El tercer centenario de
Robinsón Crusoe me trae bellos recuerdos. Es posible que esta obra fuese para
Defoe una especie de instrumento que le permitió expresar sus ideas un tanto
conservadoras y moralizantes a partir de un protagonista que se superaba a sí
mismo y lograba sobrevivir. No pocos educadores, tal es el caso de Rousseau, la
recomendaban vivamente a los jóvenes al considerarla una obra básica en todo
proceso educativo.
Su trascendencia ha sido de tal
calibre que hasta en el Diccionario de la RAE encontramos los términos
"robinsón", "robinsonismo" y "robinsoniano", dos
sustantivos y un adjetivo pertenecientes a aquel que, "en soledad y sin ayuda ajena llega a bastarse por sí mismo".
Y esto es lo que le había ocurrido al marinero Alexander Selkirk, el verdadero
náufrago en que Daniel Defoe basó su inmortal relato de aventuras.
Robinson ejemplifica al hombre
que lucha contra un entorno natural e inhóspito y que ha de fabricarse una
civilización a su manera, construyéndola de la nada, e incluso integrando en
ella a un indígena, lo cual simboliza el colonialismo y el imperialismo
británico.
Defoe lograría construir un
relato de algo que, en apariencia, sonaba a pura utopía que un hombre
permaneciera veintiocho años en una isla desierta. Y sin embargo, era la
recreación de algo posible: levantar una cabaña, aprender a subsistir en un
entorno salvaje, soportar el abatimiento
de tanta soledad y carencia de recursos de toda clase. El héroe de Defoe, lejos
del hundimiento que le pudo conducir a un destino fatal, se esfuerza en la
creación de un micromundo que le proporcione seguridad, calor, incluso
comodidad. La razón, una vez más, se impone al caos; la capacidad inventiva a
la poderosa naturaleza, la fe en uno mismo a la previsible tristeza...
Bibliografía: Qué leer, nº 252
Para mí Robinson Crusoe es una metáfora del recorrido de los individuos en general en su historia. Desde siempre el hombre ha tenido que hacer frente a soledades, aislamientos, dificultades, esfuerzos, a un sobreponerse y seguir avanzando, con sus límites, dificultades, incomprensiones. El encuentro entre humanos a través de la tribu, luego de la ciudad o del Estado supone el gran salto der ser simples robinsones, pero siempre nos acecha la constante de seguir siéndolo siquiera en nuestra individualidad.
ResponderEliminarHay otro libro muy interesante de Defoe, "Diario del año de la peste", que hace meditar mucho. El título ya expresa de qué va.
Buen día, mejor estar.
Vivir en soledad no debe ser tan fácil puesto que la mayoría busca una tribu que le dé cobijo y calor. Tampoco hay que olvidar el tópico de que "mejor solo que mal acompañado..."
EliminarTomo nota de ese libro. Fomentar la meditación es muy saludable para la mente y el espíritu.
Un abrazo
Una magnífica novela de Defoe, que leí de niño, y nos permite variadas reflexiones.
ResponderEliminarMe he quedado pensando en tu final; “la razón, una vez más, se impone al caos”, a mí me gusta poner las cosas del revés para también pensarlas desde esa perspectiva, y viéndolo así, me parece ver al caos como el gobernador indiscutible de este cotarro existencial, no hemos desterrado al caos, es éste el que permite, condescendiente con nuestra fragilidad y presencia fugaz, pequeñas victorias a la razón, vanas ilusiones que nos hacen creer en “nuestro incontestable dominio” sobre el libre albedrío natural.
De vez en cuando llega algún tsunami gigantesco y entierra en el mar, el lodo y los escombros unas cuantas “miles de razones”. O cualquier otra grave irresponsabilidad humana. Nuestra lógica está dentro de otra lógiga mucho más poderosa e inabarcable, la de la naturaleza, ésta, de momento, se apiada algo de nosotros.
Robinson Crusoe, de naufragar hoy, no estaría aislado en su isla, en la era tecnológica y digital nadie es invisible, hoy el Gran Hermano con su ejército de drones, radares, gps, smartphones, aplicaciones informáticas, etc, etc, nos vigila con más precisión que nunca.
Nos ha quitado nuestra condición de náufragos.
Pero además, hoy no hubiese sobrevivido alegremente 28 años en la isla… el efecto invernadero, la exigua capa de ozono y demás daños medioambientales hubieran hecho estragos en el pobre inglés, un melanoma hubiera acortado su estancia, o la ingesta de pescado con metales pesados, o plástico… ya me callo, jaja.
Un placer leerte y gracias por dar pábulo a mis pensamientos náufragos.
Ese es el problema, "el sentido común es el menos común de los sentidos". Y así nos va...
EliminarNo sé si "nos ha quitado nuestra condición de náufragos" o más bien tenemos la falsa presunción de que estamos acompañados. Sí estoy seguro de las bondades de sentirse solo: en dicho estado somos capaces de descubrir nuestras múltiples posibilidades. Dejarnos conducir por los demás, por las instituciones o por las creencias nos limitan y maniatan. Creo.
Con lo que auguras a los posibles robinsones contemporáneos, no me extraña nada que haya pocas vocaciones...
Un abrazo
El Robinson de hoy en día ( en ésta sociedad de consumo) quedaría sepultado, perdido, marginado o tal vez emulado por el indigente que lucha cada día en medio del asfalto y la tecnología…y son pocos los que se percatan, por no decir que ninguno lo percibe, aunque se tenga al lado y él prevalezca en su disfraz o ente singular en ese medio hostil, por la carencia de todo tipo de medios y recursos básicos…sobreviviendo o al menos lo intenta recurriendo a esos flecos sueltos, pero sin llegar a vislumbrar una salida…el reinventarse en medio del caos es tarea cuando menos predispuesta para un Robinson que de la mano de un Defoe…se reinvente la vuelta a la catarsis de los anhelos… Me ha gustado este recuerdo a las primeras lecturas…
ResponderEliminarUn abrazo
Creo que hoy en día también hay "robinsones" entre las multitudes.
EliminarLa vida anímica del hombre no se encierra en el interior de su ser, sino que se proyecta hacia fuera y se manifiesta en la convivencia con los otros y con las cosas de nuestro entorno. La persona humana como totalidad supone un desplegué y un desarrollo de todas sus virtualidades en contacto y en intercambio con el medio ambiente que le envuelve, le reclama y le configura; de tal modo que todo el curso de su vida puede reducirse al esfuerzo de una incesante adaptación a las circunstancias cambiantes y que implica un inacabado aprendizaje y reajuste total
Un abrazo
Z, José Palomar: Me gusta tu comentario. Cuando la leí (hace toda una vida) no pasé a reflexionar, simplemente viví las aventuras.
ResponderEliminarAl releerlo tras varios años descubrí las enormes enseñanzas pedagógicas que encierra esta mítica narración. Hay que repetir la lectura de las grandes obras. Ahora estoy otra vez con el Quijote y no paro de descubrir nuevos pensamientos y decires...
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