A Espido Freire, que publicó ayer en
Instagram la portada de una obra que me acarrea recuerdos no exentos de
nostalgia, tengo que agradecerle esta entrada. Se trata de la "legendaria"
novela popular titulada CENTAUROS
DEL DESIERTO de Alan Le May, posteriormente
llevada al cine, ya hace más de sesenta años, bajo la dirección de John Ford y
protagonizada por John Wayne, Jeffrey Hunter, Vera Miles, Natalie Wood y Ward
Bond...¡ Vaya cartel !
Se dice que "somos lo que leemos".
Y me pregunto, los que hemos leído centenares de tebeos, novelas del oeste
americano, del FBI, de Zane Grey, de Hazañas Bélicas para llegar con el devenir
de los tiempos a escritores mejor considerados como Flaubert, Faulkner,
Dostoyevski, Virginia Woolf, Joyce, Clarín...¿qué somos? Algunos autores como
Marcial Lafuente Estefanía, Silver Kane (Francisco González Ledesma), Lou
Carrigan, Keith Luger, Burton Hare, Clark Carrados...utilizaban nombres falsamente
anglosajones (también había mujeres que adoptaban nombres masculinos, como Vic
Logan, que se llamaba en realidad Victoria Rodoreda) porque eran republicanos
que habían sido represaliados por el franquismo. Las chicas, además de cuentos de hadas, solían
leer a Carlos Santander, Corín Tellado...Hasta estas lecturas me despertaron la
curiosidad y llegué a acercarme a alguna clandestinamente.
Mis inicios en la lectura fueron
tan elementales y populares porque era lo que había en mi entorno. Así de
simple. A
aquellas novelas de bolsillo de Editorial Bruguera de los años 60 las llamaban
despectivamente "novelas
de a duro". Creo que su precio no llegaba a
tanto...Recuerdo que en el pueblo había un chiringuito donde se cambiaban por
unos céntimos. Hay gente que nació en una casa llena de libros. No fue mi caso.
De bibliotecas sabíamos que existían, pero en otros lugares...
No me avergüenza reconocer que
aquellas novelas me resultaban amenas,
prescindían de las largas descripciones, brillantes diálogos, una acción
disparatada y llenas de los tópicos del cine del oeste tan en boga en aquellos tiempos: tipos duros, desafíos,
disparos, atracadores de bancos, cazadores de recompensas, pistoleros,
vaqueros, cuatreros, el saloon con el piano, tahures profesionales con levita, las prostitutas y las puertas batientes, los
sheriffs, los indios, los caballos salvajes, las caravanas de ganado, etc. Qué
gozada.
A esta suerte de novelas las
incluían en la llamada subliteratura, literatura popular en sentido peyorativo,
claro está. Podrán decir lo que quieran, pero yo les estoy muy agradecido. Mi
afición a la lectura tiene ahí sus raíces y nunca me avergonzaré de que estas y
no otras fueron las lecturas de mi infancia y pubertad. Luego vendrían otras influencias. Doña María Lozano, mi profesora de Literatura, me entregó
dos libros para que preparase sendas intervenciones orales en clase. Se trataba
de la POESÍA de Garcilaso de la Vega de Clásicos Ebro y los ARTÍCULOS DE
COSTUMBRES de Mariano José de Larra de editorial Austral.
A partir de esta experiencia, mi
devenir por los senderos de la literatura fue otro... Me llegó al alma la
poesía
de Garcilaso, sobre todo sus sonetos. Uno de ellos todavía se conserva casi
intacto en la memoria. Aquel que termina así: "Cuanto tengo confieso yo
deberos;/por vos nací, por vos tengo la vida,/por vos he de morir, y por vos
muero". Y qué decir de los artículos de Larra. Aquel archiconocido en el
que Larra decía a un funcionario que el Estado no le pagaba para fumar y
charlar y éste le respondía: "Tenga
usted paciencia que aquí no estamos para servirle a usted".
P.D. Silver Kane, mi autor preferido, ya le dediqué otra entrada AQUÍ