viernes, marzo 14, 2008

PÁNICO A LOS ASCENSORES OCUPADOS

Cuando uno va solo en el ascensor, respira tranquilo y lo primero que hace es mirarse al espejo. Se repeina, hace una pose ridícula de matador, se atusa el bigote si lo tiene... La soledad permite estas carantoñas. Hoy no ha habido suerte: abro el ascensor y lo encuentro ocupado. No sé si entrar o no. Hay espacio y no tengo excusa. Es mi vecina favorita y no le acompaña su marido. Entro y saludo con cierta timidez. Me sonríe. Las puertas se cierran con lentitud exasperante. Siento la respiración muy próxima. Es doctora y vive en el 4º. Guapa y simpática. Es la vecina perfecta. Palpo las llaves que tengo en el bolsillo de la parka y las saco. Simulo estar buscando una concreta. Su mirada se posa en ellas. Las guardo, avergonzado. Me sorprende que no diga nada. Es de las pocas vecinas que facilita la conversación. El silencio se me hace insufrible. No sé de qué hablar. Aparte del tiempo, qué alternativas quedan. Ya está bien de tópicos. Antes muerto que meteorólogo barato. El silencio resulta tenso, incómodo. Hace tiempo que me propuse no caer en los temas "manidos" de siempre, pero no encuentro alternativa. Me fijo a hurtadillas en mi compañera de habitáculo, pero desvío la mirada al encontrarme con la suya. Me sorprende que esté tan callada. Casi siempre toma la iniciativa. ¿Qué le pasará hoy? ¿Y a mí qué me ocurre? Ahora o nunca. ¡Ya está bien! Si fuera niña le preguntaría por el cole... y le diría lo alta que está. La niña sonreiría bobalicona... Quizás si va con la madre, contestaría por ella. Pero no es una niña. Es toda una mujer. ¿De qué puedo hablar con mi vecina la doctora sin hacer el ridículo? Esta situación me recuerda a otra igualmente embarazosa: cuando uno dobla la esquina y se pone a andar al mismo ritmo que otra persona que pasa casualmente por allí. Y ahí estamos los dos, andando uno al lado del otro, que parece un marcaje en zona. Al final uno tiene que apretar el paso y meter tierra de por medio, de lo incómoda que es la situación. Creo que mi vecina y compañera de ascensor me está leyendo el pensamiento. Sus ojos sonríen, estoy seguro. Miro hacia el techo. Ella hace lo mismo, lo presiento. Como si me persiguiera... Me resulta un tanto angustiosa esta situación, por no decir, cómica. A ella parece traerle sin cuidado. Se sabe dominadora. Esta deducción me intimida más, si cabe. Miro al panel de los números. Siento el acoso de sus ojos en mi nuca. Los espacios cortos no son los míos. Parece un viaje sin fin y total acabamos de dejar el entresuelo. La lentitud me exaspera. Recuerdo el ascensor del Edificio Empire State. Aquel sí que era rápido. ¿Y si le preguntara si ha estado en Nueva York? Me temo que no procede. La temida angustia claustrofóbica comienza a hacer acto de presencia. Me ha pasado otras veces. Me desabrocho un botón de la camisa. Y ella, mira que te mira... Me lo vuelvo a abrochar, con cierto rubor. Para mayor colmo, hoy no he tenido correspondencia y el recurso de ojearla no me es factible. Sacar el móvil y manipularlo es cosa de adolescentes. Otra alternativa baldía... No puedo más. En el futuro, cuando vea ocupado el ascensor, huiré presuroso hacia las escaleras, como si quisiera hacer ejercicio. Me cansaré, pero es preferible. Aquí me ahogo. Hoy no me pregunta por mi familia. ¿Qué le pasará? Siempre ha sido muy locuaz. Pasamos el 1º. Ya falta menos. Siento que me falta el aire. Decidido, en el futuro subiré las escaleras de dos en dos. Todo, antes que hablar del tiempo y pasar por estos trances. Lo de hoy clama al cielo. Creo que me está provocando. La veo divertida. Entreabre los labios. Yo diría que se está divirtiendo. Mi pesadumbre le gusta. Se sabe dominadora. ¿Qué pensará de mí? Que soy imbécil. Hasta yo mismo lo pienso y eso se refleja en la cara.
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-¿Vaya día caluroso tenemos hoy, eh?- me dice sonriendo.
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Su pregunta me suena a campana que anuncia el final del asalto. Me ha salvado poco antes de llegar a mi rellano. Se ha compadecido de mi agonía. Ha evitado el KO. Gracias, vecina, por librarme de la inanición. Le contesto con pasión incontenida. Se detiene el ascensor, entreabro la puerta, pero le sigo dando mi opinión sobre el tiempo. Me cuesta abandonar el tema. Le digo que será variable, seguro. Lamento no vivir más arriba. Ahora que comenzaba a sentirme mejor que Mariano Medina...

5 comentarios:

  1. Anónimo9:58 a. m.

    No entiendo lo de Mariano Medina...

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  2. Anónimo9:59 a. m.

    No entiendo lo de Mariano Medina...

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  3. Anónimo11:19 a. m.

    Mariano Medina fue el hombre del tiempo de TVE durante bastantes años. Un saludo

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  4. Enhorabuena Luis por este último "post". Es real como la vida misma. A mí también me ha pasado en alguna ocasión. Me sorprende que algunos lectores no entiendan lo de Mariano Medina. Son muy jóvenes y nosotros bastante mayores.

    Un saludo,
    José María

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  5. Se me ha venido a la cabeza la frase con que suelo rematar esas conversaciones meteorológicas en el ascensor: "Hai que aguantar o que veña" ;)) No falla: si llueve te aguantas y si no, también.
    Pero sí, es una pena no emplear ese tiempo más inteligentemente. Especialmente con las vecinas guapas y simpáticas.
    Tendré que darles las gracias a nuestra Fauve. Últimamente no salgo de por aquí.

    Saludos

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