TEATRO MASSIMO
Palermo, la capital de Sicilia, circundada por palmerales, naranjos y viñedos, merced al clima suave – salvo en verano - que la caracteriza, debió de ser en su día una ciudad de ensueño. La huella, sobre todo arquitectónica, de las diversas culturas de los muchos y sucesivos dominadores que sufrió se palpa y se intuye por doquier. El devenir de la historia y sus caprichosas oscilaciones ha dejado en el pasado ese resplandor, agrietado y desconchado por el paso inexorable del tiempo, y hoy es una ciudad con infinidad de palacios, iglesias y edificios nobles abandonados a su suerte y que parecen clamar al cielo con gritos lastimeros y desgarrados una restauración urgente o como mínimo una limpieza de cutis... Tras tantos años de desidia, imagino que hasta la medida más elemental debe requerir unos costes inconmensurables. Palermo fue victima de la decisión de los monarcas Borbones de unificar Sicilia con el Reino de Nápoles en 1734. A partir de ese momento, esta ciudad se convirtió en una simple villa de provincia, ya que la corte real se trasladó a Nápoles. Desde la independencia de Italia, Palermo pasó a ser víctima de sus gobernantes corruptos, las más de las veces...
Hoy, Palermo con más de un millón de habitantes, presenta unas calles animadas por un tráfico caótico– el tercero, tras Roma y Kuala Lumpur, según manifiesta con regocijo el recepcionista del hotel – y que amedrenta sobre todo a los ya intimidados turistas. Dichas calles no pueden esconder la vergüenza de la basura que campea a sus anchas. La hediondez de los contenedores desbordados y abiertos en plena canícula compite aventajada con lejanos aromas de los vergeles circundantes. Las mismas vías disimulan sus vergüenzas, tras el ocaso, cuando el sólido empedrado devuelve la luz tenue de sus farolas desnudas...
Podría describir con cierta pasión el encanto de la Plaza de Quattro Canti en el cruce de Via Maqueda y Via Vittori Emanuele donde las estatuas representan a los soberanos españoles, las estaciones y las santas protectoras de la ciudad: Santa Cristina, Santa Ninfa, Santa Oliva y Santa Agata; podría fabular sobre las sorpresivas sensaciones que nos provoca la visita al desmesurado y ya decadente Teatro Massimo; podría narrar historias inventadas que nos sugieren la Mezquita arabe-normanda de San Giovanni degli Eremiti, la catedral, la capilla palatina del Palacio Normando, la Zisa, palacio normando de arquitectura árabe, la suntuosa Iglesia de Santa Caterina; podría retratar la preciosa iglesia normanda La Martorana y la Iglesia de San Cataldo; podría adjetivar con variopintos colores y olores los fascinantes mercados de la Vucchiria y de Ballaró; podría exponer mi estado de ánimo ante tantas maravillas contempladas en el Museo Arqueológico de Palermo y más aún en el Museo Internazzionale delle Marionette; podría exponer el grato recuerdo que me ha dejado la magnífica Catedrale di Monreale, considerada el ejemplo más bonito de arquitectura normanda, árabe, bizantina y clásica en tierras sicilianas, la infinidad de columnas policromadas de su claustro y las bellas panorámicas que se divisan desde su torre; podría mostrar mi congoja ante el espectáculo deprimente de la miseria del barrio de Alberguheria; podría referirme al Oratorio del Rosario di San Domenico profusamente ornamentado para la fiesta patronal del pasado día 15; podría mostrar fotografías espeluznantes sobre algunas de las calaveras colgadas en las catacumbas de Cappuccini que inevitablemente me recordaron a los Amantes de Teruel cuando todavía no tenían mausoleo que ocultase sus macabros despojos; podría explicar cosas que nos cuentan de la Mafia y el apoyo que brindó a las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial; podría escribir una crónica sobre el hecho de que tras más de 65 años de finalizada la Segunda Guerra Mundial, el centro de la ciudad aún no ha sido totalmente reconstruido y es frecuente ver todavía edificios devastados por dicha contienda; podría reflexionar sobre el porqué del alejamiento centenario de los sicilianos y los agentes de la autoridad; podría... hasta exponer una hipótesis más sobre el hecho de que todavía campeen ahí la mafia y la camorra; podría relatar tantas cosas... pero se me acaba el aliento, tras esta larga y dilatada suerte de reiteraciones condicionales y los efectos de la canícula sobre las neuronas, a pesar de gorras y sombreros varios, te aletarga y deja exhausto de tal manera que prefiero finalizar esta entrada con un par de anécdotas frívolas quizás, pero que me hicieron sonreír...
En la Piazza Pretoria, junto al Ayuntamiento de Palermo, pequeño remanso de paz y sosiego en el espacio tumultuoso capitalino, se halla una hermosa fuente con estatuas de criaturas mitológicas, monstruos, tritones, sirenas y los cuatro ríos de Palermo. La desnudez de las estatuas soliviantó e indignó de tal manera a unas monjitas mojigatas locales que decidieron romper la nariz a las estaturas masculinas. Sin duda hubiesen preferido amputar otra suerte de “apéndices” ubicados en partes innombrables, pero la decencia de cimentación religiosa tiene estas cosas... En su momento fue denominada La fuente de la vergüenza . El nombre todavía está vigente. Y las huellas en las narices son palpables...
La otra anécdota es la cantidad de interpretaciones un tanto pintorescas que me sugiere esta estatua que se halla junto a Il Duomo con el dedo corazón enhiesto, alargado y un tanto amenazador... La interpretación de los gestos varía con el tiempo. Por eso he descartado que la exhibición de ese dedo, casi tan largo como prominente es la nariz de Pinocho, tenga algo que ver con el tráfico infernal de Palermo...
Muy interesante tu crónica sobre Sicilia. Me ha parecido muy aleccionadora, pues no conocía prácticamente nada de esta isla. No descarto ir a visitarla en alguna ocasión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy interesante tu post.
ResponderEliminarSiempre he pensado que Italia es de esos lugares que debe visitarse en otoño o primavera. Como Madrid.
Un saludo.
Que buena visita por Palermo Luis!!
ResponderEliminarQue maravilla casi es como estar andando y disfrutar de esta ciudad.
Gracias por hacer tan vívido este recorrido y enseñarnos tan bellos lugares.
Muchos besitos mi querido Luis
Qué bien lo explicas todo, Luis. Un paseo grato por Palermo. ¿Lo volverías a visitar? No sé yo si me atrae.
ResponderEliminarEsa sensación de que todo necesita un poco de limpieza y que tanto monumento ganaría mucho con ello, también la tuve en Roma. Tambien su forma de conducir es peculiar.
Welcome home,Luis Antonio.
Gracias por llevarme de la manita mostrándome el Palermo auténtico. Me ha gustado mucho tu forma de describirlo, Luis.
ResponderEliminarUn beso y muchas gracias.
Quería ampliar nariz y gesto pero no hay manera, Luis... Andarán por ahí las monjitas mojigatas? ;)
ResponderEliminarPero tú sigue, sigue contando... que a la vez que tú cuentas yo viajo googleando. Un verdadero placer, por otro lado. Justito ahora ando volteando por el Teatro
Massimo...
Para cuándo los volcanes?
Besos!!!
Gracias, Luis Antonio, por esta visita a Palermo. Nunca he estado allí, pero me gustaría, sin duda. Lo que sí sabía, por fotos, es que Sicilia tiene un paisaje de lo más bello.
ResponderEliminarUn saludo.
Excelente descripción de Palermo, Luis. Has sintetizado en unas pocas líneas las luces y las sombras de esta ciudad. No sé si la visitaré alguna vez, pero tu crónica me ha despertado una incierta curiosidad.
ResponderEliminarUn saludo, José María
Debe ser una ciudad màgica. Encuentro que hay pocas en el mundo que son así. Milan, Londres Pekin y pare de contar. Lo que siempre hay que tener en cuenta es que el hotel tiene que ser de los mejores. Porque sino uno viaja y la pasa mal por temas de hospedaje que no tendrian que arruinar la visita. Cuando yo fui a Argentina a otra de las ciudades mágicas como Buenos Aires, me quedé en uno de esos hoteles en palermo y fue muy bueno, no me puedo quejar la verdad, me hicieron la vida más facil.
ResponderEliminarSaludos
Meli
A Miguel:
ResponderEliminarGracias, Miguel. La verdad sea dicha, Sicilia está llena de luces y de sombras, pero acostumbro a quedarme con lo bueno...en la memoria y en los afectos.
Un abrazo y feliz verano
A Tesa:
A veces nos está vedado elegir estación para viajar. La verdad es que lo más ingrato de este viaje ha sido la “calina”... Italia es un enorme museo en su conjunto.
Un abrazo, Tesa
A Lisebe:
Gracias por tus palabras, siempre cariñosas y gentiles.
Besos, estimada Lisebe
A Angie:
Creo que no volveré a visitar Palermo porque todavía quedan lugares inéditos que me despiertan mucha curiosidad. En cambio hay lugares como París, Londres, Nueva York, San Francisco, etc. que se pueden volver a visitar una y otra vez con anhelos renovados.
Besitos y feliz verano, Angie
A Antonio H. Martín:
ResponderEliminarGracias por tu visita. El paisaje de Sicilia es variado como mestizas y singulares son sus gentes, pero predominan las montañas secas y áridas...
Un cordial saludo, Antonio
A Josemarco:
Comprendo lo de “incierta curiosidad”... Gracias por tus palabras y hasta muy pronto, ¿no?
Un abrazo
A Melanie:
Buenos Aires merece estar en esa lista de ciudades mágicas. A Palermo de Sicilia la colocaría en otra lista diferente.
Veo que el objeto de tu comentario es promocionar los hoteles del barrio de Palermo de B. A. Te voy a cobrar...
Un cordial saludo
¿O sea que Cristo se paró en Éboli y Fidel Castro tiene estatua sombría en Palermo?
ResponderEliminarHe leído tus dos relatos con sumo interés y casi he sentido las gotas de sudor cayendo por mi frente mientras atravieso una plaza siciliana a las cinco de la tarde pensando si en ese tugurio de este pueblo abandonado me podré tomara un helado y olvidarme de la calor por un momento.
Palabra de verificación: micion. Me voy corriendo.
AL DR. KRAPP:
ResponderEliminarBienvenido, Dr. Veo que la canícula no ha alterado tu fino sentido de la ironía que casi raya la "irreverencia". Es broma...
Un cordial saludo desde este lugar donde disfrutamos de las temperaturas más bajas durante la noche.. Como casi siempre La pasada, 10º