Como bien dijo David Fromkin - Profesor de Historia, Relaciones Internacionales y Derecho en la Universidad de Boston-, los grandes profetas como Abraham, Moisés, Lato Tse, Zoroastro, Buda, Jesucristo, Mahoma… acabaron con los conflictos, las arbitrariedades y las intrigas de los dioses mitológicos. Estos profetas predicaban la buena convivencia en este mundo, defendían la figura de un Dios justo, misericordioso y, sobre todo, ofrecían alternativas a la vida terrenal, o sea, la dicha eterna. Resumiendo lo dicho, diríamos que ofrecían esperanza y aquí está la clave de su éxito. Las religiones que se derivaron de las prédicas de estos profetas (de los intermediarios, mejor no hablar) se convirtieron en poco tiempo en una especie de pantallas en las que miles de millones de personas proyectaron, y aún proyectan, ideales tan maravillosos como el triunfo del bien sobre el mal, la inmortalidad y la felicidad en la otra vida.
La religión es un componente importante de todas las culturas. Es obvio que las personas creyentes, al margen de la lógica o irracionalidad de sus convicciones, manifiestan actitudes más positivas hacia la vida que las que viven al margen de las religiones. Y en algo que coinciden casi todas las religiones es en que infunden esperanza. Al margen de la complejidad de los dogmas que no prueban nada, lo cierto es que la creencia en una divinidad ofrece a mucha gente algo atractivo por lo que vivir y por lo que morir. La grandeza de la fe en una fuerza superior estimula una visión más positiva para afrontar las adversidades que conlleva la vida cotidiana. Por eso, quizás, yo envidio a los que tienen fe...
La religión es un componente importante de todas las culturas. Es obvio que las personas creyentes, al margen de la lógica o irracionalidad de sus convicciones, manifiestan actitudes más positivas hacia la vida que las que viven al margen de las religiones. Y en algo que coinciden casi todas las religiones es en que infunden esperanza. Al margen de la complejidad de los dogmas que no prueban nada, lo cierto es que la creencia en una divinidad ofrece a mucha gente algo atractivo por lo que vivir y por lo que morir. La grandeza de la fe en una fuerza superior estimula una visión más positiva para afrontar las adversidades que conlleva la vida cotidiana. Por eso, quizás, yo envidio a los que tienen fe...
Mahoma predicaba en un principio algunas virtudes, pero -caso parecido al mormonismo- cambió el contenido de sus enseñanzas de forma perceptible. Hoy el Corán enseña la guera al infiel. No creo, en mi humilde opinión que Mahoma haya sido un profeta que enseñe la paz ni nada parecido. Lleguè a este blog buscando informaciòn del historiador David Fromkin. Espero no decepcionarme de sus escritos y posturas.
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