viernes, febrero 01, 2008

MI ESCUELA DE PRIMARIA: RECUERDOS SESGADOS


La verdad es que los primeros tiempos de mi infancia aparecen en mi memoria un poco confusos. Como si pertenecieran a otra vida y a otro planeta lejano del que piso ahora. Lo que da unidad a toda mi vida y de alguna manera la vertebra ha sido, y seguirá siéndolo mientras pueda, la escuela. Primero como alumno y después como docente. Y hasta en mi actual circunstancia la escuela sigue formando parte de mi vida. Muchas escuelas de todos los tamaños, condiciones y diferentes contextos se hallan en mi memoria. Ninguna me ha dejado mal recuerdo. Al contrario. Hoy, sin embargo, toca hablar de una escuela concreta de mi etapa infantil.

La escuela de aquel pueblo turolense donde viví de los 7 a los 13 años era espaciosa, tenía un patio de recreo muy extenso en el que llegamos a cultivar un pequeño huertecillo de forma personalizada y luego se construyó un frontón de grandes dimensiones. Muchos años después, al retornar de visita a este lugar, las dimensiones habían menguado considerablemente. En aquella escuela, antes de entrar a las aulas, formábamos en el patio con cierto aire militar un tanto desmadejado y cantábamos al sol unas estrofas sobre “la camisa”,”la primavera”, “el cielo”, “la tierra”, “los luceros”,” muerte”, “risas”, “el alemán”... que, lo confieso, nunca puse empeño alguno en memorizar del todo. Años después descubrí que no era "alemán" sino "ademán"... Cantar por obligación es penoso y desvirtúa un acto que debería ser festivo. Tras izar las banderas con solemnidad, las chicas con sus maestras se dirigían en fila hacia sus aulas del piso de arriba y los chicos con los maestros hacíamos lo propio hacia la planta baja.

Dos maestros me han dejado poso en mi memoria: Don José, entrañable, de 2º grado, con su siempre impoluto guardapolvo gris oscuro que me felicitó por saber hacer raíces cuadradas a los siete años y Don Ángel, alto, con el ceño siempre fruncido, también con guardapolvo, de color indefinido, coleccionista de palos, con un peculiar sentido del humor y de la democracia ya que nos dejaba elegir entre “el jarabe de palo o la crema de pino” a la hora de poner a prueba, con sonoros chasquidos, la fortaleza de las palmas de nuestras manos abiertas hacia arriba en actitud de espera temerosa... A él, sin embargo, además de deberle algún endurecimiento calloso de las palmas de las manos le tengo que agradecer el conocimiento precoz del “Quijote”, único libro de lectura del grado 3º, en adaptación infantil y que, sin exagerar, leímos varias veces seguidas. Los trabajos de marquetería que hacíamos en clases de trabajos manuales me resultaban amenos y muy gratificantes. Aún debe estar por la buhardilla de mi casa del pueblo un cofre, lleno de filigranas y tapizado con falso terciopelo rojo, que ha sido mi tesoro más preciado durante muchos años.

La leche en polvo que se nos obligaba a beber antes de salir al recreo era el peor de los momentos de la jornada escolar y me ha dejado una huella indeleble. Este episodio de la leche de la Ayuda Americana y, a veces, un misterioso queso rosa forma parte del florido pensil y de la nostalgia escolar de aquella generación. Los vasos de plástico amarillo mal lavados, sin secar ni ventilar debidamente, con restos blanquecinos en su fondo, despedían un olor nauseabundo. Siempre he pesado, sin fundamento, que la frase "aquellos polvos generaron estos lodos" tenía algo que ver con la leche en polvo americana... Durante mi estancia en Cuba no hace mucho, tuve oportunidad de reencontrarme con la leche en polvo, don racionado y preciado allí, y no pude evitar que se avivaran estos recuerdos de la infancia, quizás un tanto desvirtuados.

Los sábados, venía el cura párroco a la escuela, hacía un dibujo en la pizarra y escribía un resumen del Evangelio del domingo o de algún episodio biblíco que copiábamos con bastante agrado. De vez en cuando también venían unos maestros de fuera a explicarnos con énfasis cosas del espíritu, de la nación, del destino universal y todo eso.


Aún presumo, cuando me instigan a hacerlo con cierta rechifla, de saberme la lista de los reyes godos: Ataúlfo, Sigerico, Walia, Teodorico, Turismundo, Alarico, Recaredo, Liuva, Witerico, Gundemaro, Sisebuto, Recaredo, Shuintila, Sisenando, Khintila, Tulga, Khindasvinto, Recesvinto, Wamba, Ervigio, Egica, Witiza y Don Rodrigo. No sé si están todos y correctamente escritos. Las risas de mis hijos y el cachondeo de mi esposa cuando les recito este listado de insignes godos compensa los nervios y el esfuerzo que en su día supuso memorizarlos.

4 comentarios:

  1. Hola, Luis:
    Te agradezco hayas plasmado estos recuerdos de tus años en una escuela rural. Aunque soy algo más joven también viví circunstancias similares.
    Un saludo,

    José María

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  2. Anónimo1:01 p. m.

    Yo soy algo más viejo y también canté eso del "alemán". Y además de la leche en polvo comí un queso malísimo que me sentaba con un trueno en el estómago.

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  3. Jo, Luís Antonio. Me ha encantado leer esta entrada tuya sobre tu escuela.

    En la foto estás igual a cómo te imagino, te faltan solo la perilla y las gafas.

    Mi generación se salvó de la lista de los Reyes Godos, pero no de la maldita leche en polvo, aquella especie de engrudo vomitivo que has descrito también, sobre todo el olor, y el dichoso queso, que en mi caso era amarillo y no rosa.

    También me libré de cantar la canción esa que mencionas y el formar en el patio. Nosotras desfilábamos en el hall de la primera planta del colegio con el sonido de un piano.

    Algún día le dedicaré una entrada a esos primeros recuerdos de infancia.

    Un beso, Luís.

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  4. Entrañable tu recuerdo de la escuela primaria... Cuando a veces nos preguntamos por qué somos como somos, me viene a la cabeza mi enseñanza y las personas que te dejaron otra manera de mirar y de mirarte.
    Feliz domingo
    Un abrazo maño

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