A mi hija Laura debo el
conocimiento de Anna Freixas Farré, una psicóloga que reivindica el envejecimiento
como un privilegio. En modo alguno se considera fuera de juego y rechaza de
plano todo lo que pueda sonar a prejuicios sociales que atañen a la vejez,
sobre todo de las mujeres. Sin duda es una especialista en el conocimiento de
esta etapa de la vida de la mujer ya que
lleva varias décadas investigando sobre ella.
Anna Freixas Farré luce canas con la
misma naturalidad que habla de sexo o ataca a las empresas que se empeñan en
mirarla como target para venderle todo tipo de productos antiaging. Es una
mujer mayor, pero su negativa a considerarse fuera de juego no tiene que ver
sólo y exclusivamente con un convencimiento personal. Su rechazo a los
prejuicios sociales que atañen a la vejez, especialmente la de las mujeres, es
el resultado de décadas de investigación, que la posicionan como una de las más
destacadas expertas en envejecimiento, particularmente, femenino.
Con cinco libros sobre el tema en los anaqueles, un
sinfín de artículos científicos, comunicaciones a congresos, conferencias y
tesis doctorales dirigidas, esta catedrática jubilada de Psicología de la Universidad
de Córdoba se posiciona en la línea de la Gerontología Crítica, una línea de
pensamiento e investigación que trata de deconstruir los falsos mitos y algunos
mandatos sociales acerca de las personas mayores. Entre ellos destacan los que
afectan a la sexualidad de las mujeres mayores o a su manera de entender el
amor, las relaciones personales o la ocupación del tiempo, en una propuesta de
entender el envejecimiento no solo como un proceso biológico, sino cultural y
social. En esa línea de trabajo encaja a la perfección la última obra de Anna
Freixas, Tan frescas. Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI, que ya
va por su cuarta edición en español y la primera en francés, y que
cuenta con un importante número de estudiosos en América latina. La obra combate
tanto los viejos prejuicios que presentan a las personas mayores como enfermas
e incapaces, como a las últimas corrientes que abogan por el envejecimiento
activo.
Respecto a los primeros, Anna Freixas explica que el
incremento de la esperanza de vida –una española vive hoy una media de 30 años
más que a mitad del siglo XX- ha obligado a la Psicología a redefinir muchos de
sus planteamientos, empezando por la división de las diferentes etapas de la
vida, que antes clasificaba en infancia, edad adulta y vejez y que ahora
contempla una mayor complejidad y llega a distinguir entre tercera y cuarta
edad. De la misma forma, la investigación psicológica ha tenido que ampliar sus
grandes temas de investigación y no sólo porque vivamos más, sino porque han cambiado
muchos roles. Si antes la Psicología relacionaba la vejez con la búsqueda del
sentido de la vida vinculando el envejecimiento masculino a la ocupación del
tiempo tras la jubilación y el femenino, al teórico síndrome del nido vacío; la
llegada a la vejez de las protagonistas de los movimientos sociales de los años
sesenta y setenta han puesto bajo el microscopio asuntos como el del deseo
sexual en la vejez, las relaciones personales o la actividad intelectual tras
el final de la vida profesional.
Freixas ha abordado buena parte de todos esos temas en
sus años de investigación y se muestra tajante al sentenciar la muerte de
aquellos asuntos. El ‘nido vacío’ es la liberación de la atención de los hijos
e hijas; el cuidado se relaciona con un tema que empieza a preocupar
socialmente y que Freixas nombra como ‘abuelas esclavas’; y el sexo exige un
estudio en profundidad que ayude a mejorar la consideración de quien en estas
edades desee mantenerlas.
Envejecimiento activo
En cuanto a las críticas a la corriente del
envejecimiento activo, la profesora de la Universidad de Córdoba argumenta que
ésta no es más que el intento del sistema de mantener a las personas mayores
como consumidoras de todo tipo de productos y servicios, a su juicio,
absolutamente inútiles. En este sentido, Freixas defiende que la vejez es un
momento que exige reflexión y por tanto silencio y que las propuestas de
envejecimiento activo en las que se agolpan todo tipo de actividades resultan
verdaderamente agotadoras. “Es imposible
reflexionar sobre el sentido de la vida montadas en una moto”, sentencia.
Anna Freixas, con su obra ‘Tan frescas. Las nuevas
mujeres mayores del siglo XXI’.
En la revisión de paradigmas que propone la
Gerontología Crítica, la medicalización del envejecimiento ha sido ampliamente
cuestionada. Aunque entendiendo que el alargamiento de la vida ha sido posible
gracias al avance de la Ciencia y de la Medicina, la catedrática de Psicología
de la UCO matiza que mientras se entienda el envejecimiento como enfermedad, la
vejez mantendrá su imagen negativa ante los ojos de la sociedad. Por eso cree
que la inclusión de la Psicología en el área de las Ciencias de la Salud, como
defienden quienes abogan por la psicología clínica, contribuirá a mejorar la
atención a los mayores. Y pone como ejemplo el tratamiento que médica y
socialmente se ha dado a la menopausia femenina, empezando por determinados
tratamientos hormonales que acabaron comprobándose como inútiles y con riesgos
importantes para la salud de las mujeres y continuando por la construcción
discursiva que asocia menopausia con el fin de la actividad sexual, como si el
sexo sólo tuviese una función reproductiva.
Para Anna Freixas, esta catalana que deshizo el camino
de miles de emigrantes andaluces a mitad de los años ochenta, envejecer es un
cambio más en la vida, como la adolescencia o la madurez y conviene afrontarlo
con serenidad, sin el estrés que provocan todos esos tratamientos antiaging
que no hacen más que rechazar el propio cuerpo, y, sobre todo, con humor,
desdramatizando y desmitificando el hacerse vieja. Y lo dice con la certeza que
dan los años de investigación en el tema y la sabiduría de sus 70 inviernos.
Fuente: Elena Lázaro/Asesoría científica: Anna Freixas Farré.
Fuente: Elena Lázaro/Asesoría científica: Anna Freixas Farré.