Dedicado a LOLA con cariño
El tío Hilario ronda los 82 años, pero no los aparenta porque, además de mantener una figura distinguida, es jovial, sabio, buena gente y domina el arte de la elocuencia. Eso lo convierte en un auténtico seductor.
Suelo verlo en alguna que otra biblioteca de Barcelona, donde acostumbramos a quedar. Tiene debilidad por la Biblioteca de Cataluña de la calle del Carmen en el Raval y por El Ateneo de la calle Canuda de Barcelona. Lo malo de esta institución última – dice sonriendo - es que sabe a rancio, igual que algunos viejos. El tío Hilario pretende escribir un libro a la vieja usanza sobre la mal llamada 3ª edad. Algo así como un “De senectute”, pero adaptado al siglo XXI. Los filósofos antiguos, me dice, creían que la sabiduría consistía en saber vivir la vida y llevar a cabo acciones positivas para los demás. Yo le contesto que para mí es más sabio el que sabe vivir feliz. No hay mucha diferencia entre uno y otro concepto, me matiza, porque el que es feliz también lo contagia a su entorno... Si no es un egoísta, añado yo. No hay sabiduría sin bondad, termina diciendo él. Y yo asiento.
El tío Hilario fue maestro durante toda su vida. De su tierra natal en Las Cinco Villas de Zaragoza se trasladó a Barcelona y hasta llegó a impartir clases de Metodología Didáctica en la Normal. Tras la jubilación, su obsesión ha sido mantenerse activo física y mentalmente y llenar su tiempo de contenido. Su lema: guerra sin cuartel a la pasividad y al apoltronamiento.
Para el tío Hilario lo que procede en su caso es vivir los años que le restan sin perderse en nostalgias ni angustiarse en desilusiones. Sobran personas que se ocupan de esos penosos menesteres como si estuviesen ahítos de provocar lástima... Él quisiera para esta etapa de la vida lo mismo que ha querido para las anteriores: vivir dignamente, sin mezquindad alguna y seguir aprendiendo cosas.
Las fuerzas han menguado, me dice sonriendo, pero la serenidad, el sentido común y la experiencia no cesan de crecer. A la artrosis, también en proceso creciente y que le provoca crujidos en las rodillas, y a la memoria cada vez más limitada, ni mentarlas... Hay que potenciar todo lo que sea positivo y dar el esquinazo a lo demás. Frase tópica la del tío Hilario. Lo curioso del caso es que manifiesta un convencimiento tal que acabas haciéndolo tuyo hasta que te alejas de su aura preñada de magia y retornas a la orfandad... Para alimentar esta manera de pensar, el tío Hilario se muestra esquivo con la gente de su generación. Son un “coñazo”. Sólo hablan del pasado con nostalgia y del temor a que mengüe la pensión de jubilación y que se imponga el copago en un futuro inmediato. No obstante, aun mantiene el hábito de echar una partida de dominó con gente de su barrio, allá por Maragall, pero a condición de que no se menten las enfermedades ni gaitas de esas... Al tío Hilario le molesta el pesimismo y el egocentrismo quejumbroso que transpiran los de su “quinta”. A veces, cuando nombra la palabra “quinta” le asoman unas lagrimillas contenidas, consecuencia quizás de sus vivencias en Sidi Ifni donde estuvo destinado durante casi un año. No sé qué debió de ocurrirle durante esa “mili” en semejante tierra, pero cuando cae en la cuenta de que está a punto de emocionarse aborta con celeridad cualquier asomo de debilidad y de hacer confidencias... Nada de batallitas. Y cambia de tema...
Además de investigar sobre la vejez y la ancianidad, otra de sus obsesiones es perfeccionarse en el uso de las nuevas tecnologías. Se desenvuelve bien con internet y ha dejado de consultar la enciclopedia Espasa desde que accedió a Wiquipedia. Le maravilla que siempre esté actualizada. Su troncomóvil, aunque se burlen sus nietos, está desfasado, pero le basta y le sobra. Y sonríe. Un día le mostré mi iPad y algunas de sus prestaciones. Le entusiasmó eso de que la letra se pueda aumentar a voluntad, pero no acabó de convencerle mucho eso del teclado virtual... y me miró mal cuando le dije que podía bajarse libros gratis y piratear alguno que otro...
Al tío Hilario no le gusta mucho la televisión y justifica su suscripción al Heraldo de Aragón para mantenerse informado de su tierra natal, pero que conste que no le acaba de convencer este periódico porque es muy conservador. Y por qué mantiene la suscripción. Es cosa de familia. Y da el asunto por zanjado.
Hablar con este hombre es una auténtica gozada porque resulta ser un interlocutor ideal: sabe escuchar, preguntar y nunca interrumpe. Yo prefiero que se exprese él porque rebosa convicciones y para los que flirteamos con las incertidumbres, como es mi caso, resulta delicioso encontrar personas convencidas de sus principios y de sus ideas. Cuando le manifiesto esta gratitud me dice que no exagere porque en modo alguno tiene claro lo del más allá y mil asuntos más... que no proceden ahora.
Para el tío Hilario, la vejez se acelera y agudiza si uno piensa que ha de recibir cuidados en lugar de dispensarlos. Todos podemos hacer algo por los demás. Y me dice sonriendo, cuando acabe estos asuntos que me llevo entre manos igual me hago voluntario de "Amics de la gent gran” (1)
Del tío Hilario podría estar escribiendo largo y tendido, pero no me gusta ser prolijo ni abusar de la paciencia de los hipotéticos lectores. Del tío Hilario me gusta absolutamente todo, incluso su nombre.
(1).- Organización de voluntariado que trabajan para mejorar la calidad de vida de la gente mayor. Nuestra misión es luchar contra la soledad y la marginación de las personas mayores mediante la acción de voluntarios y la sensibilización de la sociedad.
LOLA: http: