Colometa lucha por reconliarse con la vida
Ayer sábado 5, mientras los Reyes Magos iniciaban su trabajo nocturno y furtivo de llevar sueños a muchos niños, fui con mi familia al Teatre Nacional de Catalunya a ver la versión teatral de la novela más célebre de Mercè Rodoreda, La Plaça del Diamant. La producción de treinta actores del TNC, en adaptación teatral de Josep Maria Benet i Jornet, inició los actos que recordarán a lo largo de 2008 el centenario del nacimiento de la escritora.
Argumento: La Plaça del Diamant explica la historia de Natàlia, conocida universalmente como Colometa, y con una crónica fiel de Barcelona y muy especialmente del barrio de Gracia. Natàlia es una de las muchas chicas que acepta con resignación su vida y su matrimonio. Puesta en boca de la protagonista, Natàlia, la obra narra un extenso período de su vida, desde que conoce a Quimet en el baile del entoldado de la Fiesta Mayor de Gracia y éste le impone el nombre de Colometa hasta que, avanzada la posguerra y casada por segunda vez, se libera del pasado y vuelve a reconciliarse con la vida. Porque Colometa, desde la perspectiva de una chica sencilla, vive intensamente y no sin dificultades de todo tipo el noviazgo y la vida matrimonial, el nacimiento de sus hijos y, como telón de fondo, la llegada de la República, de la Guerra Civil y de la posguerra.
Colometa lucha por borrar el estigma del pasado y reconciliarse con la vida: Su voz, en un lenguaje directo y coloquial, revive toda una serie de vivencias en las que el espacio personal, interior, se mezcla con la crónica colectiva, vivida o, mejor dicho, sufrida dolorosamente. Obsesivamente, como muestra la presencia de las palomas que llegan a inundar la casa. Muerto el esposo y los amigos en la guerra, se siente vencida, ella y sus hijos, cerrados todos los caminos de la supervivencia, y, en un momento extremo, es salvada por Antoni, el tendero, que le había vendido las “vezas” para las palomas. Sin embargo, la aparente tranquilidad exterior no le trae la paz: Colometa se crea un mundo interior que, en el fondo, es la añoranza de un pasado, de una vida, de una juventud perdida indefectiblemente. Hasta que, después de casar a la hija y en un último intento por recuperar el pasado, se libera de él con un gran grito de desesperación. En realidad, este grito, profundo, casi visceral, es la novela La Plaça del Diamant.
Colometa es un personaje femenino muy moderno, profundo y sensible: Natàlia (Colometa), recreado por Sílvia Bel, remacha la historia lanzando un grito profundo y reivindicativo de su individualidad. Natàlia al principio adopta un papel de observadora de las cosas que le pasan hasta que toma las riendas de su vida. El contexto no daba para más... Es un personaje que asume con lucida resignación el silencio que se le impone como mujer en las primeras décadas del siglo XX. La Colometa de Mercè Rodoreda fascina precisamente porque comparte con el espectador un largo silencio que sólo un grito puede liberar. Se trata de la historia de una mujer insignificante, de un ser corriente, transformada en gesta por la coherencia y fuerza de todo lo que nunca no va a salir de su relato callado.
Otros personajes: Quimet (Marc Martínez) es el miliciano ebanista, el primer marido de Colometa en la primera parte. Egoísta, con nostalgias no superadas, y muy lejos de colmar el ansia de Colometa de ser algo más que la mujer de la casa, madre y cuidadora de unas palomas que la sumen en un trastorno patológico del que le costará liberarse. Quimet y Colometa se casan supuestamente por amor y fracasan. Carles Martínez recrea a Antoni, el segundo marido, el propietario de una droguería, un personaje aparentemente opaco, soltero, trabajador, generoso, educado, sumido en la soledad con deseos de hace suya una familia, aunque no sea la propia. Antoni y Colometa se casan por conveniencia y del respeto y cariño mutuos, ajenos a la pasión, surge la realización de ambos.
Algunas reflexiones: No sé qué pensarán los espectadores jóvenes, pero creo que el espíritu de la obra de Rodoreda está dirigido, aun siendo de valores universales, a la generación que ha oído muchas veces aquella frase de “no sabes lo que es una guerra y pasar hambre y penurias”
La música, casi cinematográfica, envuelve los tres clímax de la obra que tiene también música de baile en directo. Soberbia iluminación. La escenografía, realista con maquetas de tamaño real que se deslizan sigilosamente por una especie de raíles camuflados del escenario, transporta la acción a las plaza del barrio barcelonés de Gracia y a sus calles; traslada la acción en la segunda parte a una azotea convertida en palomar agobiante y, con un lenguaje más costumbrista en la tercera, se sitúa en la droguería y casa de Antoni.
La obra, dada su extensión, tiene altibajos.. Pero frente a todo ello, en el plato positivo de la balanza, pesan, y pesan mucho, los buenos momentos. El segundo acto es espléndido. La magnífica adaptación de Benet i Jornet - que evoca con eficacia la base novelesca y en primera persona del espectáculo- permite al director una precisa, escueta y a la vez conmovedora descripción del proceso trágico de la guerra, con el recuerdo del palomar convertido en penumbroso y escultórico recuerdo. Los efectos especiales, caracterizadores de la guerra, me parecieron escasos y un tanto timoratos.
Al principio, en la primera parte, Silvia Bel (Colometa) está muy lejos de la imagen triste y melancólica que nos dejó el recuerdo de Silvia Munt (la Colometa de la serie televisiva de hace ya unos años). Las comparaciones son inevitables. Pero luego, con la caracterización de la edad más avanzada resplandecerá la intuición e inteligencia de la actriz. Silvia Bel resulta convincente, enérgica y mesurada, indignada y tierna, un prodigio de sensibilidad.
A pesar de la satisfacción que creo he manifestado, aunque sea de una forma un tanto soterrada, he de confesar que la adaptación al teatro y la escenografía deslumbrante, siendo buenas, me han provocado nostalgia de la novela. La obra de Rodoreda me permite imaginar a los personajes y los ambientes. La concreción y materialización que se consigue en la adaptación teatral queda lejos de la ficción fantástica, quizás, que me sugiere la novela. Algunos dirán que esta sensación es normal cuando pasamos de la lectura al cine o el teatro. No siempre es así, recuerdo que la serie de Los gozos y las sombras de Torrente Ballester me resultó superior a la lectura de la extensa trilogía...
Fuerte ovación final para el nutrido elenco de actores, arreciada en cuanto apareció, al fondo de la escena, una gran foto de la inmensa Mercè Rodoreda.
Argumento: La Plaça del Diamant explica la historia de Natàlia, conocida universalmente como Colometa, y con una crónica fiel de Barcelona y muy especialmente del barrio de Gracia. Natàlia es una de las muchas chicas que acepta con resignación su vida y su matrimonio. Puesta en boca de la protagonista, Natàlia, la obra narra un extenso período de su vida, desde que conoce a Quimet en el baile del entoldado de la Fiesta Mayor de Gracia y éste le impone el nombre de Colometa hasta que, avanzada la posguerra y casada por segunda vez, se libera del pasado y vuelve a reconciliarse con la vida. Porque Colometa, desde la perspectiva de una chica sencilla, vive intensamente y no sin dificultades de todo tipo el noviazgo y la vida matrimonial, el nacimiento de sus hijos y, como telón de fondo, la llegada de la República, de la Guerra Civil y de la posguerra.
Colometa lucha por borrar el estigma del pasado y reconciliarse con la vida: Su voz, en un lenguaje directo y coloquial, revive toda una serie de vivencias en las que el espacio personal, interior, se mezcla con la crónica colectiva, vivida o, mejor dicho, sufrida dolorosamente. Obsesivamente, como muestra la presencia de las palomas que llegan a inundar la casa. Muerto el esposo y los amigos en la guerra, se siente vencida, ella y sus hijos, cerrados todos los caminos de la supervivencia, y, en un momento extremo, es salvada por Antoni, el tendero, que le había vendido las “vezas” para las palomas. Sin embargo, la aparente tranquilidad exterior no le trae la paz: Colometa se crea un mundo interior que, en el fondo, es la añoranza de un pasado, de una vida, de una juventud perdida indefectiblemente. Hasta que, después de casar a la hija y en un último intento por recuperar el pasado, se libera de él con un gran grito de desesperación. En realidad, este grito, profundo, casi visceral, es la novela La Plaça del Diamant.
Colometa es un personaje femenino muy moderno, profundo y sensible: Natàlia (Colometa), recreado por Sílvia Bel, remacha la historia lanzando un grito profundo y reivindicativo de su individualidad. Natàlia al principio adopta un papel de observadora de las cosas que le pasan hasta que toma las riendas de su vida. El contexto no daba para más... Es un personaje que asume con lucida resignación el silencio que se le impone como mujer en las primeras décadas del siglo XX. La Colometa de Mercè Rodoreda fascina precisamente porque comparte con el espectador un largo silencio que sólo un grito puede liberar. Se trata de la historia de una mujer insignificante, de un ser corriente, transformada en gesta por la coherencia y fuerza de todo lo que nunca no va a salir de su relato callado.
Otros personajes: Quimet (Marc Martínez) es el miliciano ebanista, el primer marido de Colometa en la primera parte. Egoísta, con nostalgias no superadas, y muy lejos de colmar el ansia de Colometa de ser algo más que la mujer de la casa, madre y cuidadora de unas palomas que la sumen en un trastorno patológico del que le costará liberarse. Quimet y Colometa se casan supuestamente por amor y fracasan. Carles Martínez recrea a Antoni, el segundo marido, el propietario de una droguería, un personaje aparentemente opaco, soltero, trabajador, generoso, educado, sumido en la soledad con deseos de hace suya una familia, aunque no sea la propia. Antoni y Colometa se casan por conveniencia y del respeto y cariño mutuos, ajenos a la pasión, surge la realización de ambos.
Algunas reflexiones: No sé qué pensarán los espectadores jóvenes, pero creo que el espíritu de la obra de Rodoreda está dirigido, aun siendo de valores universales, a la generación que ha oído muchas veces aquella frase de “no sabes lo que es una guerra y pasar hambre y penurias”
La música, casi cinematográfica, envuelve los tres clímax de la obra que tiene también música de baile en directo. Soberbia iluminación. La escenografía, realista con maquetas de tamaño real que se deslizan sigilosamente por una especie de raíles camuflados del escenario, transporta la acción a las plaza del barrio barcelonés de Gracia y a sus calles; traslada la acción en la segunda parte a una azotea convertida en palomar agobiante y, con un lenguaje más costumbrista en la tercera, se sitúa en la droguería y casa de Antoni.
La obra, dada su extensión, tiene altibajos.. Pero frente a todo ello, en el plato positivo de la balanza, pesan, y pesan mucho, los buenos momentos. El segundo acto es espléndido. La magnífica adaptación de Benet i Jornet - que evoca con eficacia la base novelesca y en primera persona del espectáculo- permite al director una precisa, escueta y a la vez conmovedora descripción del proceso trágico de la guerra, con el recuerdo del palomar convertido en penumbroso y escultórico recuerdo. Los efectos especiales, caracterizadores de la guerra, me parecieron escasos y un tanto timoratos.
Al principio, en la primera parte, Silvia Bel (Colometa) está muy lejos de la imagen triste y melancólica que nos dejó el recuerdo de Silvia Munt (la Colometa de la serie televisiva de hace ya unos años). Las comparaciones son inevitables. Pero luego, con la caracterización de la edad más avanzada resplandecerá la intuición e inteligencia de la actriz. Silvia Bel resulta convincente, enérgica y mesurada, indignada y tierna, un prodigio de sensibilidad.
A pesar de la satisfacción que creo he manifestado, aunque sea de una forma un tanto soterrada, he de confesar que la adaptación al teatro y la escenografía deslumbrante, siendo buenas, me han provocado nostalgia de la novela. La obra de Rodoreda me permite imaginar a los personajes y los ambientes. La concreción y materialización que se consigue en la adaptación teatral queda lejos de la ficción fantástica, quizás, que me sugiere la novela. Algunos dirán que esta sensación es normal cuando pasamos de la lectura al cine o el teatro. No siempre es así, recuerdo que la serie de Los gozos y las sombras de Torrente Ballester me resultó superior a la lectura de la extensa trilogía...
Fuerte ovación final para el nutrido elenco de actores, arreciada en cuanto apareció, al fondo de la escena, una gran foto de la inmensa Mercè Rodoreda.
Me gusta mucho el comentario que haces de la obra y de los personajes. No lo hubiera descrito mejor.
ResponderEliminarEl pasado viernes vi la obra en el auditorio de Granollers y la verdad no me transmitio el sentimiento a que haces referencia del hambre y las penurias de la guerra. Cosa que la novela se hace palpable. No, me acabe de introducir en la obra… era dificil y a mi entender no acabaron de transmitir al publico!
ResponderEliminarQué alegría hallarte por aquí, Luis...
ResponderEliminarMe paseaba hoy en virtual por esa Plaça... Y es que ayer, de refilón, vislumbré, que no la llegué a ver, (ya sabes que en estos días el Barri de Gràcia anda en fiestas), la Plaça del Diamant y me vinieron un montón de recuerdos del libro y su lectura...
Conocí a la Colometa televisiva después de imaginarla, de sumergirme en ella, leyéndola... la aproximación fue más que buena pero para sentirla, para escucharla del todo, nada como leerla...
Acuerdo con tu apunte de Los gozos y las sombras. La adaptación televisiva me dibujó, o así lo recuerda mi memoria, con más fuerza y brillo, a sus personajes.
Como matiz, debo dejar constancia que el sabor que me dejó la lectura de Plaça... y Gozos... cumple más de veinte años...
Besos a montones!!!!!!!!!!
A BORRAESO:
ResponderEliminarLa alegría me la has dato tú después de una ausencia tan prolongada.
Te envío otros tantos besos + 1 (En según que tipo de competiciones, me gusta ganar)
De veras que esto es una chulada, reencontrar entradas...
ResponderEliminarPero esta vez gano yo, pues sumo otro más... ;)) y salió otra vez el guiño...
A borraeso:
ResponderEliminarGanas tú, pero quiero que sepas que algunas derrotas también saben a dulce.
Hasta cuando quieras. Sabes lo bienvenida que eres por estos ámbitos.
Besos con b saben mejor.