domingo, abril 10, 2011

Invasión del espacio personal y contradicciones



Soy muy celoso de mi espacio personal. Lo necesito como el oxígeno que respiro. Por eso lo paso mal cuando veo invadido “mi territorio” en el bus, en el metro, en el ascensor, haciendo cola... Me cuesta disimular mi incomodidad, desvío la mirada y hago lo indecible para evitar proximidades indeseadas. Incluso cuando mantengo una conversación con algún conocido y éste invade ese espacio privado de límites imprecisos me muevo hacia atrás con disimulo, pero si dicho interlocutor avanza con la pretensión aparente de querer recuperar el terreno perdido, la incomodidad, el malestar y conatos de nerviosismo me invaden. A veces es más estratégico, dicen, dar un paso hacia un lado para poner en evidencia al perseguidor... ¿Cómo no se darán cuenta estas personas de que su cercanía no resulta grata?

Parece ser  que al estudio de las relaciones - de proximidad, de alejamiento, etc.- entre las personas  durante la comunicación verbal, las posturas adoptadas y la existencia o ausencia de contacto físico se le llama “proxémica”, una especie de rama de la Semiótica.  Asimismo, pretende estudiar el significado que se desprende de dichos comportamientos. El hecho de que ya se lleven a cabo estudios sobre este asunto muestra a todas luces que no es una cuestión baladí...y que tampoco soy tan raro, ¿no?

En casa y en el trabajo también me gusta disponer de un espacio personal. Creo que hay que marcar los límites propios para saber respetar los ajenos. Con esto no quiero insinuar que soy un solitario. Nada más placentero que el contacto físico con las personas que gustan, que se estiman o mantener una agradable conversación con quienes saben comunicar y además son receptivas. Pero a veces también necesito alimentar la propia individualidad mediante un espacio propio y silencioso donde pueda hallar esa  soledad deseada. El diálogo  con uno mismo y la necesidad de reflexionar requieren de este entorno un tanto exclusivo de privacidad. Esto no quita que en ocasiones este espacio privado y la consiguiente soledad se vuelvan contra uno mismo y surja la perentoria necesidad de huir de los propios fantasmas buscando en la marabunta humana la manera de afrontar esa ingrata sensación. La vida está llena de contradicciones que nos empujan de la soledad a la comunicación y de ésta al silencio otra vez... Ambos espacios – el privado y el de carácter social -  se necesitan y pueden resultar enriquecedores si se buscan voluntariamente.

Sin embargo hay ocasiones, aunque excepcionales, en que la invasión de este espacio personal no provoca ninguna reacción de animadversión sino todo lo contrario:  resulta perturbadora,  placentera y emotiva. Y en estos casos tengo que hacer ímprobos esfuerzos para controlar mis deseos de explorar la fisiografía que se halla al alcance de mis dedos, de mis manos, de mis brazos... A decir verdad,  tengo la convicción de que toda persona que invade mi espacio más íntimo sin provocar mecanismos de retroceso... es de mi agrado.

21 comentarios:

  1. Esta es una de las cuestiones más sensibles cuando nos presentan a alguien, estamos en público o visitamos países diferentes. Un japonés jamás consideraría violación de su espacio lo que aquí casi es una agresión a la intimidad.
    Y, en efecto, quien no nos molesta aunque traspase el límite, es alguien a quien de verdad queremos.

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  2. El diálogo interno con uno mismo es esencial para meditar y para el desarrollo del crecimiento personal, se necesita, indudablemente, un espacio para uno mismo, que nada tiene que ver con que uno sea incomunicativo, todo lo contrario, es como recargar las pilas, oxigenarnos, llenarnos de paz, para después, poder estar con los demás, desde la tranquilidad y el sosiego.

    Has escrito un post de los que a mí me encantan.

    Un beso, Luis Antonio.

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  3. A mi lo que me preocupa es esa necesidad de explicar y poner nombre a cualquier situación humana poniéndola bajo del microscopio científico para desmenuzarla y apropiarse de ella. Sin embargo es un espacio remiso a la apropiación y la férrea cosificación científica sigue en pañales cuando se atreve con temas de esta guisa.
    Por tus palabras deduzco que le das mucho valor al tema del espacio personal hasta convertirlo en parte de tu territorio emocional y sensual llevándolo incluso al territorio de la picardía masculina.

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  4. Es fundamental para mí tener mi espacio personal y privado. Tanto físico como emocional o de simple funcionamiento....
    Incluso cuando dejo que alguien se acerque lo suficiente, siempre hay una pequeña parte que sigue virgen a estas alturas de mi vida....
    En lo emocional, aunque no es del todo controlable, porque de repente alguien se cuela a pesar de las corazas y las alarmas, tengo mi propio territorio que intento mantener impoluto... porque es mío simplemente.
    En lo físico... me agobia la falta de espacio... Esas situaciones en las que apenas te puedes mover me dan espanto... En el "tú" a "tú", intento mantener las distancias con gente que no conozco, aunque me den ganas de acercarme más... Intento dar el respeto que pido para mí y me molesta enormemente la gente que sin conocerte de nada se acerca demasiado, o que incluso te toca... Pero yo soy tb de tocar, de rozar... cuando alguien me gusta, cuando me encuentro bien con esa persona, se me van las manos.... Y soy consciente de que no a todo el mundo le agrada esto, por eso me corto mucho y me limito a dar rienda suelta a esa necesidad mía sólo con la gente de confianza.

    Un beso, Luis

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  5. No soporto que invadan mi espacio ni que me toquen. Una vez una compañera de trabajo hizo el amago de tocarme y pegué un brinco que se asustó ante mi reacción. Debe ser cuestión de educación. Yo en japón no tendría futuro amigo.
    Besos Luis Antonio.

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  6. Sin lugar a dudas amigo mío, te envidio por tener aún reacciones positivas ante la invasión de lo que es el entorno de tu yo. Por mi parte, tal entorno solo es invadido - y sin pedir permiso - por mi mejor amigo, el de cuatro patas y un gran corazón.
    Por cierto, ¿de dónde sacas tales palabros? Yo hace tiempo que dejé la Facultad, pero no creo haberme quedado tan anquilosado.
    Saludos, y un abrazo.

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  7. A mi me gusta que me invadan... un poquito y sin mala intención.

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  8. Desconocía esa rama de la semiótica, la proxémica. Me apunto el término en mi agenda.

    En cuanto al tema, me siento plenamente identificado con lo que has escrito. Incluso en que a veces me cuesta disimular mi incomodidad.

    En mi caso, en el trabajo, procuro también que las conversaciones, las charlas, la información, no traspase los límites de lo meramente laboral con una pizca -eso sí, no lo discuto- de cordialidad. Pero mi vida "me la dejo en casa", que es donde estoy plenamente a gusto.

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  9. A mí también me gusta tener mi propio espacio, creo q esto le sucede a las personas q necesitamos estar a menudo a solas. Pero todo es contradictorio como bien dices, porque cuando estamos obligados a estar en ese espacio propio, sólo queremos q nos lo invadan, sólo nos gusta cuando lo elegimos nosotros.
    Lo importante es no hacer ese espacio cada vez más grande, por si acaso...no vaya a ser que nos quedemos solos...
    Besoss!!

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  10. Entiendo muy bien lo que dices en esta entrada, pues también yo soy bastante celosa de mi intimidad, de mi espacio, tanto físico como emocional.

    Sin embargo, con cada persona, con cada relación, establezco mi propia distancia. Hay personas a las que permito una determinada proximidad, que a otras no consiento.

    Las relaciones que se establecen entre las personas son únicas e irrepetibles y eso es, bajo mi punto de vista lo mejor y lo más interesante.

    Un fuerte abrazo, Luís Antonio.

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  11. Creo que esas situaciones se dan sobre todo en el trabajo. Yo siempre mantengo una distancia, que es la que creo conveniente, sobre todo con las personas con las que tengo menos confianza (si tengo confianza no tengo inconveniente en llegar a las manos -en el buen sentido);pero sí es verdad que a veces se te acercan demasiado, de forma que necesitas dar ese paso atrás que dices, porque la distancia no es adecuada. Sin embargo no creo que el otro lo haga con mala intención, pienso que se debe a que cada uno tiene su propia interpretación de la distancia necesaria. Me ha pasado tanto con hombres como con mujeres.

    En fin, todos somos muy celosos de nosotros mismos pero no podemos estar sin la cercanía de los demás. Todo es relativo. Creo que el contacto físico es necesario y sano pero claro no te puedes colgar del cuello de cualquiera.

    Unos besos cariñosos. Mira a qué horas vengo por aquí.

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  12. A PEDRO OJEDA ESCUDERO:

    Pues la idea que yo tengo de las costumbres japonesas es que no se debe mirar directamente a los ojos a una persona porque podría ser mal interpretado como una provocación; en el caso del contacto físico (dar la mano , palmotear la espalda, etc.) es algo prácticamente inaudito para un japonés. Dicen que lo más adecuado es hacer el saludo con una reverencia. Supongo que cuando haya más conocimiento de la persona habrá más aproximación física.
    Mucha suerte, Pedro.

    A MARÍA:

    Me agrada que coincidamos, María, y que te haya interesado el tema
    Besos

    AL DR. KRAPP:

    No sufras que la palabra “proxémica” todavía no ha llegado a los diccionarios.
    Sin duda, el espacio más íntimo es el “corralito” de las emociones: ternura, amor, deseo... Estoy seguro de que tú, aunque no lo manifiestes a las claras, también lo tienes.

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  13. A NOVICIA DALILA:

    Yo creo que cuando una persona te agrada, la aproximación y el roce son sumamente placenteros. El problema se plantea cuando se te aproxima alguien indeseado...¿no?
    Besos, Novicia

    A ROSALÍA:

    Al contrario, en Japón guardan mucho las distancias...
    Estoy seguro de que no reaccionas igual cuando se te aproxima alguien de tu gusto.
    Besos, Rosalía

    A CARLOS GALEÓN:

    La palabreja, en cuestión, todavía no ha llegado a los diccionarios. Está sí que es un neologismo. Viendo y disfrutando de tu escritura te puedo asegurar que no te has quedado anquilosado para nada...
    Un abrazo

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  14. A GROUCHO:

    ¿Te gusta que te invada cualquiera? No me lo creo...Imagínate que se te aproxima J. M. Aznar...

    A FERMÍN GÁMEZ:

    A veces fuera de casa también se disfruta de alguna invasión grata del espacio personal, ¿no?

    A VANESSA:

    La invasión de ese espacio mutuamente deseada es siempre bienvenida, ¿no?
    Besos, Vanessa

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  15. A CRISTAL:

    Como siempre, estoy de acuerdo contigo. Pero te aviso, si un día te diviso en mis cercanías voy a invadir tu espacio. Ya está bien de abrazos virtuales, ¿no?

    A ANGIE:

    Lo expresa bien, “todos somos celosos de nosotros mismos pero no podemos estar sin la cercanía de los demás”, pero concretaría más el final.
    Gracias por tus besos cariñosos, que al margen de la hora de tu visita, siempre son bienvenidos...
    Ahí van los míos acompañados de roce

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  16. Cuando yo viajé hace muchos años por el oriente durante meses y meses, me llamó la atención la diferente concepción de la privacidad que tenían los indonesios, malayos, tailandeses... Yo llegaba con pruritos de individualidad como los que tú muestras, y allí me encontré que mi espacio formaba parte del espacio común. Lo notaba en cómo me abordaba la gente y se ponía a hablar conmigo, o como apretados en los buses atestados con el triple de ocupación de lo que permitía el aforo, mujeres desconocidas apoyaban su cabeza en mi hombro y se ponían a dormir con toda tranquilidad. El contacto físico era inevitable en aquella comunicación obligada de cuerpos en un espacio mínimo. Todo el mundo estaba pendiente de todo el mundo, y los objetos personales formaban parte de la curiosidad general. Me di cuenta de que mi concepción de ese espacio de privacidad es un valor cultural propio de una sociedad individualista menos original que lo que pretendemos creer. En todo caso, yo disfruté (y a veces sufrí) esa invasión que me llegó a resultar cálida y estimulante, pero es que allí al hálito individual se le da muy poca importancia, aunque para nosotros es el fundamento de nuestra weltanschauung. Prismas distintos.

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  17. Pues supongo que conservamos esa "territorialidad" de especie de nuestros ancestros, más allá de etnias y culturas.
    Todos necesitamos ese mínimo espacio personal, que varía según las personas... para no sentirnos invadidos en lo más íntimo.
    Y totalmente de acuerdo con la última frase de tu post.

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  18. A Cristal00k:

    La proximidad de las personas nos da más información que la más larga de las conversaciones...

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  19. Anónimo12:59 a. m.

    a mi lo que me incomoda es cuando viene mi hermano y su flia. y se apoderan de todos los espacios y me siento asfixiada. Y no es lo que hace si no lo frecuente, como no es mi casa si no de mis padres, sin derecho a replica. Y me siento excluida de todo.

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