Durante nuestra estancia en Dublín el pasado mes de junio visitamos varios pubs y casualmente en dos de ellos interpretaron la misma canción: “Berberechos y mejllones” ("Cockles and mussels") dedicada a Molly Malone. Pudimos comprobar la popularidad de la misma porque todo el público la coreaba con sentido entusiasmo. Se trata de una vieja canción irlandesa que narra la historia triste de una hermosa mujer, la dulce Molly Malone, y que se ha convertido en una suerte de himno no oficial de la ciudad de Dublín. La canción fue compuesta alrededor de 1880 por James Yorkston. Recojo la traducción de una estrofa:
“En la alegre ciudad de Dublín,
donde las chicas son tan guapas,
lo primero que vieron mis ojos
fue a la dulce Molly Malone
cuando empujaba su carretilla
a través de amplias y estrechas calles”
En 1987, con motivo del primer milenio de Dublín, se erigió una escultura de Jean Rynhart dedicada a la dulce Molly Malone, empujando su carretilla de marisco y luciendo un generoso escote. Se ha convertido en un monumento histórico familiar en la esquina de Suffolk Street y Grafton Street. Pocos turistas omiten hacer las consabidas fotos. Nosotros también seguimos este ritual poco menos que obligado.
Molly –diminutivo de Mary- era vendedora de pescado, al igual que sus padres y abuelos. La balada la describe por las calles angostas y empedradas del Dublín de finales del siglo XVII, empujando un carro lleno de pescado y pregonando la mercancía a los cuatro vientos. Todos los habitantes del barrio la tenían en gran estima. Vivió en la calle y murió en ella cuando unas terribles fiebres tifoideas pusieron fin a su vida sin que nadie pudiera evitarlo. Su popularidad era tan grande que con el tiempo la ha convertido en una mujer mítica y legendaria. Lo que tenemos aquí, me comenta un bebedor de “Jameson”, que imparte clases a alumnos extranjeros durante los veranos, es una leyenda urbana en continua evolución. Su alma o fantasma sigue recorriendo las calles húmedas de la ciudad desde hace más de tres siglos. No faltan los que testimonian este fenómeno. También están los incrédulos, claro. Lo cierto es que Molly Malone forma parte del paisaje urbano dublinense.
Hay quienes dudan de la existencia de esta bella pescadora. Es el precio de la fama. Y hasta las lenguas más viperinas insinúan que Molly llevaba una doble vida y que se dedicaba de noche a la prostitución, luciendo atrevidos vestidos con generoso escote que ponía de manifiesto sus generosas, rotundas y bellas formas. Los estudiantes del Trinity College la seguían fascinados. Pero son los más los que defienden su castidad a capa y espada. También es fácil encontrar a muchos dublinenses testificar de forma más que convincente que el espíritu de Molly sigue deambulando por las calles de Dublín. Y añaden que con unas cuantas “guinness” entre pecho y espalda aumenta la posibilidad de verla, aunque sin carrito. La verdad es que nos lo cuentan con tanta convicción que no podemos sustraernos al envite. ¡“One more guinness please”!
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