La paz de nuestro fuero interno se aviva cuando ejercemos el acto de perdonar. El perdón es un acto de generosidad y compasión que nos brinda la oportunidad de sanar posibles heridas emocionales, reconstruir relaciones y crecer. En un mundo de imperfecciones y conflictos, nos invita a descubrir el impacto de estos en nuestras vidas y en las relaciones con los demás, así abrimos un camino hacia la reconciliación.
El perdón nos insta a decidir si debemos dejar atrás un error o una herida causada por alguien más. Algunos, entre los que me incluyo, creen que perdonar es liberador , mientras que otros piensan que es signo de debilidad o que no es justo. Perdonar, evidentemente, depende de las circunstancias y escala de valores…
Siempre me pareció el perdón una especie de intención. Y además efímera. Si fuera consistente y sincero sería una práctica continua. Lo malo es que nos enseñaron un falso perdón, un perdón de complejos, un perdón de para hoy y mañana vuelvo a dar la puñalada, en fin, que es una de esas palabras relativas, reducidas y con efecto provisional. Un perdón firme y auténtico implicaría ofrecer la otra mejilla (por utilizar un símil de cierta parábola del mito) ¿Cuántos hemos conocido que pongan la otra mejilla?
ResponderEliminarDepende de la gravedad de la afrenta; perdonar es correcto si te roban y luego te devuelven el dinero, pero si el pájaro vuela...
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