Hablar con otras personas aclara las ideas, ayuda a encontrar errores en los razonamientos propios y a identificar soluciones mejores. También a aprender a dialogar mejor con uno mismo. En definitiva, es la herramienta más poderosa para pensar mejor.
La conversación solo funciona en su hábitat natural. No vale cualquier conversación. Solo son eficaces las que se desarrollan en grupos pequeños, formados por personas con actitud receptiva, predispuestas a ser convencidas. En definitiva: a dialogar de buena fe en un proceso mutuo de descubrimiento.


