A menudo nos esforzamos más en hacernos los interesantes que los interesados, en escucharnos que en escuchar. En las relaciones humanas es frecuente manifestar la queja de “no me escuchas”. La capacidad de escuchar es una virtud que se prodiga poco. Esta carencia dificulta cualquier proceso de comunicación.
Según los expertos en comunicación, saber escuchar significa:
Mostrarse interesado.
Hacer preguntas empáticas.
Parafrasear las expresiones del interlocutor.
Ser capaz de hacerlo con todos los sentidos.
Captar los detalles –ojos, cara, gestos- de la expresión corporal de la persona con quien se habla.
Alimentar la circulación de la información.
Establecer y mantener las buenas relaciones.
Lo que no suelen decir los especialistas en esta materia es que cuando el que habla lo hace bien y dice cosas interesantes, escuchar es sumamente fácil, es un aténtico placer.
Según los expertos en comunicación, saber escuchar significa:
Mostrarse interesado.
Hacer preguntas empáticas.
Parafrasear las expresiones del interlocutor.
Ser capaz de hacerlo con todos los sentidos.
Captar los detalles –ojos, cara, gestos- de la expresión corporal de la persona con quien se habla.
Alimentar la circulación de la información.
Establecer y mantener las buenas relaciones.
Lo que no suelen decir los especialistas en esta materia es que cuando el que habla lo hace bien y dice cosas interesantes, escuchar es sumamente fácil, es un aténtico placer.
Y por el contrario, ¿cómo aplicar las sugerencias anteriores cuando tienes por interlocutor a un auténtico "plasta"? Pero, mejor, de eso hablamos otro día...
¿Qué terreno más pantanoso, Luis Antonio!
ResponderEliminarLa frase: "A menudo nos esforzamos más en hacernos los interesantes que los interesados" es una verdad como una catedral pero tiene matices, a mi modo de ver.
De jóvenes, cuando los jóvenes eramos nosotros, estábamos demasiado obligados a atender a la autoridad de cualquier índole (la paternal, la escolar, la institucional) que ensayábamos mecanismos de defensa frente a ese tipo de poder que se ejercía sobre nosotros. Luego, con el transcurso de los años la autonomía psicológica que vamos alcanzando nos libera de aquella opresión y cuando captamos cualquier síntoma de autoridad sobre nosotros, nuestras decisiones o nuestros opiniones; nuestro cerebro automáticamente recurre a aquellos mecanismos que usábamos en nuestra juventud, el más importante: dejar de oír.
Es un aspecto del tema, hay otros como el hecho de que cada vez nuestras vidas sean más solitarias y perdamos la capacidad de la intercomunicación con los demás. Muchas cosas hay en este tema para un pequeño comentario.
Estimado Luis Antonio, muchas veces (demasiadas) los expertos son los plastas. ¿Imagina interesante una comunicación siguiendo unos parámetros establecidos?
ResponderEliminar¿Dónde está la frescura? ¿dónde la espontaneidad? ¿qué tiene la interlocución oral que casi nunca puede librarse del atropello, la confusión y el malentendido? ¿la mente va más deprisa que la voz?
El pensamiento vuela y la voz se encalla. La verbalidad es un carcelero macarra de pensamientos tal vez bellos e incluso sublimes.
A menudo creamos escenarios -malo, si se necesita un escenario la cosa ya es pobre desde el inicio, pues me vería capaz de escuchar eternamente a un interlocutor interesante incluso en un establo- de confort, de decoración incitadora a la tertulia, velas, música, aderezos inútiles que tienen la misión de empujar…
¿Empujar qué? ¿Una fluidez delectante y captadora de interlocutores interesados?
Tal vez sea una cuestión del tiempo real. De la inmediatez de la respuesta. Se va pensando la respuesta/intervención al mismo tiempo que se escucha. No existen (o son muy pocos) escuchadores vocacionales.
Por eso, en los debates radiados o televisados (incluso entre tertulianos avezados) la interrupción y el cacareo es inevitable (incluso en aquellos que no la hayan pactado monetariamente) y participen honestamente.
Usted, por ejemplo, es capaz de generar temas siempre interesantes. Lanza guantes muy sugerentes. Díganos su secreto y deje a los expertos y sus corsés estranguladores de la naturalidad.
Un saludo.
Es muy difícil saber escuchar con los cinco sentidos. Tendemos a ser interesantes y a pensar más en lo nuestro. Nos falta empatía. Y naturalidad.
ResponderEliminarA mis alumnos les recuerdo con frecuencia que la primera piedra de todo aprendizaje es aprender a escuchar.
Un saludo,
José María
Yo iba a decir lo mismo que Receptor pero en plasta, así que mejor sigo escuchando, digo leyendo.
ResponderEliminarCreo que hay que saber escucharse muy bien a uno mismo para aprender a escuchar a los demás.
ResponderEliminarA veces escuchándote a ti mismo, escuchas a los otros, incluso es posible que cuando escuchas a los otros, termines también escuchándote.
¡Ay, la comunicación!
Qué cosa más desierta a veces.
Eso mismo, Om, me decía mi padre: cuando estaba enfadada, siempre, siempre me decía: ¡te voy a grabar en una cinta para que te escuches después! (por entonces no había mp4 ni mp3, ni siquiera mp2 o mp1 xD).
ResponderEliminarNunca me llegó a grabar, pero sí se me quedó grabada su frase... y yo se la soltaba después a un novio que tuve cuando se enfadaba él XD
Los defectos que menos soportamos en los demás son los que también tenemos nosotros.
El saber escuchar es un arte, oir oimos, escuchar se aprende, igual que saber hablar y saber callar.
ResponderEliminarPor lo general, a veces la lengua vá mas deprisa que la mente y se dicen cosas que no tiene nada que ver con lo que oyes, y eso es precisamente porque no se escucha.
Besitos Luis Antonio
Estimados todos: (Dr. Krapp, Receptor, Josemarco, Fauve, Omaha, Lisebe...)
ResponderEliminarOs aseguro que escucharos a todos, y con los cinco sentidos, es un auténtico placer. De todos aprendo y a todos estimo. Gracias, una vez más
Yo no quiero ser menos. ¿Puedo añadir algo? Si me permitís, ante lo de escuchar y poner atención, me quedo un poco perplejo. Mi esperiencia (no tiene por qué ser la vuestra) es la de que apenas hay cosas de qué hablar, y nuestras conversaciones suelen ser fatuas, frívolas e intrascendentes. Lo bueno es encontrarte (tal vez por casualidad) con un interlocutor que participe de tus intereses y entonces sí, entonces hay que poner casi los cinco sentidos porque aquello puede ser interesante. Pero escuchar (aunque sea a un profesor de la Universidad) requiere tanto esfuerzo, tanto salir de ti para adentrarse en el otro, que no sé si merece la pena.
ResponderEliminarBueno, es una opinión más, no me tiréis los trastos. Prometo no haceme muy pesado.
Un abrazo,
Ángel
Tú no eres pesado Ángel. Tú eres un lujo y tus comentarios enriquecen estos amistosos debates. Bienvendio y que cunda...
ResponderEliminarHola, Ángel, soy fauve XD; estoy de acuerdo con tu intervención excepto en la primera parte: sí que hay muchísimo de lo que hablar, lo difícil es que emisor y receptor coincidan en el tema y en el momento del tiempo para hablar de ese tema; si es así, escuchar es facilísimo; si no, requiere muchísimo esfuerzo, sobre todo porque cada vez estamos más acostumbrados a soltar nuestro rollo y no escuchar, pero eso viene como consecuencia (y aquí va mi opinión absolutamente personal, mi teoría) de que cada vez se lee menos y se quiere lo inmediato, y una charla sosegada no puede ser inmediata a no ser que sea un mensaje al móvil... Claro que internet está consiguiendo que la gente lea, aunque no sea literatura, pero se acostumbre a prestar atención a un tema y a mantener la atención y la concentración.
ResponderEliminarSaludos.
Pequeña Salvaje, qué gusto ver que alguien se interesa por lo que se dice y se opina. En el fondo dices lo mismo que yo. No aguanto a un plasta. No me interesa, veo que a ti tampoco.
ResponderEliminarÁngel.
No, Ángel, a mí tampoco, efectivamente; pero eso no significa que yo no lo sea. De hecho, como también soy coherente, no me aguanto.
ResponderEliminarClaro que para los demás es muy fácil irse, o colgar el teléfono, o apagar el ordenador. Pero... ¿Y uno mismo? ¿Cómo escapar? Terrible.