Días atrás, y con palabras de Cervantes, ya manifesté mis mejores deseos para todos aquellos a quienes quiero. “Si tu estàs content-a, jo estic content”. Los de mi entorno familiar están hartos de escucharme esa frase. (Siempre la expreso en catalán. Ignoro el porqué). Y por si alguno la interpreta en clave de generosidad manifiesta, le diré que está equivocado: la alegría de los que estimo se me contagia tanto que acabo haciéndola mía.
Este final de año, a diferencia de otros, no quiero hacer memoria de lo que ha significado el 2009, ni deseo hacer proyectos cándidos que, las más de las veces, quedan convertidos en “agua de borrajas”. Tampoco caeré en la tentación de irme al otro extremo y escribir alguna que otra gragea, reflejo del sempiterno pesimismo existencial que las caracteriza. Lo que ha ocurrido a nivel global, ¿quién lo ignora? y lo que haya podido sucederme a nivel personal es tan insignificante que lo mejor es obviarlo.
Pasar de un año a otro no es más que cambiar los números de la fecha, hacer otra muesca en la “culata” del corazón y seguir caminando por este mundo mientras el tiempo se nos sigue escurriendo entre las manos y, mal que nos pese, sin poder retener nunca el presente, ante un futuro lleno de vacíos. (Es el único párrafo de corte “gragil” que me permito...)
Pero, aun entrando en contradicciones palpables, sí quiero destacar algo que puede interesaros como blogueros. He tenido la oportunidad de conocer a cuatro de vosotros. Con dos, hasta conviví durante unos días. Con los otros dos acabo de pasar unas horas muy gratas. Ha sido una experiencia maravillosa. Los lazos que se establecen a través de este medio virtual son mucho más profundos de lo que cabía imaginar. Sobre todo si unos y otros tratamos de ser mínimamente auténticos. Los temores a que los vínculos virtuales se desvanezcan con el conocimiento directo y personal son infundados. Si acaso, se estrechan aún más, si cabe. Esta ha sido mi grata experiencia y quería compartirla.
Cualquier día, quedamos. ¿Vale?