A).- PAPELETA DE VOTACIÓN: 9 de noviembre de 2014
¿Quiere que Cataluña sea un Estado?
En casi afirmativo:
¿Quiere que ese Estado sea independiente?
La primera pregunta es una auténtica perogrullada porque se presta a toda suerte de confusiones. ¿Qué es un Estado sin apellido alguno? Joaquín Coll, con evidente sentido del humor, dice “No sabemos si ese Estado es líquido, sólido, gaseoso, federado, confederado...”
Buscando más “apellidos” con algún que otro fundamento se me ocurre – la imaginación es libre – que también pudiera tratarse de un : Estado autárquico, autoritario, totalitario, democrático... Y, haciendo uso de la ironía, podríamos imaginar que pudiera ser un Estado de buenaesperanza...
Y siguiendo con está última vedeja solo se me ocurre añadir que espero y deseo que todo este guirigay que están montando los políticos, y que nos afectan a los sufridos ciudadanos, tenga un alumbramiento feliz.
La ambigüedad en las preguntas provoca respuestas disparatadas... A veces pienso que hay "gato encerrado" en el trasfondo de esta primera pregunta. No sé.
B).- SIMPOSIO: ESPAÑA CONTRA CATALUÑA
El título del simposio que comenzó ayer es tendencioso, partidista y dogmático. Provoca enfrentamiento y discordia. Los autores del mismo se han cubierto de "gloria". La búsqueda de la luz y del rigor parecen brillar por su ausencia. Al menos en el desafortunado título... Espero que el contenido de tal ciclo de conferencias no esté al mismo nivel del título de marras...Y por lo visto, y esto ya es el colmo, dicho ciclo de conferencias está financiado con dinero público que aportamos todos los contribuyentes, comulguemos o no con ruedas de molino...
Podría seguir plasmando la decepción que me han causado tanto la primera pregunta de la supuesta papeleta de votación del próximo 9 de noviembre como el título del simposio, pero desisto porque me falta la serenidad de espíritu y los conocimientos históricos que requieren estos asuntos. Prefiero dar paso a unas consideraciones que acaba de publicar Julián Casanova, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza. Creo que vale la pena leerlas, meditarlas y debatirlas
SEIS CONSIDERACIONES SOBRE HISTORIA, CONMEMORACIONES Y POLÍTICA
La historia es una disciplina compleja y los historiadores un grupo diverso, que toman diferentes caminos y enfoques para aproximarse al material investigado y que interpretan los acontecimientos del pasado de forma diferente. Eso quiere decir que un buen historiador nunca manipulará o distorsionará los materiales que el pasado nos ha dejado, pero dentro de los límites de lo que las fuentes permiten (porque el conocimiento histórico está limitado por las fuentes disponibles), hay un amplio abanico de posibilidades para diferentes interpretaciones.
Las conmemoraciones históricas pagadas por las instituciones políticas -sea el bicentenario de la Constitución de 1812, la Cataluña de 1714 o la guerra civil española- suelen ser buenas pruebas de cómo puede utilizarse el pasado para justificar el presente. Los políticos lo hacen a menudo: deforman la historia para adaptarla a sus propios fines. Y lo pueden hacer escogiendo mitos o lugares comunes que explican sus argumentos o distorsionando las pruebas para llegar al fin deseado. Tiran de la historia, porque toca ese día o porque la agenda lo exige, pero, en realidad, la aproximación que hacen es todo menos histórica, pura invención.
Pese a lo bonita que puede resultar la celebración, no hay un hilo conductor que una aquel pasado de 1714 con el presente, como si la historia de España de los siglos XVIII, XIX y XX hubiera sido una lucha continua de España contra Cataluña y del “pueblo” catalán contra España para mantener sus libertades. La historia proporciona abundantes ejemplos de lo contrario y si ampliamos el enfoque a una historia social, y no sólo política e institucional, donde los obreros y campesinos, clases trabajadoras en general, se constituyen en el principal sujeto histórico, el objeto de estudio “España contra Cataluña” constituye una clara simplificación. Una historia que deje de concentrarse en las vidas y acciones de los dirigentes y preste atención, por el contrario, a amplios segmentos de la población y a las condiciones bajo las que vivían, que desplace el foco de interés desde las elites o clases dirigentes a las vidas, actividades y experiencias de la mayoría de la población, proporcionaría resultados distintos. No creo, por ejemplo, que la historia del anarquismo, tan presente en la Cataluña contemporánea, sus conflictos, luchas de clases y violencia, las ejecuciones en Montjuic, la organización de grupos de pistoleros por parte de la patronal, el terrorismo anarquista o el anticlericalismo, pueda interpretarse como una historia de España contra Cataluña.
Las declaraciones interesadas sobre la historia, ampliamente difundidas por los medios de comunicación, contribuyen a articular una memoria popular sobre determinados hechos del pasado, hitos de la historia, que tiene poco que ver con el estudio cuidadoso de las pruebas disponibles, entendidas en el contexto en que se produjeron. Planteada de esa forma, la historia rescata tradiciones inventadas desde el presente y proporciona lecciones morales.
Los historiadores debemos contribuir al debate, a la cultura, a la formación democrática y a la revisión y reconstrucción del pensamiento político y social. Debemos defender el análisis histórico y el oficio del historiador como un instrumento crítico de aprendizaje de la libertad, de sacar a la luz las partes ocultas del pasado y de proporcionar claves explicativas para revelar las relaciones de opresión y desigualdad, pasadas y presentes. Y aunque el conocimiento del pasado está limitado por las disputas entre historiadores, por los diferentes puntos de vista, por la tensión entre subjetividad y objetividad, lo que debe siempre evitarse es buscar los hechos más convenientes para apoyar las ideas favoritas de los gobernantes. Algo difícil de evitar cuando todo eso se hace y se organiza desde instituciones públicas orientadas por el poder político de turno, en vez desde congresos científicos independientes de ese poder.
Promover una buena educación sobre la historia parece a muchos irrelevante, pero, mientras tanto, las celebraciones oficiales, desde Madrid, Barcelona o Zaragoza, siguen alimentando relatos míticos, simplificados, para consumo popular, a mayor gloria del poder. Por eso sólo generan polémicas y fuertes disputas políticas y mediáticas los congresos de historiadores donde está en juego un relato en el que el pasado se hace presente, aunque sólo en las partes que cumplen la función deseada. El resto de los congresos, como sabemos muy bien los historiadores, pasan desapercibidos (afortunadamente, en muchas ocasiones).
Postdata. Todo lo aquí escrito nada tiene que ver con el calor y poca luz con que una buena parte de los medios de comunicación está tratando el tema del Simposio “España contra Cataluña (o insultando a los historiadores que participan en él) y menos todavía con el hecho de que algunas formaciones políticas lo denuncien a la Fiscalía. La historia es una guía para la comprensión de la diversidad de creencias y culturas humanas. Lo que hacen con ella los políticos y los periodistas que normalmente la ignoran es otra cosa.