JUAN-JOSÉ LÓPEZ BURNIOL viene manifestando desde hace
tiempo que los temas territoriales exigen reformas profundas y urgentes. En un
artículo (1) que publicó ayer en La Vanguardia se atreve a hacer vaticinios sobre
lo que va a ocurrir en Cataluña durante 2017. Lo sintetizo:
Uno. La política catalana
vendrá definida durante el 2017 por tres hechos:
1)No habrá referéndum pactado ni unilateral.
2)No habrá
independencia.
3)No habrá choque de trenes. Habrá manifestaciones y
movilizaciones, con posibles y esporádicos episodios de confrontación de
gravedad imprevisible. Los juicios contra varios líderes secesionistas serán su
caldo de cultivo.
Dos. Las causas de este triple “no” son dos: la división de la sociedad catalana, respecto al tema de la independencia, en dos partes iguales, y la falta de respaldo internacional a una hipotética secesión catalana.
Tres.
Esta división es evidente, sostenida e indiscutible, y hace imposible forzar
una negociación para la independencia y, menos aún, para una proclamación
unilateral de esta.
Cuatro.
La falta de respaldo internacional al intento secesionista catalán ha sido
confirmada por la reciente sentencia del Tribunal Constitucional alemán,
contraria a la celebración de un referéndum de autodeterminación en Baviera
Cinco.
Los “no” que marcarán la política catalana en el 2017 no deben hacer pensar al
Gobierno central que ha ganado la partida y que el movimiento secesionista se
diluirá como un azucarillo. No. El independentismo ha venido para quedarse.
Seis.
Los independentistas sienten tal desdén por todo lo hispánico, por España y por
el Estado que la articula jurídicamente, que muchos de ellos creen que lograr la independencia será cosa de nada, dependiendo sólo de su querer. Olvidan que,
pese a sus defectos, España es una vieja nación con una mala salud de hierro,
ni mejor ni peor que otras, cuya inercia –la voluntad de seguir siendo– no
puede minusvalorase. Hay que contar con ella
Siete.
Sólo hay una salida: la convocatoria de elecciones autonómicas. Su resultado es
previsible: ganará Esquerra, que podrá formar gobierno coaligándose con otros
dos partidos (uno será, tal vez, el de los comunes; el otro es imprevisible). Oriol
Junqueras será el próximo presidente de la Generalitat de Catalunya y, siendo
un político reservón como es (dícese reservón, en la jerga taurina, del toro
tardo en arrancarse pero que, cuando lo hace, embiste con fuerza y peligro),
puede que sea propicio a un pacto con el Gobierno central, siempre que este
vaya más allá de una oferta de diálogo incolora, inodora e insípida, y se faje
con una realidad que no puede eludir más y que cabe concretar en una quíntuple
demanda catalana:
1)Reconocimiento de la identidad nacional de Catalunya.
2)Competencias identitarias exclusivas.
3)Tope a la aportación al fondo de solidaridad (principio de ordinalidad) y
Agencia Tributaria compartida.
4)Participación en la toma de decisión sobre cuestiones de carácter general a
través del Senado.
5)Consulta a los catalanes sobre si aceptan estas reformas.
Ocho.
Esto no exige una reforma constitucional de cuajo. Buena parte puede lograrse
–como dice Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón– por medio de una disposición
adicional. El problema es querer.