miércoles, noviembre 21, 2018

Mentiras fundamentales sobre Cataluña (Diario 16)



Una amiga, a la que admiro y profeso un gran afecto, pero con la que mantengo notables discrepancias sobre el conflicto de Cataluña/España, me envía el artículo que comienzo a publicar en esta entrada. Cuanta más y plural información tengamos sobre este episodio, mejor podremos alimentar nuestro propio criterio

Mentiras fundamentales sobre Cataluña

Por Xavier Diez - 19/11/2018
El quinto episodio de la tercera temporada de la serie británica Black Mirror, Men Against Fire podría servir como la mejor metáfora a la hora de comprender la manipulación mediática y operación de guerra sucia para administrar el conflicto catalán. Para quien no lo haya visto, una breve descripción de la trama. En un futuro distópico, una organización militar se dedica a perseguir y exterminar una raza mutante (los roaches o cucarachas) que se esconden en lugares poco accesibles y presentan un aspecto aterrador, emitiendo gruñidos incomprensibles, y de quien se dice que se dedican a la violencia. Cada soldado posee un implante neuronal que sirve para agudizar sus sentidos y así perfeccionar su eficacia letal. En una de las persecuciones, el protagonista recibe una descarga de luz que le sobrecarga en el chip, hasta que éste empieza a fallar. Es así como, no solamente empieza a darse cuenta que el implante le engaña sobre su propia existencia, mucho más gris de lo que le muestran unos sentidos manipulados, sino que la presunta raza mutante, corresponde en realidad, a humanos como a él, y que los gruñidos son, simplemente palabras que puede comprender fácilmente. Porque, en realidad, el chip sirve para distorsionar su percepción y, así, deshumanizar a las víctimas, porque en cierta manera, el implante es como la propaganda en tiempo de guerra: anula la capacidad de empatía a fin de ser manipulados al antojo de sus mandos, y así poder practicar la violencia sin cuestionamientos morales ni remordimientos.
Men Against Fire nos sirve para describir el trato mediático y político a Cataluña en los últimos años. Los medios de comunicación convencionales, así como buena parte de las redes sociales se han concentrado a atizar el odio contra Cataluña y a realizar unas tareas de manipulación informativa descaradas. Desde programas como Espejo Público, los informativos de las cadenas generalistas, los medios digitales, la prensa de Madrid se establece una competición a ver quién es más antiidependentista. De hecho, los independentistas son tratados y distorsionados como los “roaches” o “cucarachas”, y, de hecho, los tópicos usados no difieren de los recursos utilizados por los antisemitas en Centroeuropa en los años que precedieron a la segunda guerra mundial. Esto se complementa con un apagón informativo sobre lo que sucede realmente en una Cataluña que, por su parte, y ante la bacanal de mentiras mediáticas, ha dado la espalda a estos medios (la caída del consumo televisivo respecto a las cadenas con sede en Madrid, así como con las cabeceras de los periódicos tradicionales tiene magnitudes históricas). La ofensiva del odio ha conseguido serrar los cables que mantenían unida una ciudadanía diversa a un estado que, vista la represión del 1-O y posterior, y los silencios cómplices de la sociedad civil española, difícilmente se podrán recoser. El divorcio mental ya es una realidad. Y esto se convierte en un grave problema político que no hará sino empeorar mientras no se aborde mediante la política y desde una democracia que tiene que ver con las urnas y el pacto –como entienden los independentistas-, y no con las leyes y la represión -como practica el nacionalismo español amparado en sus instituciones-
Por supuesto, para deshumanizar a catalanes (como previamente se había hecho con los vascos, o con los disidentes respecto al postfranquismo que domina los resortes del estado) es necesario un relato que justifique el odio. Y para ello, es necesario construir mentiras, que para que sean creíbles, requieren dosis homeopáticas de verdad. Esto no pretende ser un inventario exhaustivo, pero sí contiene elementos bastante repetidos desde los medios de comunicación y responsables políticos y que, o bien se han instalado como creencias recientes, o bien llevaban mucho tiempo instaladas en el subconsciente colectivo de buena parte de la sociedad española en una relación España-Cataluña siempre conflictiva. No olvidemos que ya en el siglo XVII, Quevedo, un precursor de intelectual orgánico y de los tertulianos contemporáneos, ya consideraba a Cataluña como “aborto monstruoso de la política.”

Mentira número 1: Cataluña

“Las familias se rompen”, “se persigue a los ‘constitucionalistas’”, … En fin. Cualquiera que tenga un mínimo contacto con la realidad, comprobará esta falacia de magnitudes olímpicas. La cuestión del independentismo, contrariamente a la burda propaganda impulsada por Ciudadanos, no divide a la sociedad catalana en absoluto, sino que, como cualquier otra cuestión polémica, permite visibilizar opiniones y posiciones diferentes. Toda sociedad democrática se caracteriza por su capacidad de administrar discrepancias, y el discurso catastrofista suele utilizarse como mecanismo, más que conservador, inmovilista. La cuestión de la independencia puede dividir tanto o tan poco como el aborto, la legalización de la prostitución, la inmigración, la multiculturalidad, la permanencia en la Unión Europea o los matrimonios de personas del mismo sexo. Las personas y familias pueden mantener discusiones tensas sobre cuestiones trascendentes que marcan los conflictos contemporáneos. Pero la actitud de evitar administrar la complejidad del presente o de decidir sobre temas importantes, no es de conservadores, sino de reaccionarios. Vetar los debates o impedir la búsqueda de soluciones suele venir acompañado de argumentos falaces en base a un pasado idealizado (y, por tanto, falso) que viene a romper la teórica armonía de una supuesta arcadia feliz, en un mecanismo intelectual que recuerda al integrismo religioso. La actitud de, “no tratemos el tema de la autodeterminación, porque eso romperá familias” no es muy diferente a “no legalicemos el divorcio porque el país se sumirá en el caos y la anarquía”, que sostenían los franquistas a inicios de los ochenta, “no toleremos la libertad sexual de las mujeres, porque eso va en contra de la voluntad de Dios”, que sostienen los fanáticos religiosos, o “impidamos que los hijos de los inmigrantes puedan adquirir la ciudadanía porque esto va a romper con los valores de la nación” que intenta poner en práctica Donald Trump.
Bonus Track 1: A lo largo del último siglo, el nacionalismo catalán ha debatido reiteradamente sobre “quién es catalán”. Fue durante los años sesenta, en un momento en el que la inmigración peninsular hizo que la población catalana se duplicara en cuarenta años, y que llegó un momento, hacia mediados de los setenta, en que había más residentes nacidos fuera que dentro de Cataluña. En estas circunstancias extraordinarias, se llegó a un acuerdo tácito. La fórmula, a medias entre Jordi Pujol, Paco Candel y el antifranquismo militante fue: “es catalán todo aquél que vive y trabaja en Cataluña”, a la cual sigue una coletilla que no siempre se recuerda: “y que no le sea hostil”, dirigida especialmente a las jerarquías de altos funcionarios y policías franquistas instalados en el Principado como garantes de la represión. Cambiemos ligeramente los términos: “¿Quién es español?”. Administrativamente, quien posee la nacionalidad, que por si no lo saben, en España funciona el “ius sanguinis”, lo que implica que a los residentes de otra nacionalidad y sus descendientes no se les consideran españoles. Bien. ¿Es español aquel residente británico que no habla español ni bajo tortura y que desprecia continuamente su identidad, símbolos y costumbres? La respuesta es obvia. En el caso catalán, buena parte del “constitucionalismo”, en realidad, un postfranquismo poco disimulado, implica que amplios segmentos de los residentes de Cataluña odian, desprecian o ignoran aquellos elementos definitorios y muestran una amplia hostilidad hacia el territorio, su lengua, costumbres y deseos de sus ciudadanos. Debemos recordar que Ciudadanos fue un partido creado expresamente en Barcelona para canalizar el odio hacia lo catalán, y que representa a los herederos intelectuales de los altos funcionarios y policías garantes de la represión. En sus manifestaciones es muy habitual que se paren a homenajear al cuartel de la Policía Nacional de Vía Layetana, conocido por ser un centro de torturas y atentados contra los derechos humanos desde inicios de siglo XX, un verdadero Abu Grahib ibérico.
(Continuará)

11 comentarios:

  1. Me parece necesaria esta reflexión para volver a comprender las cosas en su recto sentido.

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    1. Reflexión muy subjetiva, pero útil para llevar a cabo esa reflexión que mencionas

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  2. “Los medios de comunicación convencionales (…) se han concentrado a atizar el odio contra Cataluña y a realizar unas tareas de manipulación informativa descaradas. “

    Esta afirmación es una generalización ramplona y simplista, tendría que señalar que medios en concreto, yo repaso noticias en alguno de esos medios convencionales (de los que también soy crítico, pero de vez en cuando uno los lee), por ejemplo El País y El Mundo, y no he visto que se demonice a Cataluña. Sí he leído artículos muy críticos hacia determinados políticos independentistas (no confundirlos con algo más serio como Cataluña) por discursos incendiarios y alentar acciones irresponsables que socavan la convivencia de todo un país.

    De las redes sociales que todos tenemos en mente no digo nada porque no las uso.

    ¿La prensa de Madrid? Puede dar un repaso, a ver “esa competición antiindependentista”… por mucho que me esfuerzo no he conseguido ver tal “carrera”.

    También observo que, a continuación de la “prensa madrileña”, se queja de los tópicos usados contra Cataluña por los medios informativos y los periódicos tradicionales. Cosa que tampoco soy capaz de detectar.

    Pero en cualquier caso, ¿y este artículo? ¿No está plagado de esos mismos tópicos que solo ve en los otros?

    Tener que echar mano de la animadversión de Quevedo, nada menos que en el S XVII, como ejemplo de aquellos barros estos lodos… para entender los problemas de ahora mismito en torno a la cuestión catalana, joder, es un disparate elevado al cubo. El pasado histórico es muy socorrido cuando escasean los argumentos desde la perspectiva presente, nada nuevo.

    Aquí, en Madrid, en ese lugar siniestro donde tiene su reino la “prensa madrileña”, el vecino de mi bloque con el que mejor relación tengo se apellida Casamajor, catalán él, madrileño yo. En fin…

    El nacionalismo si es un Abu Grahib… pero de dimensiones universales.
    El mundo jamás ha evolucionado desde las miradas sesgadas de los nacionalismos, muy al contrario, ejemplos terroríficos los hay a montones, y recientes.

    Muchas gracias Luis Antonio, tu talante sí es necesario.

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    1. Totalmente de acuerdo con lo que expresas sobre los medios de comunicación convencionales. También sigo la prensa de Madrid y en modo alguno observo esa afirmación de "atizar el odio contra Cataluña". En las redes sociales que conozco parcialmente hay de todo, como en botica...

      La mención a la conocida frase de Quevedo es un anacronismo que no viene a cuento...Tu observación de que echar mano al pasado histórico para tener base argumental es muy acertada.

      Todos los nacionalismos son deplorables. Sin excepción. Y el que lo dude, que repase la historia contemporánea.

      Eres un gran observador, amigo Paco, y comparto incondicionalmente cuanto expones sobre este tema. Con tu testimonio demuestras que Madrid no está tan lejos de Barcelona.

      Un abrazo agradecido

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  3. No me resulta especialmente interesante. Solo es un retrato de la otra barricada desde la propia, con cierta petulancia y acogiéndose a la propia bandera como tabla de salvación en busca de una identidad que te saque del anonimato. Un aburrimiento que cansa por su cretinismo bajo el falso disfraz de un falso análisis. Pero bueno sigamos con las luchas identitarias para que nos sigan puteando los de siempre, esos que llevan la bandera en la billetera.

    Un abrazo

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    1. Todo lo que signifique pluralidad de opiniones sobre un tema tan controvertido me interesa. Las subjetividades son inevitables. ¿Se puede opinar de forma imparcial sobre un tema anegado de carga emocional?


      Un abrazo

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    2. Qué se lo pregunten a estos funcionarios y empleados públicos a los que ya no les llega el argumento que la independencia es lo primero, como dice ese tipo gordo y grande que sale en la TV.

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  4. " Los medios de comunicación convencionales, así como buena parte de las redes sociales se han concentrado a atizar el odio contra Cataluña"

    Esta es una chorrada, bastante grande, por no decir ingente. Aquí el conflicto empezó, no lo olvidemos, con la crisis económica (como todos estos movimientos), con Artur saliendo en helicóptero del Parlamento y el España nos roba como disculpa.

    Luego siempre hay hábiles estudiosos de todo que llevan el ascua a su sardina, un gobierno que no supo gobernar y su sucesor en permanente campaña electoral...Espero que no haya otra crisis económica, porque sino esto se pondrá verdaderamente feo...
    Un saludo

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    1. Ni puedo estar más de acuerdo con lo que expones, Temujin

      Saludos cordiales

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  5. Juan Claudio de Ramón señala uno de los grandes problemas en Cataluña: sus ciudadanos --los independentistas en este caso-- interpretan el mundo “en función de sus propias necesidades psicológicas”. ¿Qué ocurre entonces? Que muchos se declaran independentistas “no porque lo necesiten o vayan a mejorar materialmente sus vidas, sino porque les hace ilusión”. Repetimos: ilusión

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    1. Los partidarios de la independencia de Cataluña dicen que tienen su propia lengua y cultura, que es una nación y que como tal se les debe permitir tener su propio Estado. Asimismo sostienen que son una de las regiones más ricas de España, con un PIB de 250 mil millones de dólares, y que le están transfiriendo un exceso de recaudación fiscal a las comunidades más pobres...

      Eso, más que ilusión, es interés

      Saludos

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