No hay que obviar las propias responsabilidades
El éxito de la manifestación del sábado fue considerable por la participación y, sobre todo, porque se organizó al margen de las plataformas políticas convencionales. No hubo incidentes, ni crispación, ni insultos contra nadie. La inexistencia de liderazgo y las consecuencias de la misma pueden derivar hacia un destino indefinido. El éxito, sin embargo, no debe medirse sólo por el grado de participación. La del 2003 contra la guerra de Iraq fue la más concurrida de todas, modélica en sus formas, unitaria en su objetivo, y no sirvió de nada.
Los partidos, como de costumbre, intentarán hacer suyo el éxito. Los independentistas estaban presentes y se hicieron oír, pero también se palpó de forma mucho más generalizada un sentimiento de desánimo colectivo que lo mismo se puede interpretar que va contra el gobierno central como contra el autonómico y hasta el municipal. La evidencia de una crisis de desencanto colectivo por razones, seguramente distintas, se respiraba en el ambiente. El pasado apagón estival, las infraestructuras obsoletas, el problema de la vivienda, las dudas sobre la balanza fiscal, los agaravios comparativos, la microeconomía por los suelos y a la postre, ahora, la reiteración de los malos resultados académicos pueden estar parcial o totalmente en los fundamentos de este malestar manifiesto. Si a todo ello, que no es poco, sumamos la falta de objetivos esperanzadores y la incomprensión de la España profunda, a veces separadora y más propicia al boicot comercial que a realizar un esfuerzo de comprensión de una comunidad que desea aumentar la capacidad de decisión en los asuntos propios, se comprenderá que tamaña crisis colectiva, sin duda, se traduzca en esta afluencia de personas que, por razones o sinrazones, tenía deseos de hacerse notar manifestando su cansancio y “cabreo”.
Habrá que hacer también un ejercicio de autocrítica y no obviar las propias responsabilidades. En materia docente, Cataluña ya hace varios años que recibió las transferencias y no se puede decir que se haya lucido mucho en el ejercicio de las mismas. No es el único ejemplo. El colectivo empresarial, un día ejemplar y pionero, también está bastante aletargado. Y qué decir de los políticos en general...
La recuperación de la unidad, dentro del lógico pluralismo ideológico, capaz de alcanzar ideales y metas comunes por los cauces democráticos es el mejor camino a seguir. Los líderes políticos de aquí y de acullá, cada vez menos valorados, dadas sus falsas promesas y preocupaciones partidistas más que colectivas, también deberán hacer un ejercicio de reflexión autocrítica para recuperar la "temperatura real" de la sociedad y hacerla suya con espíritu de servicio.
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