Torre de San Martín (1)
La amistad se convirtió en odio debido a la rivalidad por Zoraida (así se llamaba la muchacha), y tanto Omar como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed, padre de la destinataria de su amor. Ante el dilema y la indecisión de la joven, el progenitor decidió que otorgaría la mano de su hija a aquel que acabara antes su torre, siempre que reflejara a la perfección la belleza del proyecto.
Omar comenzó las obras de la torre de San Martín y Abdalá las del Salvador, tapando ambos sus trabajos con andamiajes que ocultaran su evolución. Se establecieron relevos, incluso a las horas de comer, y organizaron turnos de noche, burlando la vigilancia. El amor por Zoraida empujaba a los dos a realizar todo lo posible para acabar antes que su respectivo contrincante.
Un día, Omar anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró a los pies de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife ganador, con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco, las gentes iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y ajedreces que decoraban la construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por completo, Omar lanzó un grito de angustia: en lugar de erguirse recto, el edificio estaba ligeramente inclinado. El orgullo del que se veía ya junto a Zoraida se tornó en desesperación, y frente a toda la ciudad, el alarife ascendió a la torre y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor.(Este desenlace trágico y el hecho de que la torre de San Martín esté más alejada de la Plaza del Torico -corazón de la ciudad- han contribuido a que se halle más sola, por no decir un tanto marginada...)
Pocos días después, Abdalá terminó su obra y ganó la mano de Zoraida, poniendo fin de este modo a la historia de las torres de San Martín y el Salvador de Teruel”.
Esta leyenda, como los cuentos clásicos, también tiene moraleja. ¿La adivinan? Yo no pienso exponerla porque la desluce.
En Teruel, pequeña capital provinciana del Sur de Aragón, y de cuya existencia dudan propios y extraños, pasé tres felices años. Ya he escrito en este blog sobre los Amantes –tema que me apasiona- la Plaza del Torico actual, la torre del Salvador, la Escalinata, etc. Todavía me queda “cuerda”: la Catedral, la extraordinaria iglesia de San Pedro, el Museo de los Amantes, el Viaducto, el Acueducto, Dinópolis, etc. Todo llegará. Hoy reseño la leyenda de Zoraida y las dos torres mudéjares:
“Omar y Abdalá, alarifes mudéjares, fueron elegidos a principios del siglo XIV para construir, respectivamente, las torres de San Martín y del Salvador. Un día, cuando caminaban juntos por Teruel, puesto que eran amigos, divisaron en una ventana a una hermosísima joven, de la que ambos quedaron prendados. (Tanto de esta joven como de Omar y Abdalá no se conservan retratos fidedignos, pero como suele ocurrir en estos relatos, nadie duda de su hermosura, de la de ella, claro...)
“Omar y Abdalá, alarifes mudéjares, fueron elegidos a principios del siglo XIV para construir, respectivamente, las torres de San Martín y del Salvador. Un día, cuando caminaban juntos por Teruel, puesto que eran amigos, divisaron en una ventana a una hermosísima joven, de la que ambos quedaron prendados. (Tanto de esta joven como de Omar y Abdalá no se conservan retratos fidedignos, pero como suele ocurrir en estos relatos, nadie duda de su hermosura, de la de ella, claro...)
La amistad se convirtió en odio debido a la rivalidad por Zoraida (así se llamaba la muchacha), y tanto Omar como Abdalá fueron, por separado, a hablar con Mohamed, padre de la destinataria de su amor. Ante el dilema y la indecisión de la joven, el progenitor decidió que otorgaría la mano de su hija a aquel que acabara antes su torre, siempre que reflejara a la perfección la belleza del proyecto.
Omar comenzó las obras de la torre de San Martín y Abdalá las del Salvador, tapando ambos sus trabajos con andamiajes que ocultaran su evolución. Se establecieron relevos, incluso a las horas de comer, y organizaron turnos de noche, burlando la vigilancia. El amor por Zoraida empujaba a los dos a realizar todo lo posible para acabar antes que su respectivo contrincante.
Un día, Omar anunció el término de sus obras. La población turolense se concentró a los pies de los andamios que cubrían la nueva torre de San Martín. El alarife ganador, con aire triunfal, ordenó que se destapara su trabajo. Poco a poco, las gentes iban contemplando embelesadas los bellos azulejos y ajedreces que decoraban la construcción. Sin embargo, cuando la torre estuvo descubierta por completo, Omar lanzó un grito de angustia: en lugar de erguirse recto, el edificio estaba ligeramente inclinado. El orgullo del que se veía ya junto a Zoraida se tornó en desesperación, y frente a toda la ciudad, el alarife ascendió a la torre y se lanzó al vacío, prefiriendo la muerte a una vida sin amor y sin honor.(Este desenlace trágico y el hecho de que la torre de San Martín esté más alejada de la Plaza del Torico -corazón de la ciudad- han contribuido a que se halle más sola, por no decir un tanto marginada...)
Pocos días después, Abdalá terminó su obra y ganó la mano de Zoraida, poniendo fin de este modo a la historia de las torres de San Martín y el Salvador de Teruel”.
Esta leyenda, como los cuentos clásicos, también tiene moraleja. ¿La adivinan? Yo no pienso exponerla porque la desluce.
(1)Si haces un "clic" en las fotos, al ampliar su tamaño, podrás apreciar más la belleza de los detalles.
Si el bueno de Abdalá hubiera hecho lo mismo que su predecesor tirándose de la torre me quedaría con la de Salvador. ¿Pero quién se puede resistir a la obra de un hombre que sacrifica su vida en nombre de una plenitud no conseguida?
ResponderEliminarLas dos torres son magníficas.
Dr. Krapp: La inmensa mayoría de los turolenses prefieren, com Vd., la de San Martín. Yo pasé tantas veces bajo las entrañas de la del Salvador que acabé tomándole mucho afecto. Realmente el mudéjar de Teruel es extraordinario y lo digo sin pasión "patriotera"...
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