Mi primo José de Zaragoza me pide la opinión sobre Unión Progreso y Democracia y sus dirigentes. Opinar sin conocimiento es una temeridad y este es mi caso. Otra cosa es divagar y reflexionar con prudencia y humildad. ¿Qué se puede decir de un partido recién creado y del que no sabemos más que un esbozo de sus objetivos. Reformar la Constitución, revisar la transferencia de competencias y reformar la ley electoral para que no se beneficien los partidos nacionalistas frente a los de implantación nacional son las intenciones programáticas más claras de UPD. Nada novedoso. Con unas u otras intenciones, estos puntos están en las agendas de otros partidos.
Quizás lo que más me llama la atención es el acento que ponen en el tema educativo: rescatar para el Estado las competencias. Si dicho “rescate” se tradujese en una mejora ostensible del nivel educativo sin menoscabar el derecho a la lengua propia y la cultura de las llamadas nacionalidades históricas, ¿por qué no? El prestigio de la figura del profesor, el trabajo, el respeto y el esfuerzo del alumno, la colaboración de las familias con la escuela, la mejora del presupuesto, la atención especial que reclaman los inmigrantes, etc. ¿se va a conseguir por el mero hecho de transferir al Estado las competencias dadas a las comunidades? Mucho me temo que no. Creo que donde habría que poner mayor énfasis es en conseguir que las futuras leyes educativas no sean partidistas. La educación es tan importante que reclama un ejercicio de humildad de todos los partidos en liza para conseguir una Ley elaborada por los que saben de educación y aprobada con el concurso de todos o de casi todos los partidos políticos. Ya está bien de leyes limitadas que no tienen más horizontes que los de una o dos legislaturas.
No ocultan los promotores de UPD su rechazo de los nacionalismos periféricos. Vargas Llosa ha escrito mucho a tal respecto. Si esa actitud se circunscribe a tales nacionalismos sin hacerla extensible al nacionalismo español, no puedo manifestar mi aprobación. Hay que ir más allá. Los nacionalismos excluyentes e intransigentes son todos negativos: separatistas y separadores. ¿Quién provoca lo uno y lo otro? ¡Ya está bien! Europa, la cuna de la cultura occidental, es el continente donde se han producido más guerras, genocidios y holocaustos por modificar las fronteras, por nacionalismos exaltados, por egoísmos insolidarios y por demencias de sus dirigentes. Yo abomino de esta Europa históricamente sangrienta y hago votos para que este proyecto de la Europa Unida avance en la línea de derribar fronteras y espíritus soberanistas exaltados. Sé que el proyecto no es fácil y me remito a los altibajos de dicho devenir, pero nunca en la historia de Europa se había acometido un ideal tan ambicioso como el actual. En la medida en que sintamos más a Europa como referencia positiva donde cabemos todos con nuestros nombres y apellidos y no tanto a los localismos apasionados de vía estrecha se podrán poner las bases para soñar con un mundo considerablemente más solidario y mejor.
Nada que objetar, sin embargo, a la aparición de nuevos partidos y más si consiguen motivar la participación en las urnas. Faltaría más. Los desencantados de los partidos tradicionales pueden encontrar en éste un espacio más receptivo donde poder expresar sus sinsabores y dar cauce a proyectos que exigen soluciones urgentes. Sin embargo, no es fácil crear un espacio donde se encuentren cómodos posibles votantes de esta guisa tan heterógenea... Así y todo, cualquier proyecto que luche contra la inercia y busque nuevos horizontes me parece positivo. Los protagonistas de este partido, Rosa Díez, Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, me resultan mucho más sugerentes y merecen un capítulo aparte. Adelanto que los intelectuales y escritores metidos en política y fuera de sus ámbitos me producen...desazón.
Quizás lo que más me llama la atención es el acento que ponen en el tema educativo: rescatar para el Estado las competencias. Si dicho “rescate” se tradujese en una mejora ostensible del nivel educativo sin menoscabar el derecho a la lengua propia y la cultura de las llamadas nacionalidades históricas, ¿por qué no? El prestigio de la figura del profesor, el trabajo, el respeto y el esfuerzo del alumno, la colaboración de las familias con la escuela, la mejora del presupuesto, la atención especial que reclaman los inmigrantes, etc. ¿se va a conseguir por el mero hecho de transferir al Estado las competencias dadas a las comunidades? Mucho me temo que no. Creo que donde habría que poner mayor énfasis es en conseguir que las futuras leyes educativas no sean partidistas. La educación es tan importante que reclama un ejercicio de humildad de todos los partidos en liza para conseguir una Ley elaborada por los que saben de educación y aprobada con el concurso de todos o de casi todos los partidos políticos. Ya está bien de leyes limitadas que no tienen más horizontes que los de una o dos legislaturas.
No ocultan los promotores de UPD su rechazo de los nacionalismos periféricos. Vargas Llosa ha escrito mucho a tal respecto. Si esa actitud se circunscribe a tales nacionalismos sin hacerla extensible al nacionalismo español, no puedo manifestar mi aprobación. Hay que ir más allá. Los nacionalismos excluyentes e intransigentes son todos negativos: separatistas y separadores. ¿Quién provoca lo uno y lo otro? ¡Ya está bien! Europa, la cuna de la cultura occidental, es el continente donde se han producido más guerras, genocidios y holocaustos por modificar las fronteras, por nacionalismos exaltados, por egoísmos insolidarios y por demencias de sus dirigentes. Yo abomino de esta Europa históricamente sangrienta y hago votos para que este proyecto de la Europa Unida avance en la línea de derribar fronteras y espíritus soberanistas exaltados. Sé que el proyecto no es fácil y me remito a los altibajos de dicho devenir, pero nunca en la historia de Europa se había acometido un ideal tan ambicioso como el actual. En la medida en que sintamos más a Europa como referencia positiva donde cabemos todos con nuestros nombres y apellidos y no tanto a los localismos apasionados de vía estrecha se podrán poner las bases para soñar con un mundo considerablemente más solidario y mejor.
Nada que objetar, sin embargo, a la aparición de nuevos partidos y más si consiguen motivar la participación en las urnas. Faltaría más. Los desencantados de los partidos tradicionales pueden encontrar en éste un espacio más receptivo donde poder expresar sus sinsabores y dar cauce a proyectos que exigen soluciones urgentes. Sin embargo, no es fácil crear un espacio donde se encuentren cómodos posibles votantes de esta guisa tan heterógenea... Así y todo, cualquier proyecto que luche contra la inercia y busque nuevos horizontes me parece positivo. Los protagonistas de este partido, Rosa Díez, Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, me resultan mucho más sugerentes y merecen un capítulo aparte. Adelanto que los intelectuales y escritores metidos en política y fuera de sus ámbitos me producen...desazón.
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