A los niños de ahora casi no les narran cuentos. Y es una lástima. Nosotros, los de mi generación, tuvimos más suerte. Al menos, en esto. ¿Quién no recuerda las fábulas de Fedro, Esopo, Samaniego, Andersen... ridiculizando los defectos humanos? De los cuentos de Esopo o Samaniego quiero sacar a colación el de “La lechera”. Omito la narración archiconocida y recuerdo el fatal desenlace de un sueño que se va a pique igual que la leche que se derrama como consecuencia de un accidentado brinco o resbalón fortuito. Luego venía la moraleja no exenta de “moralina” sobre lo de “hacer castillos en el aire” y todo eso...
“Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
“Modera tu alegría,
no sea que saltando de contento,
al contemplar dichosa tu mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.
No seas ambiciosa de mejor
o más próspera fortuna,
que vivirás ansiosa”.
Pues bien, resulta que ha caído en mis manos un libro de Víctor González titulado “El río que se secaba los jueves” donde parece ser que se recupera el auténtico cuento de “La lechera” que tiene un desenlace bien distinto. Lo retomo a partir del brinco o del resbalón:
“tropezó con un tejón que cruzaba por allí y casi se le cae el cántaro al suelo. Por suerte eso no ocurrió, pero a partir de ese momento dejó de darle a la cabeza y fue mucho más atenta al camino” (p.83).
Tras este episodio crucial, la lechera llegó al mercado y tuvo la ocurrencia de ponerle a la leche un precio exageradamente alto. Más o menos el equivalente a 100 € de ahora. La gente de entonces –y me temo que también la de ahora- pensaban que a ese precio tenía que ser extraordinaria. Y la mayoría compraba al menos “un cuartillo”. Corrió la voz y algunos acaudalados de la época se enteraron y, caprichosos, le compraron cientos de litros y un afamado productor de quesos se llevó toda la que le quedaba...Total: cien mil litros a cien €, hagan Vdes. mismos la cuenta... ¡Un fortunón! Hoy, la lechera, que si no recuerdo mal se llamaba Esmeralda, habría montado una gigantesca empresa agropecuaria, con ordeñadoras automáticas y para no correr el riesgo de tropezar, ni de que los camiones cisterna pudiesen sufrir un accidente, tendría su propio "lacteoducto" para enviar la leche a todos los supermercados del mundo.
¡Ah, se me olvidaba: la lechera fue feliz hasta el final de sus días!
No sé lo que opinarán Vdes. Los cuentos con moraleja eran “chulos”, pero sin ella son “divinos”.
Pues bien, resulta que ha caído en mis manos un libro de Víctor González titulado “El río que se secaba los jueves” donde parece ser que se recupera el auténtico cuento de “La lechera” que tiene un desenlace bien distinto. Lo retomo a partir del brinco o del resbalón:
“tropezó con un tejón que cruzaba por allí y casi se le cae el cántaro al suelo. Por suerte eso no ocurrió, pero a partir de ese momento dejó de darle a la cabeza y fue mucho más atenta al camino” (p.83).
Tras este episodio crucial, la lechera llegó al mercado y tuvo la ocurrencia de ponerle a la leche un precio exageradamente alto. Más o menos el equivalente a 100 € de ahora. La gente de entonces –y me temo que también la de ahora- pensaban que a ese precio tenía que ser extraordinaria. Y la mayoría compraba al menos “un cuartillo”. Corrió la voz y algunos acaudalados de la época se enteraron y, caprichosos, le compraron cientos de litros y un afamado productor de quesos se llevó toda la que le quedaba...Total: cien mil litros a cien €, hagan Vdes. mismos la cuenta... ¡Un fortunón! Hoy, la lechera, que si no recuerdo mal se llamaba Esmeralda, habría montado una gigantesca empresa agropecuaria, con ordeñadoras automáticas y para no correr el riesgo de tropezar, ni de que los camiones cisterna pudiesen sufrir un accidente, tendría su propio "lacteoducto" para enviar la leche a todos los supermercados del mundo.
¡Ah, se me olvidaba: la lechera fue feliz hasta el final de sus días!
No sé lo que opinarán Vdes. Los cuentos con moraleja eran “chulos”, pero sin ella son “divinos”.
Siempre me da por saltarme las moralejas en las narraciones. Ya sean infantiles, ya sean narraciones para gente adulta.
ResponderEliminarSi tuviera que describir lo que me parece una moraleja, las comparar�a con las antiguas "carabinas" en el caso de las parejas de amantes. Vigilaban mucho y sobre todo estorbaban a lo que ten�a que haber de verdad.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi algún día mis hijos me dan nietos, pienso contarles los mismos cuentos que a ellos y que acostumbraba a improvisar sobre la marcha. Y de "La lechera" prefiero, sin duda, la supuesa versión moderna, estilo "sueño americano"...
ResponderEliminarGracias por sus visitas, Fermín Gámez y Dr. Krapp.
Disculpe Luis Antonio, pero mi otro ordenador me hizo una mala pasada y me comió alguna palabra de mi comentario. Intentaré reconstruirlo aquí y ahora:
ResponderEliminarMe temo que si volvemos a la palpitante actualidad si ha habido una piedra o un tejón que ha roto muchos cántaros de leche como en el cuento de la lechera es la cuota láctea de Unión Europea que conocen muy bien mis paisanos ganaderos.
Como los gallegos siguen, a veces, vericuetos y recovecos de tan difícil acceso para el común de los mortales,llegué a pensar -Dr. Krap- que se trataba de una "gallegada" Lo digo con todo el cariño del mundo, pues la visión que tengo de ese pueblo,de su paisaje, de su literatura y de muchísimas cosas más son inmejorables.
ResponderEliminarAhora, sin embargo, todo está aclarado. Gracias