Nuestras convicciones, las que sean, conforman nuestra
manera de pensar y actuar, pero también pueden convertirse en nuestra prisión y
nuestra derrota cuando se ejercen con intransigencia inmovilista ante una realidad, que nos guste o no, siempre
será cambiante.
Apena verificar que exista un rechazo sistemático al cambio
de opiniones que se deriva de las circunstancias cambiantes... Que, en general,
somos contradictorios es una obviedad difícilmente contestable. Detesto a las
personas intolerantes, incapaces de adaptarse a los cambios que el tiempo y el
entorno nos provocan. Estas personas ignoran que las contradicciones ennoblecen
a quienes las practican. Ser flexible no es, en modo alguno, signo de debilidad
y frivolidad sino de inteligencia. Serlo demuestra capacidad de adaptación a
cuanto ocurre en nuestro entorno.
También es cierto que instalarse en la improvisación
permanente supone riesgos y relativa dignidad, pero evitar que la realidad
cambiante aplaste nuestras convicciones no es lo mismo. Al contrario, pone de
manifiesto que preferimos la lección de los hechos a mantenernos a merced del
inmovilismo que generan las doctrinas. Bertrand Rusell lo expresó de forma
clara y lacónica. "Nunca moriría por
mis ideas ya que podría estar equivocado"