El boom de las letras aragonesas
Luz Gabás gana el Planeta, Manuel Vilas el Nadal, Irene Vallejo conmueve con su ensayo cultural
‘El infinito en un junco’, José-Carlos Mainer contará con una Caja de Letras en el Cervantes y Martínez de Pisón publica su novela más ambiciosa, ‘Castillos de fuego’
Durante muchos años Ramón J. Sender (1901-1982), Benjamín Jarnés (1888-1949) y José Ramón Arana (1905-1973) eran las tres cabezas más visibles de las letras aragonesas. Más tarde, fueron claves dos figuras como Ana María Navales (1939-2009) y Javier Tomeo (1932-2013), que darían lo mejor de sí mismos a partir de los años ochenta, dentro de la denominada nueva narrativa española, a la que se sumarían, entre otros, Jesús Moncada (1941-2005) –que escribió en un catalán de Mequinenza y enriqueció el diccionario catalán y las letras aragonesas–, José María Conget, Ignacio Martínez de Pisón y Soledad Puértolas, que abrieron caminos a una pléyade de autores, de sellos editoriales y de proyectos culturales muy distintos: Ramón Acín dirigió durante más de dos décadas el ciclo Invitación a la Lectura, de alcance nacional, pero que jamás marginó a los autores de la tierra, y el Gobierno de Aragón creó el premio de las Letras Aragonesas.
Irene Vallejo
Los clásicos para hoy
El impacto de Irene Vallejo con El infinito en un junco (Siruela) es casi insólito en un libro de ensayo. En cierto modo, Irene, que había reescrito a su modo La Eneida en El silbido del arquero (2016) y que había glosado otros textos clásicos en sus libros, aquí se convierte en una Scherezade moderna que cuenta la historia de la escritura y la lectura, viaja por la literatura griega y latina, evoca la Biblioteca de Alejandría, y establece numerosos parentescos con autores y situaciones actuales, relacionados con el destierro, los clubs de lectura, los plagios, la venta de libros, el éxito o el olvido literarios, etcétera. Arma un tapiz vivaz donde vemos su formación como joven lectora y como oyente de los cuentos que le contaba su padre y también el acoso escolar que sufrió. El libro, repleto de historias y de erudición, es una fuente continua de sorpresas y de hechizos que logra ediciones y reediciones en su original y en otras lenguas, escrito con un pulso literario de innegable belleza.
El primero lo recibió el finado Eloy Fernández Clemente (1942-2022), historiador, periodista y dinamizador cultural incansable, y el último el turolense Javier Sierra. Tras la distinción al fundador de Andalán y director de la Gran Enciclopedia Aragonesa se interrumpió la idea, y se refundó en el 2001, y recayó en la citada Ana María Navales, que ha sido una escritora muy completa: cuentista, novelista, poeta, ensayista y codirectora de la revista Turia . Y entre los 21 ganadores figuran los citados Pisón y Conget, narradores; poetas como José Verón Gormaz (1946-2001), Ángel Guinda (1948-2022) y Rosendo Tello, actual patriarca de las letras aragonesas, de 92 años; críticos literarios e historiadores de la literatura como José Manuel Blecua y José-Carlos Mainer. Entre los más jóvenes figuran, junto a Soledad Puértolas, Juan Bolea, José Luis Corral, Magdalena Lasala, Agustín Sánchez Vidal y Julián Casanova y Ana Alcolea, entre otros. Y Manuel Vilas. Vilas ha sido el ganador del premio Nadal del 2023 con Nosotros , una novela de amor y pérdida.
Manuel Vilas
De la memoria y el amor
Manuel Vilas (Barbastro, 1962) empezó como poeta, incluso como poeta fascinado por el malditismo y los simbolistas –Baudelaire y Nerval a la cabeza–, pero nunca dejó de escribir narrativa. Ordesa fue su encuentro más definitivo con el lector y el éxito: es un libro sobre su memoria, sobre una España concreta y, ante todo, sobre la relación con los padres; en Alegría (finalista del Planeta del 2019) quiso abordar el vínculo de los abuelos y los nietos. Poco después era becado para la Academia de Roma. Y esa estancia le ha dado para mucho: un poemario (Roma, 2021) y Nosotros, la historia de amor y duelo con la que ha ganado el premio Nadal, donde aborda un asunto que no solo le interesa sino que vendría a definir al propio escritor. Como anunciaba la noche del Nadal: “Me he convertido en un profesional literario del amor. Creo que no hay otro sentimiento que explique mejor la dignidad de la vida”.
Podría decirse que algo está pasando con las letras y los autores aragoneses. En los últimos años se han multiplicado los escritores con propuestas bien distintas y en muchos casos exitosas de lectores y crítica. Uno de los casos más claros es, sin duda, el gran éxito, nacional e internacional, de Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), El infinito en un junco (Siruela, 2019), que ya lleva vendidos un millón de ejemplares en todo el mundo y ha sido traducido a más de cuarenta lenguas, entre ellas el propio aragonés. Otro ejemplo de éxito aragonés es el de la premio Planeta del 2022 Luz Gabás, de Monzón, como Joaquín Costa, pero afincada desde hace años en Anciles, en las montañas de Benasque. Su nueva novela se suma a una producción nada desdeñable, con muchos lectores, que tiene en Palmeras en la nieve (2012) otro estandarte. Javier Sierra, con su mirada esotérica que siempre busca enigmas sin resolver, logró el premio Planeta del 2017 con El fuego invisible, donde abordaba en clave actual algunos misterios del Santo Grial, que siempre le ha interesado mucho. Luz Gabás y Javier Sierra se sumaban a la nómina de galardonados aragoneses del Planeta: lo ganaron Santiago Lorén en 1953 con Una casa con goteras; Ramón J. Sender en 1969 con En la vida de Ignacio Morel, y en 1989 Soledad Puértolas con Queda la noche.
Luz Gabás
Una escritora entre montañas
Luz Gabás estudió en EE.UU., fue actriz y ejerció de alcaldesa de Benasque durante cuatro años. Con su primera novela, Palmeras en la nieve, que fue llevada al cine, rendía homenaje a su padre y a muchos vecinos que trabajaron en Guinea en una aventura colonial que marcó al valle de Benasque. Luego publicó libros todos ellos vinculados con su territorio, Regreso a tu piel (sobre la brujería), Como fuego en el hielo (sobre el carlismo y los balnearios), hasta llegar a Lejos de Luisiana (premio Planeta, 2022), que surgió casi por azar tras un encargo. Empleó más de dos años en su redacción, uno de ellos en la documentación prolija. Todo para contar la historia de amor de una pareja desigual llena de dificultades. Gabás confiesa que ha sido gran lectora de las Brönte, Dickens y Victor Hugo, y que las historias de amor le pueden. Para ella la literatura es terapéutica: la novela la hace olvidarse hasta del dolor.
A todos estos nombres hay sumar otros. Sergio del Molino (Madrid, 1979), un madrileño afincado en Aragón, irrumpió con una novela dolorosa como La hora violeta y sorprendió con un libro muy leído y glosado, una historia cultural de España en cierto modo, como La España vacía (2016), que ha tenido continuidad en Lugares fuera de sitio (premio Espasa de ensayo en el 2018) y con Contra la España vacía (2021). Otros escritores que dejan sello de calidad y de auténtica personalidad literaria son Francisco J. López Serrano, ganador de muchos premios de poesía y novela; Javier Sebastián, esencialmente novelista; Carlos Castán, cuyos cuentos completos ha publicado Páginas de Espuma; Félix Romeo (1968-2011), fallecido a los 43 años, que ha dejado una estela casi avasalladora de magisterio y búsqueda constante; el narrador y poeta Fernando Sanmartín, cada vez más asentado en libros personalísimos; el narrador Julio José Ordovás, que ha rendido un reciente homenaje a Zaragoza en un libro híbrido, El peatón sentimental; Miguel Mena, autor de tres novelas sobre la transición y de un libro de culto como Piedad; Cristina Grande, autora de la recordada Naturaleza infiel; Ismael Grasa, tan buen narrador como ensayista; Luis Zueco, un exitoso novelista histórico, que sigue la estela de José Luis Corral, Magdalena Lasala y Ángeles de Irisarri, que ha abandonado la escritura hace algunos años tras haber recibido varios e importantes galardones; Daniel Gascón, que ha hecho un retrato irónico de la España actual y del binomio urbano-rural en dos novelas: Un hipster en la España vacía y La muerte del hipster. Antonio Iturbe, un aragonés de Barcelona, ha ganado el premio Biblioteca Breve con A cielo abierto y ha reconstruido su memoria familiar en La playa infinita. Patricia Esteban Erles, autora habitual del sello Páginas de Espuma, igual que Isabel González, autora de Todo va a mejorar. Agustín Sánchez Vidal, uno de los máximos expertos en Buñuel, Lorca y Dalí, dio un paso hacia la ficción y ya ha publicado cinco novelas (una de ellas, Nudo de sangre ganó el premio Primavera de Espasa en el 2008); la última, de género fronterizo, es Quijote Welles (Fórcola). José Luis Melero, escritor y bibliófilo, mezcla como pocos la erudición, el humor y la autoficción.
Ignacio Martínez de Pisón
Contar España
Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) publica en febrero Castillos de fuego (Seix Barral). Una novela en cinco libros, de más de 700 páginas, que podría tener como referencias A sangre y fuego de Manuel Chaves Nogales, el Laberinto mágico de Max Aub o Madrid 1945 de Andrés Trapiello. Pisón lleva años contando los siglos XX y XXI, y lo hace no solo en la ficción (Carreteras secundarias, Dientes de leche, El día de mañana o La buena reputación, entre otros), sino en sus investigaciones o reportajes (Enterrar a los muertos o Filek). En esta novela sigue a un puñado de personajes enfrentados a situaciones como la pena de muerte, la pérdida del empleo por amor, la delación, el espionaje, el contrabando o la militancia política de antaño. La acción sucede en Madrid entre 1940 y 1945 y Pisón, con estas vidas corales, deja claro que la Guerra Civil se prolongó mucho más de lo que se ha contado.
Hay más nombres de mérito vinculados a Aragón, aragoneses o residentes en Aragón: Félix Teira, José Giménez Corbatón, Pilar Nasarre, el finado José Luis Rodríguez García, el citado Ramón Acín, Juan Bolea, Ana Alcolea y Fernando Lalana (ambos premio Cervantes Chico), Javier Aguirre, Mariano Gistaín, Ángela Labordeta (hija de José Antonio y sobrina de Miguel Labordeta, ambos inolvidables y con obra muy valiosa), María Bastarós, María Frisa, Rodolfo Notivol, Eva Puyo, Jorge Sanz Barajas, Pedro Bosqued, Aloma Rodríguez, el etcétera es de veras muy largo. En el campo de la lírica se acaban de ir, en apenas un año, algunos de los mejores poetas aragoneses: José Verón Gormaz, José Luis Rodríguez, Ángel Guinda, José Luis Alegre Cudós (premio Adonais, entre otros galardones) y Encarnación Ferré, que fue finalista del premio Nadal en 1974.
José-Carlos Mainer
El lector apasionado
No se entendería del todo el auge de las letras aragonesas sin una figura como el catedrático e historiador de la literatura José-Carlos Mainer Baqué (Zaragoza, 1944), estudioso y biógrafo de Sender y de Jarnés, y director de una colección en el sello Guara, donde recuperó autores como Ramón Gil Novales (premio de las Letras Aragonesas) e Ildefonso-Manuel Gil, entre otros. Firmó en 1989 el volumen Letras aragonesas (s. XIX y XX). Director de Historia de la Literatura Española, en nueve volúmenes (Crítica), y autor de libros como La edad de plata, 1902-1939, el próximo día 23 depositará objetos y recuerdos en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Dice: “Ha sido un espléndido e inesperado regalo. Ando cavilando sobre lo que podría incluir pero casi seguro que habrá alguna primera edición de mis libros más antiguos y, si los encuentro, algunos textos que publiqué a los dieciséis años”.
Guinda es un fenómeno muy curioso: un año después de su muerte es objeto de homenajes en toda España. La lírica también atraviesa un buen momento, quizá falten libros de impacto pero sí hay voces: además de las citadas (Manuel Vilas es también un poeta de referencia, publicaba hace poco la antología Una sola vida en Lumen), cabe señalar a Ángel Petisme, Joaquín Sánchez Vallés, Luisa Miñana, Jesús Jiménez, David Mayor, Juan Marqués, Ánchel Conte, Carmen Ruiz Fleta, Teresa Agustín, Ángel Gracia, José Antonio Conde, José Luis Gracia Mosteo, Ricardo Díez, Alfredo Saldaña, Nacho Escuín, Loreto Sesma, dos jóvenes autoras como Celia Carrasco y Aitana Monzón, a quienes se suma Omar Fonollosa, ganador del premio Hiperión.
Otro detalle importante es la proliferación de editoriales: ahí están Olifante (el sello de Trinidad Ruiz Marcellán lleva 42 años dedicado a la poesía), Prames, Xordica, las Prensas de la Universidad de Zaragoza (que tiene colecciones de poesía y ficción), Contraseña (que igual edita a Sender que a Irene Vallejo, Ana Alcolea y Patricia Esteban Erlés; las apuestas aragonesas de la editorial), Jekyll & Jill, Pregunta, Los Libros del Gato Negro, Los Libros del Innombrable, Mira, Rasmia, Doce Robles, etcétera. En sus fondos figuran todos los géneros.
Antón Castro es periodista, poeta y novelista, director del suplemento Artes&Letras de El Heraldo de Aragón
Fuente: La Vanguardia, 21/I/2023.