"El agua es un concepto muy potente en el imaginario colectivo de los humanos, ya que contiene unos significados propios que la dotan de una fuerte carga emotiva y ancestral. Se entiende como un bien común, de todos y para todos, con el sentimiento de ser fruto de la naturaleza y base de la vida junto con el sol y la tierra. El agua es vitalidad vinculada a la vida (elemento básico) y pureza asociada a la naturaleza, las cuales, a su vez, remiten a un mundo ideal y mítico en cuanto el agua aparece en la tierra de forma primaria (cae del cielo, surge del interior de la tierra)". (1)
Sin embargo, actualmente estamos viviendo una inclinación por el consumo del agua que, en algunos casos, roza la “adición”. Me pasma la cantidad de personas, especialmente chicas jóvenes, que han hecho de la botella de agua una compañera inseparable. Algunas muestran su poderío exhibiendo toda la gama de botellas y botellitas a las que besan con fruición apasionada una y otra vez. Comprendo a los extenuados turistas urbanitas, pero a los demás, no tanto... Trataré de explicarme. Creo que se le está atribuyendo al agua tal cantidad de virtudes que, en general, son un tanto infundadas. Tras documentarme al respecto («Journal of the American Society of Nephrology» y British Medical Journal) y consultar con un experto en estas lides he sacado las siguientes conclusiones:
-No hay fundamento alguno para afirmar que existen momentos concretos más o menos idóneos para beberla o no.
-El agua produce un efecto diurético evidente, pero con este pretexto tampoco hay que abusar porque si tomamos demasiada agua, los riñones eventualmente no son capaces de funcionar lo suficientemente rápido para eliminar el exceso de líquido del cuerpo. Esto conlleva a que ocurra una dilución de los niveles de los componentes de la sangre, como sodio, potasio y cloro, que están involucrados en la actividad contráctil de los músculos, incluidos el cardíaco y respiratorio.
-Parece ser que las personas mayores necesitan beber más cantidad de agua de la que realmente desean porque con la edad disminuye la sensación de sed. Lamentablemente, me dicen, por la razón aludida, muchas de estas personas no beben la que necesitan.
Sin embargo, actualmente estamos viviendo una inclinación por el consumo del agua que, en algunos casos, roza la “adición”. Me pasma la cantidad de personas, especialmente chicas jóvenes, que han hecho de la botella de agua una compañera inseparable. Algunas muestran su poderío exhibiendo toda la gama de botellas y botellitas a las que besan con fruición apasionada una y otra vez. Comprendo a los extenuados turistas urbanitas, pero a los demás, no tanto... Trataré de explicarme. Creo que se le está atribuyendo al agua tal cantidad de virtudes que, en general, son un tanto infundadas. Tras documentarme al respecto («Journal of the American Society of Nephrology» y British Medical Journal) y consultar con un experto en estas lides he sacado las siguientes conclusiones:
-Los presuntos beneficios para la salud de un alto consumo de agua son un mito. Los científicos analizaron investigaciones sobre la generalizada afirmación de que ocho vasos de agua al día ayudan a eliminar las toxinas, previenen el aumento de peso y mejoran la salud dérmica y afirman que no hay fundamento alguno para hacer tales aseveraciones.
-Fijar la cantidad diaria mínima que hay que ingerir no tiene fundamento alguno. Hay muchos factores individuales, laborales y ambientales que cuestionan la fijación de una norma. El consumo dependerá de la sed que se tenga, claro, y de lo energético que sea el menú. Cuanto más lo sea más agua se necesitará para metabolizarlo.
-El agua en sí no adelgaza (por supuesto, si te atiborras de agua antes de las comidas, es posible que el apetito se resienta un tanto), no engorda ni aporta ningún tipo de energía.
-El agua en sí no adelgaza (por supuesto, si te atiborras de agua antes de las comidas, es posible que el apetito se resienta un tanto), no engorda ni aporta ningún tipo de energía.
-No hay fundamento alguno para afirmar que existen momentos concretos más o menos idóneos para beberla o no.
-El agua produce un efecto diurético evidente, pero con este pretexto tampoco hay que abusar porque si tomamos demasiada agua, los riñones eventualmente no son capaces de funcionar lo suficientemente rápido para eliminar el exceso de líquido del cuerpo. Esto conlleva a que ocurra una dilución de los niveles de los componentes de la sangre, como sodio, potasio y cloro, que están involucrados en la actividad contráctil de los músculos, incluidos el cardíaco y respiratorio.
-Parece ser que las personas mayores necesitan beber más cantidad de agua de la que realmente desean porque con la edad disminuye la sensación de sed. Lamentablemente, me dicen, por la razón aludida, muchas de estas personas no beben la que necesitan.
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-La publicidad sobre las virtudes del agua embotellada, en general, es engañosa.-Así pues, insisto, los cuatro mitos principales sobre los beneficios que implicaría el consumo adicional de agua: que genera una mayor secreción de toxinas, que mejora la tonicidad de la piel, que causa saciedad y que reduce la frecuencia de aparición del dolor de cabeza tampoco tienen fundamento científico alguno.
-Cuando se consume mucha agua, todo lo que se hace es generar más orina pero no más toxinas en ella.
(1).- (Aigües de Barcelona): http://www-en.us.es/ciberico/archivos_word/275b.doc
(1).- (Aigües de Barcelona): http://www-en.us.es/ciberico/archivos_word/275b.doc
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P. D.: Siento que estas conclusiones puedan decepcionar a todas aquellas personas que tienen un concepto más positivo del agua. En cualquier caso, y en eso sí que creo, “la fe mueve montañas”
Creo que la cuestión de beber más o menos agua es muy personal. Lo que digan unos u otros me trae sin cuidado.
ResponderEliminarPor supuesto, la libertad individual por encima de modas y de prescripciones dietéticas
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