La lectura del
libro "1898 El fin del Imperio español" de Tomás
Pérez Vejo me está deparando mucha información desconocida. Tanto es así, que
la idea que tenía de este momento histórico se modifica considerablemente para
dar a luz a otra, ciertamente novedosa.
La desigual guerra de
Cuba entre España y EEUU fue producto, entre otras razones, de la propaganda
que se hacía en este último país basada fundamentalmente en la injusta Leyenda
Negra. El nuevo imperialismo norteamericano aparecía como expresión del progreso,
la civilización y la lucha por la libertad, frente al retrógrado y arcaico de
los españoles, un pueblo congénitamente cruel y sanguinario, imagen reflejada
de manera particularmente clara en las crónicas de The New York World,
Sylvester Scovel, en las que se detallaba como los soldados españoles cortaban
las orejas de los cubanos caídos en combate para lucirlas como trofeos y en que
el jefe del ejército español raramente era "el general
Weyler" sino la "hiena mallorquina", "el
tigre de la manigua" o "el carnicero" (al
margen, por descontado, de los horrores de una guerra particularmente cruel por
parte de los dos bandos y de que la política llevada a cabo por Weyler, con
miles de muertos entre la población civil, difícilmente se libraría hoy en día
de ser condenada por una comisión internacional de derechos humanos).