sábado, enero 10, 2009

HACE CINCUENTA AÑOS...

Estos gélidos días, lógicos de la estación invernal, que se convierten en noticia sensacionalista, los que ya pintamos canas, echamos la vista atrás y nos pasmamos ante la resistencia al frío que mostrábamos hace medio siglo y la endeblez pusilánime de que hacemos gala ahora. Las noticias que nos llegan sobre el corte de suministro de Rusia a algunos países europeos, acompañadas de las imágenes crudas que conllevan estas privaciones, igualmente nos trasladan a esas épocas ya pasadas que, de alguna manera, contribuyen a la reflexión.

No tenemos conciencia del inmenso cambio que ha sufrido el entorno material de nuestra vida diaria en los últimos 50 años. Habituarse al agua caliente, la climatización a voluntad, el ascensor, el confort, en general, ha sido tan sumamente fácil que hemos olvidado que el mundo entero ha vivido secularmente en circunstancias que hoy consideramos inhumanas. Incluso nos asombramos de que fuéramos capaces de soportar tales padecimientos. Aquella época admirable de fortaleza física y anímica ha desaparecido por completo en el mal llamado Primer Mundo. Ignoramos a los muchos que aún se ven obligados a esa resistencia heroica y nos asustamos como comadrejas ante el temor de que este bienestar se puedan ir al traste...

12 comentarios:

  1. SI, PEROMEJOR QUE AQUELLOS TIEMPOS SE QUEDEN EN EL RECUERDO (SI NO LOS OLVIDAMOS, IGUAL NO SE REPITEN)
    UN ABRAZO...

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  2. Pero es cierto. antes no habia gas, ni electricidad, ni agua corriente o caliente y la gente no moria de frio ni hacia tantos aspavientos. Y ahora no somos capaces de sobrevvir sin ello.

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  3. Recuerdo los sabañones de cuando era pequeña... mi madre calentaba agua y me hacía meter los pies en ese agua y sal... y me hacía un masajito...
    Nunca he tenido un abrigo de piel y me cubro como una cebolla en invierno cuando tengo frío... y me gusta que funcione la calefacción y leer y trabajar con luz...
    Sí, es fácil acostumbrarse a lo bueno y lo bueno sería poder mantenerlo,...
    Saludos, Luis...

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  4. Pues yo sobreviví sin mando a distancia en el televisor y sin aire acondicionado en Sevilla...

    Tienes toda la razón del mundo, pero ya sabes que cuanto más tenemos, más queremos, y más grande es la insatisfacción que genera esa querencia insaciable e infinita. Pero la publicidad ya se encarga de proveernos de toda clase de nuevas neceesidades :-(

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  5. No te sorpenderas si te digo que ya en la época del Imperio Romano, escritores como Apuleyo, hablaban de estas cosas. Hasta en el mito egipcio la invención de la escritura, en pleno Imperio Antiguo, hay una queja amarga sobre lo dañino que ese progreso podría ser para la conservación de la memoría fuera de la mente humana.
    Realmente mirar atrás desde la distancia siempre nos produce una horripilante sensación de alejamiento con respecto a nuestros antepasados.

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  6. Pues yo siento una cierta nostalgia del frío, qué queréis que os diga. Es como si me activase. Y no tengo un re4cuerdo tan malo de cuando en una casa había un cuarto caldeado con una estufa de serrín y en el resto de la casa el aliento era visible. Es decir, no tengo conciencia de que entonces estuviera sufriendo. He conocido a quien, pudiendo hacerlo, se negó a extender la calefacción al resto de la casa. Y a mí el frío me sigue dando una supongo que atávica sensación de higiene. Será que haber sido niño en Teruel deja huella. Salud a todos, que no frío.

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  7. Pues yo cuando era niña salía a mojarme cuando llovía, mi padre también (era en Sevilla); ahora viviendo en Coruña odio la lluvia... quizás todo depende también de lo que se tiene y de lo que no, quién me iba a decir a mí que iba a echar en falta el cielo azul y la luz y que ver el sol es un lujo. Como pensaba que lo era la lluvia. Porque ambas cosas lo son.
    Hay que saber adaptarse al progreso y también romper la tendencia a la resistencia al cambio, pero, como decimos aquí, "a modiño": en su justa medida.
    Los extremos generalmente son malos, menos cuando se atraen ;-)

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  8. Pues así es.
    Nos acostumbramos a los adelantos y al bienestar muy pronto, y cualquier mínima alteración, nos descoloca...casi no tenemos ya capacidad de reacción.
    Un abrazo

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  9. Hace unos días, con motivo de los últimos temporale, hablábamos sobre esto mi hermana y yo, y decididimos que los que somos de pueblo, y cuando digo pueblo, quiero decir 200 habitantes, acostumbramos a decir que hemos pasado de la Edad Media a la Utopia de Huxley, con "soma"(TV) incluído.
    La verdad no me imagino sin calefacción, y sin embargo crecí al amor de braseros y chimeneas. Y prefiero el frío, al calor extremo.
    Tienes razón, no hemos vuelto unos cobardicas. Pero es que es tan rico, estar calentito o fresquito...
    Entrañables recuerdos me has despertado hoy con tus letras amigo.
    Un beso.

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  10. Es que a lo bueno se acostumbra uno rápido. Pero bué, también cuando falta nos arreglamos sin ello y hasta nos volvemos más creativos. Vienes a pasar unos días acá y verás como te acostumbras a que te corten la electricidad, falte combustible, la llamita de la cocina se ponga amarilla y en invierno te lleve cuatro horas cocinar el pollo, de paso paseas. Un abrazo Luis

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  11. Imagínate si las utopías a las que siempre nos aferramos todos se pueden ir al traste, cuánto más una pseudoutopía como la del bienestar del presente.

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  12. Gracias a Groucho, Candela, Borraeso, Fauve, Dr. Krapp, Bernardinas, Mamen, Cristal00k, Mara y Cuyá y Fermín por los comentarios.

    Yo, que soy de un pueblo de una de las provincias más frías de la península, tampoco tengo mal recuerdo de aquella época y de sus carencias. Sin embargo, tras degustar los placeres del bienestar, me temo que resultaría muy difícil un proceso de regresión. Y no hay la menor duda de que dicho progreso nos vuelve más vulnerables, pero también tengo la certeza de que los humanos somos capaces de adaptarnos a cualquier coyuntura. Creo. Sin ir más lejos, recientemente hemos tenido problemas de agua en Cataluña y los consejos para reducir el consumo que se daban en los colegios, a través de los medios, etc. se tradujeron en unos resultados sorprendentes. La experiencia sirvió para verificar el “derrochismo” injustificado en que acostumbramos a caer en épocas óptimas. Más que el ahorro doméstico, lo que me deprimía era ver las fuentes y surtidores públicos cerrados...

    Un abrazo para todos

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