Ayer celebramos la Nochebuena en un clima familiar tranquilo y sin excesos de ningún tipo. Tras la cena, vinieron los regalos. Igual que los romanos hacían suyos los dioses de los pueblos vencidos, en mi familia hemos rendido tributo cosmopolita a todos seres fantásticos que acostumbran a ser dadivosos, al margen de sus orígenes y culturas, con los demás. Me refiero a los Reyes Magos, Papá Noel, Árbol de Navidad, Cagatió y el Amigo Invisible. Todo en un pack, tras la cena. Me gustaron todos los regalos que me tocaron en suerte. Pero sólo voy a citar uno. Se trata de una corbata que de entrada, lo confieso, me deslumbró, me dejó sorprendido y con cierta cara de pasmo. Mi hija pensó que su regalo no me había gustado. Y supongo que mi rostro no permitía otra lectura que esa. La verdad es que la corbata es chocante: de color azul eléctrico (la imagen escaneada ha salido un poco lila), salpicada por una especie de estrellas o copos de nieve, con un circulito amarillo en su centro y otros rodeados por un azul más oscuro que semejan manchas de aceite de oliva. Por la nitidez de la misma, sospecho que dicho aceite bien podría ser del Bajo Aragón. (Esta publicidad es gratuita, que conste)
Sin embargo, lo más espectacular de la corbata es la ilustración de la parte noble de la misma, o sea, la parte más ancha que acaba en ángulo. Nada más ni menos que una reproducción de la Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche de Van Gogh. La escena me resulta harto familiar porque tenemos una copia de la misma en una pared al lado de la mesa del comedor. Mi hija, ante la cara estupefacta de su padre, ya me dijo que si no me agradaba la podía cambiar...
Durante la noche pasada he soñado con esta corbata y con los prejuicios que me embargaban. Porque mira que somos, en general, sosos y conservadores los hombres con las prendan de vestir... ¿O no? Se trata de una buena corbata. Me consta. Un poco fashion, eso sí. Y ahora, tan mayor... Por otro lado, rumiaba entre los brazos de Morfeo, una corbata rompedora y llamativa como esta podía desviar la atención hacia la misma de tal manera que se olvidasen de otros aspectos ya un tanto oreados por el cierzo...Además la plaza y el café reproducidos se han convertido en un lugar animado y motivo de peregrinación de turistas de todo el mundo... El ahora Café Van Gogh fue pintado con el efecto que producía la luz del gas que iluminaba su terraza. Merece la pena visitar el Café por la noche e intentar observar los melancólicos tonos azules y amarillos que buscaba siempre Van Gogh en sus escenas nocturnas. Las luces del gas y de las estrellas iluminan la composición, especialmente la zona del velador, donde contemplamos las pequeñas mesas y las sillas con los clientes, así como a la camarera. Por la calle, más en penumbra, varias figuras pasean con sigilo, pero el roce con los adoquines denuncia su presencia. Vincent Van Gogh siente una fuerte atracción por la luz de la noche bien sea artificial o natural. Esta escena une perfectamente ambas. El pintor se interesa por mostrar con detalle la terraza empleando una pincelada suelta, sin dar minuciosidad pero sin saltarse los detalles. La zona de los adoquines está pintada empleando pequeños toques de pincel en forma de oruga, que caracterizarán buena parte de su obra. Las sombras de la luz de gas son moradas, recordando al Impresionismo en sus conceptos lumínicos. Los colores que tanto gustan a Van Gogh, el azul y el amarillo, llenan la composición mostrando la alegría que inunda el espíritu del artista.
Cuando rememoroba, entre sueños, la cara de Van Gogh me entraban dudas sobre la decisión de ponerme o no la corbata. Y el sueño amenazaba convertirse en pesadilla. Pero, con algo más que dudas, la decisión estaba tomada. Estrenaría la corbata por encima de prejuicios absurdos y temores infundados. Lo que puedan pensar los demás me trae al pairo. Allá ellos. Nunca una corbata me había traído tantas reflexiones sobre los convencionalismos y el qué dirán o dejarán de decir. Y además me la pondré los días más notorios del calendario. Faltaría más.
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Hoy, 25 de diciembre de 2007, Navidad, he estrenado la corbata. Casi nadie me ha mirado por la calle. Cierto que la americana azul de pana la tapaba bastante, pero tampoco hay que abusar el primer día...Estoy contento con la corbata, de verdad. Y con el post que me ha salido, también. ¡Qué caray! Gracias, hija.
Sin embargo, lo más espectacular de la corbata es la ilustración de la parte noble de la misma, o sea, la parte más ancha que acaba en ángulo. Nada más ni menos que una reproducción de la Terraza del café de la Place du Forum en Arlés por la noche de Van Gogh. La escena me resulta harto familiar porque tenemos una copia de la misma en una pared al lado de la mesa del comedor. Mi hija, ante la cara estupefacta de su padre, ya me dijo que si no me agradaba la podía cambiar...
Durante la noche pasada he soñado con esta corbata y con los prejuicios que me embargaban. Porque mira que somos, en general, sosos y conservadores los hombres con las prendan de vestir... ¿O no? Se trata de una buena corbata. Me consta. Un poco fashion, eso sí. Y ahora, tan mayor... Por otro lado, rumiaba entre los brazos de Morfeo, una corbata rompedora y llamativa como esta podía desviar la atención hacia la misma de tal manera que se olvidasen de otros aspectos ya un tanto oreados por el cierzo...Además la plaza y el café reproducidos se han convertido en un lugar animado y motivo de peregrinación de turistas de todo el mundo... El ahora Café Van Gogh fue pintado con el efecto que producía la luz del gas que iluminaba su terraza. Merece la pena visitar el Café por la noche e intentar observar los melancólicos tonos azules y amarillos que buscaba siempre Van Gogh en sus escenas nocturnas. Las luces del gas y de las estrellas iluminan la composición, especialmente la zona del velador, donde contemplamos las pequeñas mesas y las sillas con los clientes, así como a la camarera. Por la calle, más en penumbra, varias figuras pasean con sigilo, pero el roce con los adoquines denuncia su presencia. Vincent Van Gogh siente una fuerte atracción por la luz de la noche bien sea artificial o natural. Esta escena une perfectamente ambas. El pintor se interesa por mostrar con detalle la terraza empleando una pincelada suelta, sin dar minuciosidad pero sin saltarse los detalles. La zona de los adoquines está pintada empleando pequeños toques de pincel en forma de oruga, que caracterizarán buena parte de su obra. Las sombras de la luz de gas son moradas, recordando al Impresionismo en sus conceptos lumínicos. Los colores que tanto gustan a Van Gogh, el azul y el amarillo, llenan la composición mostrando la alegría que inunda el espíritu del artista.
Cuando rememoroba, entre sueños, la cara de Van Gogh me entraban dudas sobre la decisión de ponerme o no la corbata. Y el sueño amenazaba convertirse en pesadilla. Pero, con algo más que dudas, la decisión estaba tomada. Estrenaría la corbata por encima de prejuicios absurdos y temores infundados. Lo que puedan pensar los demás me trae al pairo. Allá ellos. Nunca una corbata me había traído tantas reflexiones sobre los convencionalismos y el qué dirán o dejarán de decir. Y además me la pondré los días más notorios del calendario. Faltaría más.
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Hoy, 25 de diciembre de 2007, Navidad, he estrenado la corbata. Casi nadie me ha mirado por la calle. Cierto que la americana azul de pana la tapaba bastante, pero tampoco hay que abusar el primer día...Estoy contento con la corbata, de verdad. Y con el post que me ha salido, también. ¡Qué caray! Gracias, hija.
Vaya, pues nunca pensé que un regalo tan simplón (todo el mundo regala corbatas a sus padres, hermanos, ...) pudiera originar los traumas y pesadillas que te han causado. Menos mal que no te regalé la corbata dónde aparecía la Marylin Monroe enseñando las cachas ... entonces te hubiera hecho falta ir al psicólogo ... es una broma!!! Un abrazo de tú hija la transegresora.
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