Escena de la película LUGARES COMUNES
Con los dos haikús
anteriores me he limitado a enunciar el tema. La envergadura del mismo exige un
tratamiento más amplio y profundo. El adoctrinamiento siempre ha estado en vigor. Lo que diferencia a unos de otros
son las consecuencias que pueden acarrear, pero estas son inevitables y nunca resultan
ser ingenuas...
No sé cómo, pero hay
que actuar para poner fin a un adoctrinamiento ideológico o político. No es
aceptable que los alumnos de cualquier edad sean inducidos a pensar o tomar
decisiones en la orientación de las opiniones impuestas, aunque sea sutilmente.
No es infrecuente observar deformaciones de la realidad histórica implantadas
en el sistema educativo que adoctrinan con mentiras.
El adoctrinamiento
restringe la libertad de aprendizaje que debería ser, si no lo es, una garantía
constitucional. Si me centro más en los alumnos que en el conjunto de la
sociedad es porque estos son más inmaduros e inocentes para reaccionar contra
la manipulación que conlleva toda suerte de adoctrinamiento.
En la escuela se
predica que hay que despertar la conciencia crítica de los alumnos, pero a
veces dicha "conciencia
crítica" es un aparato ideológico encubierto. Los libros de texto
elegidos, las imágenes, los textos comentados, las declaraciones que se
consideran verdaderas o falsas, omisiones, la falta de relevancia de los temas
controvertidos, los recortes, el intercambio de roles entre opresores y
oprimidos, víctimas y agresores, etc. Todo esto ejerce una labor de zapa que va
minando la voluntad de los alumnos.
Socialmente suelen confundirse los términos: educar y adoctrinar. Al Diccionario de la
Lengua Española le ocurre lo mismo. Casi considera a ambos términos como verbos sinónimos.
Educar:
Dirigir, encaminar,
adoctrinar.
Adoctrinar:
Instruir a alguien en el conocimiento o enseñanza de una doctrina, inculcarle
determinadas ideas o creencias.
Sin embargo, educar
solo puede hacerse en el contexto de una relación interpersonal en la que el
educador asume el destino del educando. No basta con señalar dónde está el
camino y cuál es la meta. Es necesario recorrer juntos esa senda. No es tarea fácil, ¿eh? Por eso el adoctrinamiento tiene tanta vigencia. Antes, el religioso; ahora, el político.
Si no aceptamos que se discutan
las ideas, si castigamos las opiniones contrarias, si no reflexionamos sobre lo
positivo y lo negativo de unas y otras posturas, y obligamos a pensar tal como
lo transmitimos, no estaremos educando, estaremos adoctrinando, formando seres
obedientes, disciplinados, pero carentes de pensamientos propios, fácilmente
manipulables, que estarán viviendo la vida que les dijimos tenían que experimentar
y no la que eligieron, lo que seguramente les traerá disgusto y frustración en el
futuro.
Conservo grato recuerdo de
algunos profesores que tuve en la Escuela Normal de Magisterio de Teruel, pero
ninguno se parecía ni por asomo al del vídeo. No puedo decir lo mismo de la
Facultad de Filosofía y Letras de Barcelona. Aquí, por primera vez, aprendí a
distinguir entre enseñar y adoctrinar y desde entonces he intentado ser
coherente con el principio de que hay que enseñar a pensar, pero no es fácil. Lo reitero. Con frecuencia aparece el desánimo A
veces he llegado a la penosa conclusión de que muchos reclaman que se les
enseñe, a ser posible con una simple fórmula, lo que han de pensar porque supone un relativo esfuerzo mental y
emocional: basta con aceptar dócilmente lo que se te diga sin forzar la mente y propagarlo como si fuese un "loro".
Cuestionarlo exige mucho más esfuerzo en todos los sentidos, no siempre va acompañado con el éxito y, por si fuera poco, hasta suele granjear escasas simpatías porque horada el espíritu tribal...Así
y todo, hay que intentarlo. Contra viento y marea.