Acabo de finalizar la lectura de Por qué soy cristiano de José Antonio Marina. La razón de está lectura hay que buscarla en el buen sabor que me dejó hace muchos años la lectura de Bertrand Russell de título contrario Por qué no soy cristiano. Parece que a José Antonio Marina le pasó lo mismo porque lo cita con frecuencia y no oculta que comparte muchos de los argumentos del filósofo británico. Marina, al igual que Russell, critica la inconsistencia del cristianismo desde un punto de vista de estricta racionalidad. Sin embargo, Marina, aunque es consciente de la existencia de un conjunto de mecanismos de poder alrededor del cristianismo, cree que prevalece la idea de un modelo positivo a seguir. Acepta sus planteamientos éticos, que defiende con solidez, y con esto le basta para considerarse cristiano. No necesita de la fe. José Antonio Marina aclara algunos conceptos religiosos, tradicionalmente confundidos. La fe, en la Biblia, es básicamente confianza: «El fiel tiene que ser Jesús, o Dios, es decir, quien hace la promesa Así pues, el cristiano lo que tiene que ser es confiado» (p. 112). Le basta con la confianza. Marina puede desconcertar a los que necesiten de los dogmas, de los milagros y de la resurrección para fundamentar sus creencias. (A los que piensan así, que no se les ocurra leer este libro...). Y su explicación sobre el concepto bíblico de amor es muy diferente al que nos han enseñado: «Cuando los cristianos primitivos repiten insistentemente “Dios es amor”, tendemos a interpretar esta frase en clave sentimental. Nos equivocamos porque el cristianismo es muy poco patético. Amar no es un sentimiento, sino una acción. Una acción creadora de lo bueno» (p. 121, 122)
En cambio, para Russell la verdad está por encima de cualquier otra cosa y considera que aunque una creencia tenga un efecto moral positivo sobre el hombre, no debe constituir ninguna evidencia a favor de la verdad.
Lo realmente chocante es que ambos escritores coinciden en rechazar dogmas y milagros y, a través de la razón como instrumento de acercamiento, llegan a conclusiones totalmente opuestas. José Antonio Marina me ha desconcertado porque la bondad no es exclusiva del cristianismo. Y por esa regla de tres, cualquier otro modelo de ética que también sea positiva le podría llevar a una creencia de etiqueta diferente...No sé si lo he entendido bien, pero lo que me queda de esta lectura es que Marina confía en la ética positiva. Yo, también. Pero, insisto, esta ética no es exclusiva del cristianismo.
En cambio, para Russell la verdad está por encima de cualquier otra cosa y considera que aunque una creencia tenga un efecto moral positivo sobre el hombre, no debe constituir ninguna evidencia a favor de la verdad.
Lo realmente chocante es que ambos escritores coinciden en rechazar dogmas y milagros y, a través de la razón como instrumento de acercamiento, llegan a conclusiones totalmente opuestas. José Antonio Marina me ha desconcertado porque la bondad no es exclusiva del cristianismo. Y por esa regla de tres, cualquier otro modelo de ética que también sea positiva le podría llevar a una creencia de etiqueta diferente...No sé si lo he entendido bien, pero lo que me queda de esta lectura es que Marina confía en la ética positiva. Yo, también. Pero, insisto, esta ética no es exclusiva del cristianismo.
A lo mejor habría que escribir un "Por qué soy cristiano..a veces" La mayorái de los grandes pensadores de nuestro tiempo podrían dejar ahí su pensamiento. Desde el mismo Russell, los existencialistas cristianos y tantos otros, como nuestro gran Aranguren.
ResponderEliminarA decir verdad, este libro me ha decepcionado. La conclusión a la que llega el autor es incoherente con la metodología lógica empleada. Claro que hablar de creencias y de lógica es un tanto absurdo, ¿no?
ResponderEliminarUn cordial saludo, Dr. Krapp