Las personas que no tienen las ideas muy claras en materia moral y política, como es mi caso, y que buscan información lo más objetiva posible lo tienen muy “crudo”. Vivimos en un sistema político –quizás el menos malo, cierto- monopolizado por los partidos y las pretendidas leyes que se proponían conseguir la tan deseada independencia de los medios de comunicación públicos son tan vulnerables, porque así se ha querido, que se pueden burlar a la hora de ponerlas en práctica. El periodismo se impregna de la política partidista hasta tal extremo que acaba perdiendo credibilidad en gran medida.
Los medios públicos, pocos lo ignoran, suelen estar al servicio de los gobiernos de turno, aunque sean financiados por los impuestos de todos los contribuyentes. Las reformas llevadas a cabo son meros maquillajes que no consiguen engañar a cualquiera que tenga dos dedos de frente. No están al servicio de los ciudadanos que corren con su financiación sino al de los partidos que detentan el poder a nivel municipal, provincial, autonómico o estatal.
Esta evidencia me hace llegar a una conclusión muy pesimista: si los medios públicos no están al servicio del conjunto de los ciudadanos, ¿para qué los queremos? y ¿por qué los pagamos?
Por otro lado, si analizamos los medios privados, observamos que tampoco son la panacea. Aunque también sean plurales, la verdad es que están atados a los intereses económicos que los financian con la consiguiente dimensión igualmente partidista. La ventaja, con respecto a los públicos, es que estos no están financiados por el conjunto de los contribuyentes sino por los consumidores de tales medios y, lógicamente, por los que han invertido en ellos.
La conclusión a la que llegamos los que ingenuamente queremos aproximarnos a la verdad de los hechos y de las ideas es que el actual sistema político permite que el llamado CUARTO PODER que supone la existencia de los medios de comunicación no sea independiente.
¿La solución? No creo que la haya si los partidos no están , como parece ser, interesados en buscarla. Se juegan mucho. Recurrir a personas independienes y de pretigio para llevar a cabo esa labor les atemoriza. Por eso, los que tenemos dudas y no nos conformamos con esos medios que nos “regalan” la vista y los oídos vamos “picando” aquí y allá cambiando de emisora, de canal de TV y hasta de diario, (Internet ofrece muchas posibilidades) para no caer en las redes exclusivamente partidistas sometidas a una servidumbre más o menos sutil, solapada o sectaria sin tapujos.
Y a las personas clientelistas fieles de aquellos medios que les dan lo que quieren ver, leer y escuchar tengo que manifestarles dos consideraciones bien distintas: me dan envidia y pena. Envidia porque deben creer que están en lo cierto y en la bondad absolutas, sin ningún tipo de dudas y como yo nunca he hallado esas certezas... Y pena porque son fácilmente manipulables puesto que de esa manera sólo se enteran de “la misa la mitad”...Quizás la mayoría opta por esta opción fácil y cómoda, pero a otros nos va “la marcha” y por eso nos flagelamos con esa ingenua pretensión de buscar la verdad o, al menos, aproximarse a ella.
Los medios públicos, pocos lo ignoran, suelen estar al servicio de los gobiernos de turno, aunque sean financiados por los impuestos de todos los contribuyentes. Las reformas llevadas a cabo son meros maquillajes que no consiguen engañar a cualquiera que tenga dos dedos de frente. No están al servicio de los ciudadanos que corren con su financiación sino al de los partidos que detentan el poder a nivel municipal, provincial, autonómico o estatal.
Esta evidencia me hace llegar a una conclusión muy pesimista: si los medios públicos no están al servicio del conjunto de los ciudadanos, ¿para qué los queremos? y ¿por qué los pagamos?
Por otro lado, si analizamos los medios privados, observamos que tampoco son la panacea. Aunque también sean plurales, la verdad es que están atados a los intereses económicos que los financian con la consiguiente dimensión igualmente partidista. La ventaja, con respecto a los públicos, es que estos no están financiados por el conjunto de los contribuyentes sino por los consumidores de tales medios y, lógicamente, por los que han invertido en ellos.
La conclusión a la que llegamos los que ingenuamente queremos aproximarnos a la verdad de los hechos y de las ideas es que el actual sistema político permite que el llamado CUARTO PODER que supone la existencia de los medios de comunicación no sea independiente.
¿La solución? No creo que la haya si los partidos no están , como parece ser, interesados en buscarla. Se juegan mucho. Recurrir a personas independienes y de pretigio para llevar a cabo esa labor les atemoriza. Por eso, los que tenemos dudas y no nos conformamos con esos medios que nos “regalan” la vista y los oídos vamos “picando” aquí y allá cambiando de emisora, de canal de TV y hasta de diario, (Internet ofrece muchas posibilidades) para no caer en las redes exclusivamente partidistas sometidas a una servidumbre más o menos sutil, solapada o sectaria sin tapujos.
Y a las personas clientelistas fieles de aquellos medios que les dan lo que quieren ver, leer y escuchar tengo que manifestarles dos consideraciones bien distintas: me dan envidia y pena. Envidia porque deben creer que están en lo cierto y en la bondad absolutas, sin ningún tipo de dudas y como yo nunca he hallado esas certezas... Y pena porque son fácilmente manipulables puesto que de esa manera sólo se enteran de “la misa la mitad”...Quizás la mayoría opta por esta opción fácil y cómoda, pero a otros nos va “la marcha” y por eso nos flagelamos con esa ingenua pretensión de buscar la verdad o, al menos, aproximarse a ella.
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