Miles de muertos y muchos más desparecidos bajo los escombros, presumiblemente también cadáveres. Pueblos enteros arrasados. Devastación. Dolor desgarrado. Supervivientes angustiados: unos miran con ojos extraviados; otros esperan un milagro. Manos desnudas escarban ansiosas entre los cascotes. El pánico y la angustia aumentan con el transcurrir de los días. Cada vez suenan menos móviles clamando ayuda. Vidas y baterías languidecen exhaustas. Tragedia difícil de cuantificar por su magnitud. Las cifras que se barajan, cada vez con más ceros. Solidaridad espontánea ejemplar de todos los chinos. Parece que las autoridades tampoco regatean medios. No es hora de buscar responsabilidades, pero que tantos desplomes de hospitales y escuelas hayan mostrado su endeblez ante tal seísmo dice poco en favor de la solidez de la construcción. Hoy día hay medios para contrarrestar efectos tan desoladores. Que se dejen de prejuicios históricos y hablen de estos temas con los japoneses. Saben mucho de parámetros de seguridad antisísmicos. Si China quiere estar a la cabeza entre los países más desarrollados tendrá que plantearse cuáles son sus prioridades... Mientras tanto, muchas familias se han quedado huérfanas del único hijo que tenían. Una niña de tres años sobrevive protegida por los cadáveres de sus padres. ¿Milagro? Los cadáveres, de rostros azulados, se alinean y amontonan bajo toldos improvisados. El reloj de una torre, parado, señala las 2,28 horas. Lodazales de lluvias. Perros olfateando, ansiosos. Grúas, menos de las necesarias, izan grandes bloques de hormigón y su ruido se confunde con el llanto de las gentes desesperadas que deambulan moviendo aljezones sin orden ni concierto. Algunos, con rostros sucios y cabellos grasientos, miran con hostilidad silenciosa a los corresponsales de prensa extranjera que filman con sus cámaras, impertérritos. No culpan, pero recelan. Otros cocinan fideos en hornillos de butano en plena calle junto a los escombros. Soldados con uniforme desaliñado y ojos acuosos se mueven con disciplina castrense, autómata, blandiendo con pesar sus picos y sus palas. Voluntarios silenciosos reparten agua, alimentos, tiendas, abrazos... Algunos funcionarios, en improvisadas oficinas al aire libre con mesas y sillas plegables toman nota de quejas, reclamaciones. La más desgarrada: “!Queremos agua¡ ¡Queremos comer!” Tampoco ocultan su resquemor por los gobiernos locales. Entre los escombros, maniquíes descoyuntados, pupitres, ropas, mochilas, muebles, enseres... Todo revuelto y destrozado. Parecen inmensas escombreras de magnitudes incalculables. A las afueras de las ciudades afectadas –Wenchuam, Shifang, Miangyang...- carreteras agrietadas con el asfalto levantado, laderas de montañas desmoronadas, vehículos, sobre todo ciclomotores, abandonados. Y sobre el sollozo de todos, petardos que estallan anunciando el descubrimiento de un cadáver y otro y otro...Curiosa costumbre local la de esta provincia china. A medida que pasan las horas y los días, se observan más mascarillas. El olor a muerte se palpa con más intensidad. Helicópteros ruidosos, como moscardones gigantes, levantan polvo de los escombros. Y los periodistas chinos, ¿dónde están?, claman algunos con ojeras oscuras y crispación incontenida...
China, estos días luctuosos, eleva un clamor contra la deshumanización que nos invade.
China, estos días luctuosos, eleva un clamor contra la deshumanización que nos invade.
Gracias por la visita y por los comentarios. Voy a visitar tu blog. Un saludo.
ResponderEliminarVeo la China actual como una gran decorado de cartón con unas raices poco profundas y una gran torre bamboleándose allá arriba. China, bajo un miserable régimen dictatorial, ha crecido pero a cambio ha abandonado sus propias raices para ser otra cosa.
ResponderEliminarSe chacharea tanto sobre el desarrollo chino que se olvida lo más básico: se hace a costa del sufrimiento de la gente que malvive en condiciones de extrema pobreza y está sometida a una tiranía casi medieval donde poco importan las víctimas ante la alegría que provocan los números y las tablas macroeconómicas.
Totalmente de acuerdo con el doctor K. y especialmente con el segundo párrafo.
ResponderEliminarDescansen en paz las cincuenta mil víctimas mortales.