierto es que yo no soporto la prolongación del estado del ánimo dolido tras una discusión subida de tono. Si tengo conciencia de que parte o la totalidad de la culpa es mía, transcurrido un mínimo de tiempo, corro a disculparme. A veces, soy tan rápida que aún queda en la atmósfera el eco de las voces enfrentadas. Y la sorpresa, en muchas ocasiones, es que la otra parte todavía no está preparada para aceptar las disculpas. No lo entiendo. Lo más difícil es reconocer el error y una ya lo hace, ¿por qué cuesta tanto que te lo acepten y pelillos a la mar. Y además, cuando la culpa es de los demás no me pagan con la misma moneda. Ha de pasar mucho tiempo para volver a reanudar las relaciones”
Me encanta como se expresa Sandra, no en vano es una de las alumnas que mejor escribe de 2º C y que más premios “Sant Jordi” tiene en su haber. Es una lástima que esta forma de hablar le suponga frecuentes roces con sus compañeros. Afortunadamente es lista y ya está aprendiendo a cambiar de registro cuando habla con ellos. Yo le digo, refiriéndome a la incapacidad de algunos para disculparse, que decir “lo siento” o pedir perdón puede ser algo muy difícil para las personas que no hacen autocrítica. Es un asunto de ego. Les resulta humillante admitir el error. El orgullo de no dar el brazo a torcer es para algunos una especie de valor inquebrantable. Y como consecuencia de todo esto, el resquemor del enfrentamiento se prolonga de forma absurda porque la causa del mismo, en la mayoría de los casos, es una nimiedad.
A veces, un "¿me perdonas?" sincero lo arregla todo inmediatamente. Otras veces, una persona puede tardar cierto tiempo después de recibir tus disculpas en sentirse tan cerca de ti como antes. Tal vez tengas que darle tiempo. Incluso después de haber pedido perdón, es posible que siga sabiéndote mal lo que dijiste o hiciste, pero podrás estar satisfecha por haberte disculpado y haber tomado la decisión de mejorar. El perdón con uno mismo es también muy importante, somos muy duros al juzgarnos y no soportamos equivocarnos, sin querer hemos lastimado a las personas que mas amamos, tenemos un orgullo mal enfocado, solamente con humildad hay que pedir perdón, y en nuestro interior debemos hacernos el propósito de que no vuelva a suceder.
Sandra parece escucharme con atención, aunque a veces pone los ojos en blanco. A manera de despedida me espeta, y no es la primera vez que se expresa en estos términos:
“Una vez más la teoría no tiene nada que ver con la realidad. Muy bonita, pero nada más. El colegio vive al margen del mundo. Ahí, afuera, en la casa, en la calle, o sea, en la selva, las cosas son diferentes. Se habla y se siente de otra manera. Creo, y lo siento mucho, que lo que se nos pretende enseñar aquí no sirve para nada. Si acaso, para hacer el ridículo. Buenas tarde."
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Y se va.
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Fuente foto: www.taringa.net