Hace años, en la última legislatura del PP se armó una gran movida por un proyecto de trasvase. Yo mismo participé con cierta pasión y dándole de lo lindo al parche del tambor en dos manifestaciones conjuntas entre Cataluña y Aragón en contra del trasvase del Ebro. Se nos decía que el delta del Ebro se salinizaría, que el agua era también para regar campos de golf de la Comunidad Valenciana, que los trasvases eran algo así como desastres ecológicos, que Aragón se quedaría una vez más sin calmar su sed y que había otras alternativas como el riego por aspersión y gota a gota, las plantas desalinizadoras, etc. Ahora, algunos de los que se manifestaron en contra de aquel Plan Hidrológico Nacional proponen un trasvase del Segre rebautizado con eufemismos confusos para ocultar la realidad. Antes de las elecciones el agua estaba garantizada; se nos decía que no había motivo para la alarma. Una vez terminadas las elecciones, estamos ante una situación de emergencia que reclama de un gran pacto entre gobierno y oposición. ¿Hay quién lo entienda? No encuentro a ningún partido político que afronte el problema con sensatez. Sus políticas son partidistas y están fundamentadas en la cosecha de votos que reporta una u otra manera de afrontar el tema del agua. Realmente, penoso.El agua es un problema muy serio, pero no parece que sean serias las políticas con las que se pretende afrontar tal problema. Con el agua no se juega ni se frivoliza; el futuro de un país y la dignidad de las personas dependen en gran medida del agua. Una situación de esta naturaleza no puede depender ni del capricho personal, ni del voluntarismo, ni de la demagogia populista, ni de tribalismos insolidarios, ni de si es antes o después de unas elecciones, o de si se está en el gobierno o en la oposición. Alguien ha dicho con razón: "Si falta agua, se deberá buscar donde la haya". En una situación de emergencia sólo debe rechazarse el no garantizar el futuro del agua a todos. Ciudadanos, agricultores, industria. A todos, sin exclusiones
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