Sobre esta técnica narrativa se ha escrito largo y tendido, pero cada cual la lleva a cabo a su manera. Si siguiéremos normas ajenas dejaría de ser monólogo personal e íntimo.
La técnica da mucha libertad y lo consecuente es hacer uso de la misma.
Utilizar los tiempos verbales en pasado, en presente, en futuro... Lo fundamental es expresarse en 1ª persona y dar rienda suelta al propio pensamiento sin más condicionamientos que los que se quiera imponer uno mismo. Si no los hay, mejor...
En su día tanto Virginia Woolf como James Joyce lo inmortalizaron. Ahí están Las olas y Ulises como testimonio documental de ello.
Se dice que el pensamiento ha de expresarse al margen de la lógica del lenguaje. El caos mental, que es lo natural, rehúye reglamentación alguna.
Desorden, caos, incoherencias, repeticiones, exclamaciones, interrupciones, mezclas de ideas propias y ajenas, incumplimiento de todo lo que suene a normativa sintáctica, ortográfica, etc.
Al final llegas a una conclusión frustrante. Si difícil es seguir la norma, tanto o más lo es ignorarla.
Así pues, monologar se convierte en un ejercicio mental y de expresión harto complejo.
He leído varios monólogos de expertos en dicha técnica y he llegado a la conclusión de que el que más y el que menos se somete a alguna modalidad de condicionante que hace cuestionar la supuesta naturalidad de dicha técnica...
De hecho, yo siempre pongo como ejemplo un monólogo interior tan excepcional como este de James Joyce, en donde se pone de manifiesto lo que tú dices y, además, toda la ironía necesaria para sostenerlo: el final de Niebla, de Unamuno.
ResponderEliminarEstoy seguro de que tus alumnos aprenden y disfrutan con tus clases, Pedro
EliminarDos magníficos ejemplos has puesto. Sin olvidar la poesía, tan vinculada al monólogo interior, suponiendo un ejemplo aún más evidente que la novela en esta cuestión.
ResponderEliminarAsí a bote pronto, de lo que he leído sin ser poesía, añadiría a la asombrosa Clarice Lispector en “Un soplo de Vida”, un libro muy bello y difícil de clasificar… precisamente por el gran protagonismo del monólogo interior, Clarice da rienda suelta a su mundo sensorial, una secuencia caótica de impresiones, momentos, reflexiones, silencios.
Pero todo escritor tiene un método, y los diestros en monólogo interior no son excepción, estos poseen una técnica literaria (el saltarse ciertas pautas y normas narrativas es en sí otra técnica), y su naturalidad expresiva o libertad de estilo responde a una estrategia preestablecida del escritor, lo que ya le resta, paradojas, naturalidad.
Pero sin duda, lo más determinante es el propio condicionamiento de la literatura en cuanto a modelo de expresión, ese monólogo interior está integrado en la literatura, que ya presupone una estructura primaria, un andamiaje dado que sustenta a todo el edificio literario y que no se puede romper, eso sí, luego cada uno decorará el interior de su casa (el libro) como le plazca, más o menos original, más o menos esto, o más o menos aquello otro.
Tal vez eso de la naturalidad sea una valoración confusa o no del todo exacta, al menos en el ámbito literario.
Da juego tu entrada, Luis Antonio.
Un fuerte abrazo.
Si algún mérito tiene la entrada es provocar comentarios ricos y pedagógicos como el tuyo.
EliminarUn abrazo y gracias, Paco
El monólogo final de Molly Brown en el Ulises es uno de los textos que más me ha influido a la hora de ponerme a escribir. Te aseguro que veo bastante coherencia en esos escritos y aunque obviamente no se puede reproducir en plenitud el encadenamiento mental se acerca bastante a su idea primigenia. Estoy pensando en lo que tienen en común Molly Brown y la protagonista de Cinco horas con Mario, Carmen Sotillo, dos peronajes que no nos llegarían más completos si no nos llegasen en forma de monólogo.
ResponderEliminarUn abrazo
Has citado una de las novelas de Delibes que más me ha impactado como lector. He conocido a alguna mujer con evidentes connotaciones asociadas a Carmen Sotillo
EliminarUn abrazo