Esta elección de la que hoy ya se han hecho eco los medios audiovisuales y mañana lo hará también la prensa escrita ha sorprendido. El nuevo General de la Orden no figuraba entre los nombres que se barajaban como más probables. Su dilatada experiencia llevada a cabo durante 43 años en Asia, sobre todo en Filipinas y Japón donde estudió y además trabajó como docente de Teología en la Sophia University de Tokio puede servir de puente, como algunos suponen, entre Asia y Europa. Su trayecatoria coincide bastante con la del P. Arrupe. Se espera de él que abra la Compañía y la Iglesia Católica a otras culturas y otras crenncias.
Gran experiencia en Asia y capacidad de Gobierno, así resumen desde la oficina de prensa de la Compañía de Jesús las dotes de Nicolás, llamado a guiar con un cargo vitalicio a los 19.200 jesuitas que componen la orden. Conoce seis idiomas: catalán, español, inglés, francés, italiano y japonés; tiene una gran experiencia teológica, pero también experiencia de gobierno, tras estar al frente durante años de los Jesuitas en Japón.
Yo deseo que la Compañía recupere el camino de la Teología de la Liberación, abandonado durante este último período gris presidido por Kolvenbach, esa corriente que comenzó en Latinoamérica después del Concilio Vaticano II. Esa Teología que intenta responder a la cuestión que los cristianos de América Latina se plantean sobre cómo ser cristiano en un continente oprimido. Esa Teología que choca con los intereses de los opresores porque propone:
La salvación cristiana no puede darse sin la liberación económica, política, social e ideológica, como signos visibles de la dignidad del hombre.
Eliminar la explotación, las faltas de oportunidades e injusticias de este mundo.
Garantizar el acceso a la educación y la salud.
La liberación como toma de conciencia ante la realidad socioeconómica latinoamericana.
La situación actual de la mayoría de los latinoamericanos contradice el designio histórico de Dios y la pobreza es un pecado social.
No solamente hay pecadores, hay víctimas del pecado que necesitan justicia, restauración.
Tomar conciencia de la lucha de clases optando siempre por los pobres. (Algo muy olvidado últimamente)
Afirmar el sistema democrático profundizando la concienciación de las masas acerca de sus verdaderos enemigos para transformar el sistema vigente.
Crear un “hombre nuevo” como condición indispensable para asegurar el éxito de la transformación social. El hombre solidario y creativo motor de la actividad humana en contraposición a la mentalidad capitalista de especulación y espíritu de lucro.
La libre aceptación de la doctrina evangélica, es decir, primeramente procurar a la persona unas condiciones de vida dignas y posteriormente su adoctrinamiento evangélico si la persona quiere.
Quisiera que los principios anteriores se revisen, en función de la experiencia pasada, y se adapten a las circunstancias de hoy y que los asesinatos de algunos de los máximos exponentes de esta Teología, Monseñor Romero, arzobispo de El Salvador y el jesuita Ellacuría, al que tuve el gusto de conocer en Barcelona, así como otros muchos catequistas, sacerdotes y agentes de pastoral que practicaban y aceptaban sus supuestos, no hayan sido en vano.
Espero también que la autoridad vaticana respete la personalidad de la Compañía y acepte que la pluralidad de la Iglesia, como de la sociedad misma, es una realidad insoslayable que se ha de encauzar, claro está, dentro de unos supuestos comunes mínimos, básicos y acordes con el espíritu cristiano de los primeros siglos. La Compañía de Jesus ha de recobrar su identidad moderna en la semilla que sembró el P. Arrupe tras este período de 24 años caracterizados por una línea evangelica tibia y un tanto despersonalizada. La Iglesia necesita el contrapeso de esta Institución para que no se escoré más hacia una línea carente de compromiso serio con los problemas de nuestro tiempo. De momento es prematuro vaticinar si seguirá la línea de Kolvenbach o la de Arrupe. A lo mejor traza una nueva línea más personal e inédita. Tiempo al tiempo, pero que no falte la esperanza.
Eso. Que no falte la esperanza. Lo de los jesuitas es paradójico. Los echan de todas partes pero ahí están. Su misión es ir a favor de los pobres. Algo tan olvidado por la Jerarquía de la Iglesia, que ya no parece cristiana. Una Iglesia que sólo se va con el capital. Y eso sí que es un grave pecado. En fin, si Dios existe que se vayan preparando estos curas de a tres perras cuatro.
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