El Glasgow Rangers, además de practicar un fútbol indigno que nada tiene que ver con el prestigio general del fútbol británico, tiene un porcentaje de seguidores vándalos, “hooligans de vuelo barato y civismo ausente,” que han dado una imagen deplorable y penosa durante las horas de estancia en la ciudad condal. Voraces e insaciables consumidores de cerveza, macerados en cebada, ocupan el centro de Barcelona y los alrededores del Camp Nou protagonizando actos incívicos que hacen cuestionar, una vez más, la supuesta bondad de los encuentros de fútbol internacionales. 20.000 aficionados escoceses han venido a Barcelona para acompañar a su equipo. Se trata del desplazamiento más masivo de la historia del Rangers. Pero han viajado la mayoría sin entrada. Sólo 6.200 han traído localidades repartidas por el club a través de un sorteo. El resto ha venido a lo que se tercie y a beber toda la cerveza del mundo que quepa en sus barrigas, algunas prominentes, que no disimulan bajo camisetas azuladas pringosas de manga corta en desafío insolente al fresco otoño que ve perturbada la lluvia silenciosa de hojas con ruidos de latas pisoteadas, canciones desabridas, gestos insolentes, baños con pantalones bajados en fuentes públicas y orines incontenidos de los que no se han librado ni el monumento a Francesc Macià ni el de Colón. Algunas banderas británicas son portadas con desequilibrios y patética marcialidad. Supermercados y cervecerías como la Baviera, el mítico Café Zurich y pubs despachan centenares de litros del ambarino líquido y vacían sus existencias que no eran pocas. Algunos establecimientos, sin embargo, han preferido renunciar a una previsible buena caja para salvaguardar su integridad física. Las palomas, omnipresentes en la Plaza de Cataluña, ayer tuvieron que emigrar en masa ante la presencia de montones de alpiste indeseado de latas esclafadas.
La ordenanza de civismo de Barcelona, que prevé sanciones para los que beben alcohol y orinan en la calle, se ha derogado para que estos escoceses campen a sus anchas y las cifras triunfalistas del turismo no se resientan. La policía autonómica, mirando para otro lado, ausente, ajena... Tienen orden de no intervenir mientras las trifulcas sean entre ellos. El parte de incidencias, dicen, ha sido satisfactorio: unos heridos leves, varias toneladas más de basura que en la misma noche vieja y un olor hediondo a vómitos y orines. Pura bagatela...
La ordenanza de civismo de Barcelona, que prevé sanciones para los que beben alcohol y orinan en la calle, se ha derogado para que estos escoceses campen a sus anchas y las cifras triunfalistas del turismo no se resientan. La policía autonómica, mirando para otro lado, ausente, ajena... Tienen orden de no intervenir mientras las trifulcas sean entre ellos. El parte de incidencias, dicen, ha sido satisfactorio: unos heridos leves, varias toneladas más de basura que en la misma noche vieja y un olor hediondo a vómitos y orines. Pura bagatela...
Yo, que me quejo del incivismo que aqueja a esta ciudad, y que envidio a los países europeos que visito cuando contemplo sus espacios públicos cuidados y limpios, ahora estoy desconcertado. Inglaterra y Gales me dejaron, en su día un grato recuerdo. Parques cuidados, cabinas de teléfonos impolutas, escasas pintadas, calles limpias, mobiliario urbano envidiable. No conozco Escocia, pero no la descarto porque las referencias son muy buenas. Entonces, ¿de dónde han salido estos bárbaros?, ¿abusan de nuestra tolerancia?, ¿se comportan así en su país? Lo dudo....Por supuesto que se trata de un porcentaje de los 20.000 que vinieron, pero un porcentaje x de tantos es...demasiado. A manera de pataleta y dedicado a esos desalmados sólo se me ocurre este desahogo: ¡Viva el Celtic de Glasgow!
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