El actual Dalai Lama, Premio Nobel de la Paz de 1989 por su campaña de no violencia contra la ocupación del Tíbet por China, continúa con sus viajes a lo largo del mundo, hablando de forma elocuente en favor de una comprensión ecuménica, de la bondad y la compasión, del respeto al medio ambiente, y por encima de todo, acerca de la paz mundial.
Ayer, 10 de septiembre, el Dalai Lama atrajo a un colectivo cifrado en más de 10.000 personas al Palau Sant Jordi de Barcelona. El tema de su intervención, en un mundo como el de hoy, convulsionado por el terrorismo y la incapacidad manifiesta para saber combatirlo, no podía ser más sugerente: “El arte de la felicidad”.
Por lo que he leído, las expectativas de los asistentes eran de todos los colores. A los que acudieron al Sant Jordi esperando milagros, el líder religioso les ha asegurado que él mismo es "escéptico" frente a esos poderes curativos y que su receta para buscar la felicidad -un objetivo común de todos los animales, ha recalcado- parte de conocer la realidad y de saber combatir las expectativas erróneas que se tienen del futuro, propias, éstas sí, del hombre.
Por lo que he leído, las expectativas de los asistentes eran de todos los colores. A los que acudieron al Sant Jordi esperando milagros, el líder religioso les ha asegurado que él mismo es "escéptico" frente a esos poderes curativos y que su receta para buscar la felicidad -un objetivo común de todos los animales, ha recalcado- parte de conocer la realidad y de saber combatir las expectativas erróneas que se tienen del futuro, propias, éstas sí, del hombre.
Los que pudieran pensar que el budismo es otra religión también se equivocaron porque no se habló de Dios alguno y el mismo Dalai Lama tranquilizó o decepcionó, quién lo sabe, cuando aseguró que es compatible con cualquier creencia religiosa.
Algunos ven en el budismo una filosofía , una visión particular del mundo con pautas de comportamiento ético.
Otros lo interpretan como una especie de psicoterapia, una manera de comprendernos a nosotros mismos y afrontar los dilemas que la vida nos plantea.Y para terminar con estas divagaciones, propias de un neófito en la materia, los más iniciados consideran que el budismo abarca todo esto y al mismo tiempo incluye mucho más. Casi nada...
Un pensamiento expuesto de forma diáfana por el Dalai Lama es que “la felicidad no es un don, sino un arte que exige voluntad y práctica”.
El mensaje tiene una dimensión positiva porque considera que en el mundo en que vivimos casi todo es posible, incluso la felicidad, siempre y cuando seamos capaces de convertir el deber de vivir en el placer de sentirnos vivos. “Estamos hechos para buscar la felicidad. Y está claro que los sentimientos de amor, afecto, intimidad y compasión traen consigo la felicidad. Estoy convencido de que todos poseemos la base para ser felices, para acceder a esos estados cálidos y compasivos de la mente que aportan felicidad”. De todo ello se deduce que nacer como ser humano es un acontecimiento poco común, sería sensato utilizar esta oportunidad de la forma más efectiva y hábil que fuese posible. Debemos tener una perspectiva correcta del proceso universal de la vida, para que no se alcance la felicidad o la gloria de una persona, o grupo de personas, a expensas de los demás.
Por otro lado, dicho mensaje puede llenar de zozobra a todos los que piensan que la felicidad nos viene dada y que nuestra acción es pasiva y no cabe más que esperar o confiar en la oración.
Una idea sí me ha quedado clara después de leer lo mucho que se ha escrito sobre este evento: leer el libro del Dalai Lama titulado "El arte de la felicidad". Porque si resulta que la felicidad no nos viene dada y algunos desconfiamos de las plegarias para conseguirla, no queda más remedio que aprender el difícil arte que pueda conducirnos a ella. Y esto requiere documentación, ¿no?.
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