¡ EDUCACIÓN, YA¡

Nunca había habido tantos jóvenes en edad escolar o universitaria cursando estudios en nuestro país. Deberíamos felicitarnos por ello si los resultados académicos y educativos estuviesen a la misma altura. El informe PISA, verdadero barómetro europeo sobre la educación, certifica, sin embargo, que los resultados en España cada curso son peores que el anterior. Y lo que es más grave, la distancia con los países que nos preceden se agudiza. La respuesta a este gravísimo problema es culpabilizar a unos u otros. Escuelas, familias, autoridades académicas y gobiernos autonómicos y central salen malparados. Sin olvidar a los alumnos que, a partir de cierta edad, también tienen sus propias responsabilidades. No obstante, los temas que se llevan la palma en los debates públicos no tienen que ver mucho con la educación. Por encima, y a mucha distancia, están los intereses partidistas. Incluso en las encuestas, la preocupación por el tema educativo está lejos de los primeros lugares. Sin desconsiderar en absoluto los problemas laborales, de vivienda y de terrorismo, que realmente lo son, convendría asumir de una vez por todas que la cuestión de la educación tiene tal relevancia que exige un debate público y una suma de todas las partes implicadas para cimentar de una vez los fundamentos de una educación que taenga el rango de excelencia. Los partidos deben abordar el conflicto como tema de Estado y dejarse de leyes con respaldo meramente coyuntural; las familias deben asumir sus responsabilidades educativas sin delegarlas en exclusiva en la escuela para luego responsabilizarla de los fracasos; los centros y los profesionales de la enseñanza deben hacerse respetar más exigiendo se les tenga en consideración preferente a la hora de que las instituciones con competencias legislen y planifiquen proyectos educativos. Tampoco hay que ignorar las experiencias y los éxitos educativos que se alcanzan en países de nuestro entorno cultural y democrático. Mirar hacia atrás con nostalgia tampoco conduce a nada. Las realidades y los tiempos distintos piden tratamientos que se acomoden a tales circunstancias. Y para terminar, asumir de una vez por todos que el esfuerzo, el trabajo, la disciplina así como el respeto más exquisito a las diferencias y a todas las libertades individuales y colectivas es compatible e inequívocamente fundamental para que esta lamentable situación pueda remontar el vuelo.

(El extraño árbol, con las ramas desorientadas, que encabeza este escrito podría ser el símbolo de la educación hoy, pero aún le quedan hojas verdes...)