La leyenda negra es una expresión usada por escritores
españoles para designar la antigua propaganda contra los pueblos
ibéricos, que empezó en el siglo XVI en Inglaterra y ha sido desde entonces un
arma para los rivales de España y Portugal en las guerras religiosas,
marítimas y coloniales de aquellos cuatro siglos.
Leyendo algunos libros de Historia que se han editado recientemente descubro que se va imponiendo la luz sobre aspectos oscuros de nuestra Historia de España. El de Henry Kamen es uno de ellos.
Una historia interminable
A pesar de que la investigación histórica ha barrido
muchos tópicos, la “leyenda negra” se resiste a desaparecer. La imagen negativa
de España y la actitud derrotista de los españoles ante su propia historia
persisten
¿Qué
se reprocha a España? ¿Cuáles son los pecados que ha venido arrastrando durante
siglos y de los que nunca ha sido absuelta, pecados que los propios españoles
no se perdonan? ¿La actuación de la Inquisición? ¿La conquista y colonización
de América? ¿El mítico “carácter nacional” (Caro Baroja), codicioso, orgulloso,
fanático, perezoso e ignorante, marcado por esa brutalidad tan enraizada cuyo
símbolo es la fiesta de los toros, que tanto horroriza a la sensibilidad
occidental? ¿Su raza mestiza, mezcla de moros y judíos, tan demonizada?
Las
últimas investigaciones han desmitificado la imagen de Felipe II, acusado injustamente
de asesinar a su propio hijo; han revisado a la baja la represión del duque de
Alba en los Países Bajos (que el príncipe de Orange magnificó para justificar
su sublevación contra el imperio español), han reducido el número de víctimas
de la Inquisición (institucionalizada, organizada y burocratizada, cierto, pero
menos mortífera que otras). Y han explicado en parte el desplome demográfico de
la población indígena americana por las enfermedades y el traumatismo de la
conquista. En un estudio actual sobre la despoblación de Nuevo México,
investigadores de Harvard sostienen que tuvo lugar un siglo después de la
llegada de los españoles y que fue esencialmente fruto de epidemias.
Nunca hubo voluntad de exterminar a los
indios porque eran la mano de obra de los encomenderos
Los
datos aportados por testigos y cronistas dan fe de los hechos inhumanos de los
primeros 50 años de la conquista. Eso no se puede negar. Pero nunca hubo
voluntad de exterminar a los indios porque eran la mano de obra de los encomenderos
y porque la Corona les protegió con su legislación, aunque esta no siempre se
cumplió. Y, si bien los conquistadores fueron violentos y crueles, no lo fueron
más que los alemanes en Venezuela (bajo el gobierno de la casa Welser), los
británicos en Estados Unidos (extinción de la mayoría de los pieles
rojas), los holandeses o los franceses cuando tuvieron oportunidad de
serlo. No podemos juzgarlos desde nuestros valores actuales, sino desde la
perspectiva de unos cristianos imbuidos de fuertes convicciones religiosas y de
un sentimiento de superioridad, que contemplaban horrorizados cómo unos
“bárbaros” hacían sacrificios humanos y practicaban la antropofagia.
La
pregunta se impone: ¿por qué ha sufrido España un trato diferente al de otros
países europeos cuya historia ofrece episodios de crueldad e iniquidad
similares? ¿Por qué se han subrayado y, a veces exagerado y falseado, los
aspectos negativos de su historia, obviando deliberadamente los positivos? ¿Por
qué ese ensañamiento?
La
leyenda negra fue fruto de la hegemonía española durante el periodo 1450-1650 y
de los rencores que despertó en Europa su expansión territorial, su poderío
militar y su dominio cultural (sobre todo en los países protestantes como
Inglaterra y Holanda). Es verdad que otros países padecieron también campañas
de desprestigio, pero la propaganda antiespañola presenta dos rasgos
distintivos. No fue efímera y ha estado teñida de vituperios contra el carácter
y la raza españoles.
Si
se puede hablar de leyenda negra es porque las críticas no se limitaron a
denunciar la política colonial, religiosa, sociopolítica o económica de España
(una política que cabría corregir en el futuro), sino que criminalizaron rasgos
étnicos y geográficos, inalterables por definición, que fijaban para siempre a
los españoles en una condición de inferioridad. Un ejemplo. Un folleto inglés
de 1598 describía a los españoles como una mezcla de “una taimada zorra, un
voraz lobo y un rabioso tigre”, además de “un inmundo y sucio puerco, una
lechuza ladrona y un soberbio pavo real”. Y aludía a “la perversa raza de esos
medio visigodos (...) semimoros, semijudíos y semisarracenos”.
El dicho de que África empieza en los
Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea
En
el siglo XVIII la Europa ilustrada marginó a una España semiafricana de hábitos
y gustos de “origen no europeo” (Montesquieu, Kant) que quedaba fuera de la
franja de los 40 a 50 grados de latitud en que habitaban los países civilizados
(Buffon). Los enciclopedistas como Diderot seguían viendo a España como la
patria de los conquistadores, no como el país que llevaba a cabo una política
ilustrada (con Carlos III), que más dinero invertía en las expediciones
científicas a América (según Humboldt) y que había fundado 20 universidades. En
el XIX, el dicho atribuido a Alejandro Dumas de que África empieza en los
Pirineos debió de calar hondo en la mentalidad europea, pues al diplomático
Juan Valera solían preguntarle si en España se cazaban leones.
El
estigma racial persistía en el siglo XX. Hitler se refería despectivamente a la
mezcla de sangre de godos y moros que corría por las venas del pueblo español.
Y en Estados Unidos los manuales escolares y universitarios estaban plagados de
clichés antiespañoles, fruto de un “legado de odio e incomprensión”, como
reconocía en 1944 el Consejo Americano de Educación.
Julián
Marías se preguntaba qué tiene de peculiar la historia de España para haber
engendrado el monstruo de la leyenda negra. Que algunos intelectuales españoles
(Las Casas) la fomentaron ha sido subrayado. Que la propaganda antiespañola
disimulaba las ansias coloniales de los rivales de España es notorio. Basta
recordar las palabras atribuidas a George Canning (ministro británico de
Exteriores que apoyó los movimientos independentistas de la América hispana,
con el envío de mercenarios ingleses y el contrabando de armas): “¡Sudamérica
libre y, en lo posible, inglesa!”. Pero tal vez se olvide que España fue el
país colonizador que paralizó por primera y única vez una conquista, para
determinar cuál era el trato justo que se debía otorgar a los pueblos
conquistados (Controversia de Valladolid).
Bibliografía: María José Villaverde es catedrática de Ciencia Política en la
Universidad Complutense de Madrid y codirectora del libro colectivo La
sombra de la leyenda negra (Tecnos).